miércoles, 28 de marzo de 2018

CAPITULO 66




Lo mire pensativamente. Sus ojos eran suaves y suplicantes. Todavía sostenía mi mano en la suya y acariciaba mi palma de ida y vuelta con su pulgar. El pequeño toque causo que mariposas saltaran en mi estómago.


— Sí — asentí.


—Bien. Yo te he extrañado—. Me atrajo hacia él y me besó en los labios antes de instruir a Parker para llevarnos a casa.


—¿No vas a ir a trabajar?— Me aleje de él.


—No, ahora no. Quiero llevarte a casa.— Él me trajo de vuelta y nos besamos otra vez.


Más tarde esa noche, después de que habíamos pedido pizza y vimos reposiciones de Seinfeld en la tele, Pedro se volvió hacia mí en el sofá y sostuvo mis dos manos entre las suyas.


—¿Podemos hablar ahora?


Le fruncí el ceño juguetonamente.—¿Y arruinar una noche perfecta?


—No se va a arruinar. Solo quiero explicarte algunas cosas. — Esperó por mí acuerdo.


—De acuerdo.


—Primero, te encontraste con Madeleine en mi oficina el otro día porque yo la llamé.


Mi respiración se enganchó en la garganta. Tal vez yo no estaba preparada para esta conversación después de todo.


—He comprado su parte de la empresa. No tengo ninguna razón para volver a verla. Y no lo haré. Ella no estaba contenta, llego inesperadamente, no me di cuenta cuando te envié el mensaje que ella estaría ahí. Siento que la viste.— Sus ojos me miraban fijamente.


—Supongo que por eso no estaba feliz cuando me topé con ella—, dije en voz alta.


—No estaba feliz. Enojada de hecho,—murmuró. —¿Ella te dijo algo?


—Sí, pero no importa.


—Es importante para mí—, protesto él.


—Ella dijo que yo me había quedado embarazada para atraparte. Que era una caza fortunas.— Baje mi mirada y frote mi vientre con una mano. Su mano que todavía sostenía la mía se tensó ligeramente ante mis palabras.


—Lamento que ella te dijera eso. No tenía intención de contarle, estaba enojada y empezó a despotricar acerca de por qué estaba comprando su salida. Ella pensó que tenía algo que ver contigo. Se me escapó. Lo siento, Paula. — Él inclinado haca mi barbilla hacia arriba para mirarme.


—Está bien—, dije suavemente.


—No está bien—. Metió un mechón de cabello detrás de mí oreja con una sonrisa triste.


—¿Hiciste...— Me detuve por un momento. — le diste a Madeleine un anillo de compromiso con tu piedra de nacimiento?— Susurré, temiendo su respuesta.


Sus ojos destellaron con tristeza antes de responder. —No. Ella escogió su propio anillo de compromiso.


—Oh—. Exhale el aliento que no me había dado cuenta había estado conteniendo.


—Ella es mi pasado, Paula. Eres mi futuro — los dos. — Su mano se posó encima de la mía sobre mi estómago. Las lágrimas se reunieron en mis ojos. Maldita hormonas del embarazo. Yo estaba en apenas una fina línea de romper en sollozos incontrolables. —También tengo que disculparme por mi reacción la noche que me lo dijiste. Estaba tan sorprendido, pero esa no es excusa. Sé ahora lo que debí haberte hecho sentir, y me di cuenta de que eras tan feliz. Lamentaré mi reacción y el no estar ahí para ti por el resto de mi vida.


—Tenía miedo de que no nos quisieras—. Un gran nudo se había formado en mi garganta. —No sabía lo mucho que quería a este bebé hasta que vi esa pequeña señal rosa en la ventanilla de la prueba.


—Lo sé. Nunca tuvimos la oportunidad de hablar sobre ello, pero Paula, no es que no te quiera o al bebé. Ni por un minuto. Ahora sé que debió haber parecido de esa manera, pero te juro que ese pensamiento nunca cruzó mi mente. Estaba tan asustado. Nunca estuvo jamás en mi radar, y de repente ahí estaba. Y las últimas semanas ya habíamos tenido nuestros altibajos, me tomó por sorpresa eso es todo. Pero te prometo que siempre te he querido a ti y a nuestro bebé. Siempre. Cuando te oí esa mañana en la ducha...—su voz se llenó de emoción y levanté mi cabeza para ver sus hermosos ojos azules. —Mi corazón se rompió por haberte dado la idea de que no te quería. Y eras tan fuerte. Podía oírlo en tu voz cuando hablaste a nuestro bebé. Fue hermoso. Siempre tendré esa imagen conmigo. Supe en ese momento que yo podría hacer esto, y que podríamos hacerlo juntos. Puedo hacer cualquier cosa, siempre y cuando te tenga a ti— Envolvió su mano alrededor de mi cuello y acarició mi mandíbula con su pulgar. Las lágrimas corrían por mis mejillas ante su admisión.


