jueves, 15 de marzo de 2018

CAPITULO 21




—Hueles delicioso—. Los ojos de Pedro brillaron cuando me deslicé en la parte posterior del Bentley.


—Mmm, tú también— susurré mientras acariciaba la curva de su cuello. No había un olor en la tierra que ansiara más que el fresco aroma masculino de Pedro.


—Así que ¿cómo fue tu teleconferencia?— Pedro besó a lo largo de la curva de mi cuello cuando el coche se alejó de la acera.


—Bien—. Me reí antes de presionar mis labios contra los suyos en un prolongado beso. Pedro envolvió su mano alrededor de la parte de atrás de mi cuello y me abrazó a él.


—Te extrañé mucho—, suspiró y presionó su frente contra la mía.


—Sólo han pasado un par de horas.— Besé sus labios y alise con mis pulgares sus espesas cejas.


—No puedo soportar cuando estás lejos.— Él me abrazó con fuerza.


—Yo tampoco.— Sonreí y puse mi cabeza en su hombro.


El coche desaceleró y luego se detuvo. Pedro y yo nos sentamos abrazados por unos preciosos momentos de más antes de que me deslizara fuera de su regazo y abriera la puerta. Nos dirigimos a una de las pocas mesas libres en el restaurante de sushi e hicimos nuestra pedido con el camarero.


—Tengo que ir a Nueva York—. Tomé un sorbo de agua, observándolo a través de mis pestañas.


—¿Qué? ¿Cuándo?


—Mañana por la mañana. Hay una cosa de moda la noche del miércoles, y luego voy a estar en la oficina el jueves y el viernes.


—¿Vas a estar ausente por tres días?— La ira brilló en los ojos de Pedro.


—Sí, no es la primera vez que he tenido que ir a Nueva York. Cosas normales.— Me encogí de hombros.


—No quiero que te vayas.— Pedro me miró furioso.


—¿Qué? ¿Por qué?— Su reacción me tomó por sorpresa.


—Acabas de regresar, Paula, y ahora te vas otra vez?


—Para una cosa de trabajo.— ¿Así es como sería siempre? ¿Oposición a cada paso? Pedro Alfonso era nada menos que agotador.


—No quiero que te vayas—, bajó su voz. Lo mire a los ojos y vi que hablaba en serio. Justo en ese momento llegó el camarero con nuestros rollitos de sushi. Le di las gracias y esperé hasta que estuvo fuera del alcance del oído para abordar la ridícula petición de Pedro.


—Bueno...— Recogí mis palillos. —Es una lástima, porque voy—. Lo miré directo a los ojos.


Él rechino los dientes. Puede que yo tenga una vena terca, pero este hombre no iba a pisotear toda mi carrera. Tome una respiración profunda y mantuve el contacto visual con él para hacerle saber que esto no era negociable.


—Bien,— resopló él y agarró los palillos y los enterró en su rollo de salmón. —Puedes quedarte en mi casa en la ciudad.


—¿Tienes un lugar en la ciudad?— Mis cejas se alzaron.


—Tengo que ir mucho allí por negocios—. Se encogió de hombros.


—Bueno, está bien, la compañía me tiene instalada en algún lugar.


—No seas tonta. Te quedarás en mi casa. De hecho voy a enviar a Parker contigo. Entonces puedes evitar los taxis y él te puede ayudar con cualquier cosa que necesites.


—Absolutamente no.


—¿Qué quiere decir con absolutamente no?


—No vas a enviar a Parker para que me cuide. Yo no necesito un escolta, esta no es mi primera vez en la gran ciudad.—Puse los ojos en blanco.


—Entonces por lo menos te quedas en mi lugar.— él me miró fijamente.


—Bien—. Dudé. —Estaré sola sin ti.


Pedro me dio una sonrisa descarada. 


—¿Vas a extrañarme?


—Sí—. Froté mi pie a lo largo de su pierna. Una mirada oscura cruzó sus ojos.


—Haz eso otra vez y te llevo a casa conmigo, y te encierro para que no puedas ir a Nueva York.


¿Estaba mal que algo de lo que dijo desató lujuria en la boca de mi estómago?


—Esa una idea tentadora.— Mis ojos brillaban con diversión. Sus cejas se alzaron y una sonrisa maliciosa se dibujó en su rostro. Sonreí y atrape una pieza de sushi de su plató y lo metí en mi boca.



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