—¿Estás bien? Siento que te estoy perturbando,—dijo.


—No, son lágrimas de felicidad. Estoy tan aliviada. Yo estaba dispuesta a hacerlo sola si debía, pero estoy tan aliviada de que no es así. Estoy tan feliz de que vamos a hacer esto juntos.


—Ni por un segundo estuviste sola.— Me apretó la mano para tranquilizarme. —No por un solo segundo, Paula.— Me trajo en su regazo y me abrazó ferozmente.


—Gracias—, susurré en su cuello.


—Te amo, Paula.


Asenti con otro suave sollozo. —Te amo, también. Soy un desastre emocional hoy en día—. Me aleje de él y limpie las lágrimas de mis mejillas. —Tengo que controlarme, tenemos mucho que hacer.


—¿Cómo qué?— pregunto Pedro mientras continuaba frotando mi brazo.


—Tengo que decirle a mis padres que nos casamos primero.
Los ojos de Pedro se levantaron y sostuvieron los míos. —¿En serio? ¿Estás lista?— Felicidad bailó a través de sus iris azules.


—Estoy lista—. Asenti con una sonrisa. —También estoy lista para usar este anillo en mi mano izquierda—. Sostuve mi mano derecha hacia él. Él tomo la indirecta y lo quito de mi dedo y lo deslizó en su legítimo lugar en mi mano izquierda.


—Gracias—, susurró y besó la reluciente joya.


—También pensaba que ya que vamos a ser una familia, quizás deberíamos ser la familia Alfonso.


Confusión brilló en su cara por un momento.


—Pensé que debería cambiar mi nombre, Pedro.


—¿En serio?— Alegría infantil se extendió en su rostro. —No tienes que hacerlo Paula, a mí no me importa. Quiero decir que sí, pero no del todo. Sólo te quiero aquí, todos los días conmigo.


—Quiero hacerlo Pedro. Quiero ser la familia Alfonso. Pedro, Paula y el bebé Alfonso.— Una sonrisa se dibujó en mi cara y bese sus suaves labios. Él apenas podía contener la sonrisa de su cara.


—Eres la mujer más increíble—. Puso ambas manos a lo largo de cada lado de mi cara y me besó completamente en los labios.


—Vaya, gracias. Eres bastante increíble tú mismo.— Sonreí entre besos. —¿Vamos a la cama ahora? — Envolví mis brazos alrededor de él y recosté mi cabeza sobre su hombro.


—Definitivamente, aunque dormir es la última cosa en mi mente.— Pedro corrió sus manos por encima de mi torso y tiro con los dedos de la tela debajo de mi pecho.


—No dije nada sobre dormir, señor Alfonso.— Me arrastré hasta su regazo y besé a lo largo de su mandíbula.


—Mmm...— gimió él. —Insaciable como siempre señora Alfonso.— Me abrazó fuertemente mientras se levantaba y yo envolvía mi cuerpo a su alrededor y me sujetaba por el paseo. Besé a lo largo de su mandíbula y moví mi lengua sobre la piel sensible debajo de su oreja mientras subíamos las escaleras. Corrí mis dedos por su cabello y tire suavemente.


—Te extrañé tanto, señor Alfonso—, susurré en su oído. Un gemido desigual escapó de su garganta cuando él agarro las mejillas de mi culo.


—Sigue así y no llegaremos a la habitación.


—No me importa—. Acaricié el caparazón de su oreja con mi lengua antes de arrastrar los dientes debajo del lóbulo de su oreja. Se detuvo en el rellano siguiente y nos inclinó sobre un sofá de la esquina.


Gemí y me arquee contra él cuando sus manos se deslizaron debajo de la camisa e hizo contacto con mi piel. Levantó mis brazos y deslizó la camisa fuera de mi cuerpo entonces se inclinó mientras sus ojos me tomaron con reverencia.


—Eres tan hermosa, Paula. Traes tanta luz en mi vida,—dijo mientras deslizaba las correas del sostén por mis brazos y tiraba de las copas para revelar mis pechos a él. Gimoteé y arquee la espalda cuando tomó un pezón en su boca y chupó suavemente. Meti mis dedos en su pelo y lo empujé más cerca de mi pecho, necesitando más fricción a lo largo de cada centimetro de mi cuerpo.


—¿Qué quieres, Paula?— preguntó cuándo se movió hacia mi otro pezón, mientras su mano presionaba contra mi dolorido centro desde el exterior de mis jeans.


—Fóllame, Pedro—. Tiré de su pelo para atraer sus labios a los míos. Presioné un fuerte beso en sus labios suaves y nuestras lenguas se unieron apasionadamente.


—Voy a follarte hasta dejarte sin sentido más tarde, ahora voy a hacerte el amor,— susurró mientras abría el botón de mis jeans y los deslizaba por mis muslos. Él cayó hasta sus rodillas en el piso, quitando mis jeans y separando mis muslos. Mi respiración se detuvo cuando me di cuenta de que iba a hacerme el amor con su boca.


Pedro— gemí su nombre y me retorcí bajo sus firmes manos sosteniendo mis muslos en su lugar. Él bajo su cabeza y senti su suave cabello haciendo cosquillas en la sensible carne entre mis piernas.


—Quédate quieta, nena—, dijo en un susurro gutural antes lamer con su lengua mi centro. Mi cuerpo disfruto del contacto mientras enroscaba mis dedos en su pelo y le apreté más cerca de mí.


Él empujó dos dedos dentro de mí mientras giraba su lengua a lo largo de mi clítoris.


Pedro—, suspire y corcovee contra él. —Dios... por favor.


—Estas tan jodidamente húmeda, Paula. Voy a hacerte venir tantas veces esta noche que no serás capaz de caminar cuando termine, —dijo antes de chupar mi clítoris entre sus labios y tirar.


En medio de una nube de remolinos, masajes y empujes me vine abajo jadeando su nombre.


—Ni siquiera estamos cerca de haber terminado, amor—. Oí bajar su cremallera y él alineo su excitación en mi centro y entró lentamente. Se meció dentro y fuera, nunca entrando de lleno todo el camino, acariciando los nervios sensitivos en mi entrada. Gemí y eché la cabeza hacia atrás en placer.


—Mírame. Quiero ver tus hermosos ojos cuando hacemos amor. — Él continuó penetrándome suavemente mientras mis ojos se abrieron para encontrarse con los suyos. 


Brillantes iris azules alumbraban hacia mí con amor y emoción. Él me recompensó empujando más profundamente en mí, golpeándome hasta la empuñadura rápidamente y luego arrastrando la longitud hacia atrás lentamente, acariciando cada nervio en el camino. Di un grito ahogado cuando él empujó y me estremecí cada vez que él se re􀆟ró. Mis dientes se encerraron sobre mis labios mientras sostenía el contacto visual con él. Una media sonrisa cruzó su cara.


—Déjalo ir, nena. Déjame ver el placer que te doy.— Se apoderó de mi culo en sus dos manos y comenzó a penetrarme sin tregua, levantando mis caderas para reunirme con él y golpear un pecaminoso lugar en mi interior que me hizo gritar y retorcerme de placer. Mi cuerpo se tensó alrededor de él y oí su erótico gemido mientras golpeaba su liberación. Mis terminaciones nerviosas escocían y estrellas revoloteaban en mi visión cuando apreté mis ojos fuertemente mientras respiraciones profundas sacudían mi cuerpo.


Pedro se derrumbó sobre mí y yo sujete con fuerza su cuerpo contra el mío, acariciando con firmeza su espalda con mis dedos. Pedro me llevó el resto del camino a nuestro dormitorio momentos más tarde y procedió a fóllarme sin sentido y hacer el amor conmigo el resto de la noche. 




CAPITULO 65




—¿Paula Chaves?— la enfermera llamó desde la puerta abierta. 


Sonreí y me dirigí a ella.


Después de pesarme y tomar mis signos vitales me dejó con mis desenfrenados pensamientos corriendo mientras esperaba a ver al doctor. Dios, no quiero estar aquí y no quiero estar sola. Mi corazón golpeo en mi pecho y mis palmas sudaban.


Después de lo que parecía una eternidad, la puerta se abrió y suaves pasos entraron en la habitación. Solté un suspiro y levante mi mirada para encontrarme con el único hombre que yo quería en la habitación conmigo desde el principio.


Pedro—. Las lágrimas surgieron de mis ojos y me levante y envolví mis brazos alrededor de su cuello.


—Nena— susurró en mi oído y frotó mi espalda.


—¿Cómo lo sabias?


—Cata me llamó—. Se alejó y me dio una suave sonrisa ladeada. —¿Estás bien?— Él me guió a la mesa de nuevo y me senté.


—Sí. Estoy nerviosa. Estoy tan asustada con mi historia...— Las lágrimas se vertieron y corrieron por mis mejillas a borbotones. —Tengo miedo de que algo malo podría haber pasado.


—No, nena. No, todo va a estar bien. Este bebé es un milagro. Todo será perfecto.— Él me abrazó y frotó mi espalda.


—Estoy tan contenta de que estés aquí—, susurre en su pecho


—Yo también, Paula. Te quiero muchísimo. Sé que cuando me lo dijiste no reaccioné bien, estaba tan sorprendido... —él calló.


—Ahora está bien. ¿Podemos hablar más tarde?— Mis lágrimas se disminuyeron y limpié los senderos húmedos de mi cara.


—Por supuesto, lo que quieras—. Pedro me pasó un pañuelo justo cuando otra vez se abrió la puerta y entró el médico.


—Hola, Paula—. El doctor me estrechó la mano con una sonrisa. —¿Y tú eres el padre?— Miró expectante a Pedro. Mi aliento quedo atrapado en mi garganta y recé para no tener una reacción adversa a la palabra.


—Lo soy. Pedro Alfonso.— Ella sonrió. Y yo solté un suspiro de alivio.


—Doctora Burke. Gusto en conocerlos.


Ella hizo las preguntas rutinarias y determinó que yo estaba aproximadamente de cuatro semanas.


Después de todo habíamos concebido alrededor del día de nuestra boda. Dijo que podíamos esperar a que el bebé llegara a finales del próximo julio. Mi corazón dio un tirón ante el pensamiento de que antes de que terminara el próximo verano tendríamos un bebé en nuestros brazos.


Pedro sostuvo mi mano firmemente a través de la cita entera y toda mi inquietud y preocupación se escabullo. Él estaba allí cuando lo necesitaba. Le puede haber llevado un par de días en llegar, pero él estaba aquí y eso es lo que importa. 


Aquí es donde más lo necesitaba.


Pedro le hizo al doctor un montón de preguntas. 


Aparentemente él pensó que yo debería estar reposando en la cama durante los próximos ocho meses. La Dra. Burke le aseguro con una sonrisa indulgente que yo podría tener mi vida normal. Le dije que yo había tenido más de unas cuantas copas de vino en el último mes antes de descubrir que estábamos esperando. Ella me aseguró que estaba muy bien, era más probable que no hubiese daño. También explicó que probablemente era el medicamento para la migraña que había estado tomando que resistió con el control de natalidad, aunque explicó que ella había dado a luz a más de unos pocos bebés que habían desafiado las probabilidades del control de natalidad.


Ella salió de la habitación y dejó una pequeña burbuja llena de felicidad en su estela.


—¿Lista, cariño?— Pedro me ayudó a bajar de la mesa. Me levante de puntillas y le di un suave beso en los labios.


—Estoy lista—, sonreí.


—Bien. Yo también. — Él sostuvo mi mano mientras caminábamos fuera de la oficina y en el aire frío de noviembre. —¿Quieres venir a casa conmigo? ¿A Beacon Street?—preguntó después de que él me había acomodado en el asiento trasero del Bentley.




CAPITULO 64





—¿Estás segura de que no quieres que te acompañe a la cita con el doctor?— Cata me observa desde la isla de cocina mientras yo busco mi teléfono y mi cartera.


Han pasado dos días desde que Pedro y yo habíamos hablado en la puerta de Cata. Nos enviamos mensajes brevemente el día anterior y él me había pedido que fuera a casa. Sin embargo le dije que no. Él lo había tomado sorprendentemente bien, para Pedro.


Mi primera cita no estaba programada hasta dentro de otra semana, pero habían llamado en último minuto y me ofrecieron una cancelación en menos de una hora, así que estaba luchando para prepararme y llegar a tiempo.


—¿Estás segura de que no quieres llamar a Pedro?— Cata frunció el ceño.


—No, está bien. De todos modos es solo la confirmación del embarazo, es demasiado temprano para otra cosa. Estoy segura de que él está ocupado en el trabajo de todos modos—. Me puse mis zapatos.


—Ok, nos vemos, señora—. Ella sonrió mientras yo me apresuraba a salir por la puerta.


Poco tiempo después yo estaba esperando en el vestibulo de la oficina del doctor retorciendo mis dedos nerviosamente. Tal vez debería haber llamado Pedro, o al menos traer a Cata. ¿Y si había malas noticias hoy? Tantas cosas podrían salir mal desde el principio, y con mi historia mi mente ahora estaba corriendo a un millón de kilómetros por hora con todas las terribles cosas que podrían suceder. 


Había estado bajo mucho estrés las últimas semanas, seguramente eso no era una buena cosa.


CAPITULO 63





—¿Qué coño, Paula?


—Hola a ti también— rodé mis ojos.


—No te hagas la listilla. ¿Por qué no te reuniste conmigo? Me preocupé cuando no apareciste. No puedes seguir haciendo eso. ¿Sabes lo que corría por mi cabeza?


—Lo siento—dije sin expresión.


—¿Por qué no viniste?— Él apretó su mandíbula en ira. Un pequeño pedazo de mí quería correr mi mano a lo largo del ángulo de su mandíbula, meter mi nariz en su cuello e inhalar su dulce y fresco aroma.


—Lo hice. Me encontré con Madeleine en el ascensor.— Apreté mis labios juntos para mantener una sensación de control.


—Oh.


—Sí, oh. No quiero hacer esto ahora, Pedro. Estoy tan cansada. Sólo necesito tiempo y creo que tú también. Me quedaré aquí esta noche.— Trate de cerrar la puerta pero él me detuvo con una firme mano.


—No me dejes fuera.— Sus ojos brillaban con furia.


—No lo estoy haciendo. Sólo voy a cerrar la puerta. Estoy dándonos el descanso que tanto necesitamos. Estaré en contacto.


—Paula—suspiró y sus ojos se colgaron en los míos, por lo que yo no estaba segura.


—Mira, Pedro. Claramente necesitabas un descanso anoche y lo tomaste. Yo me estoy dando uno.


—Pero todavía estábamos en la misma casa, Paula. No me dejes.— Su voz tembló en la última palabra.


—No me iré. Soy voy a tener una pijamada con Cata.  Hablaré contigo mañana.


—Paula, odio esto—susurró.


—Yo también, Pedro.— Sostuve su mirada. —Mañana—. Cerré lentamente la puerta ante sus tristes ojos azules acerado.



CAPITULO 62





Las puertas se abrieron y doblé la esquina, casi corriendo de cabeza en Madeleine Snow. 


Mi respiración quedo atrapada en mi garganta antes de endurecer mi espina dorsal y estrechar mis ojos en ella. Las últimas palabras que habíamos tenido esa noche en la gala no habían sido agradables. Esta mujer había sido la causa de gran parte de mi angustia los últimos meses.


-Bueno, veo que tienes lo que querías- Lanzó un ojo acusar a mi estómago. -Este intento desesperado de atrapar un millonario ¿no crees? Conseguir ser preñada es de tan baja clase -Ella levantó su barbilla y giro delante de mí hacia el ascensor, su pesado perfume, el mismo que había encontrado en el baño de la oficina de Pedro, quedando a su paso. El olor hizo que mi estómago se revolviera


Apreté los dientes en ira. ¿Acaso Pedro quería que yo la viera aquí? ¿Esta era su manera de acabar conmigo? ¡Qué golpe tan bajo!. Él sabía que ella era una discordia para mí.


Me quedé por unos momentos sin aliento con mis puños apretados en ira antes de volver al ascensor y golpear el botón para salir de la oficina de Pedro y del Hancock.


Claramente Madeleine sabía sobre el embarazo, y ella sólo lo había oído de una persona. ¿Por qué le diría él después de todo lo que habíamos sufrido? Tenía que haber sabido que eso me cortaría hasta la médula. ¿Quería que yo me encontrara con ella? Él había enviado el mensaje el texto pidiéndome pasar por allí. Mi cerebro se arremolinaba con todas las posibilidades mientras el ascensor zumbaba hasta el piso principal. Las puertas se abrieron y salí al vestibulo y hacia las puertas sobre Clarendon. Me volví hacia Beacon Street y luego lo pensé mejor. Yo no estaba dispuesta a ir allí. Me volví en dirección contraria y me dirigí a Chandler Street y mi viejo apartamento.


Un rato más tarde me desperté con el tintineo de las llaves y tacones en el piso de madera.


Recordé que yo había venido al apartamento de Cata y había entrado con mi llave. Cata no había estado en casa así que me acurruqué en posición fetal en el sofá y caí en un sueño inquieto.


Mire mi teléfono en la mesa de café y encontré que había estado dormida durante unas horas.


También tenía casi una docena de llamadas perdidas de Pedro.


—Cariño, ¿qué pasa?— Cata se acercó a mí con una mirada preocupada en el rostro.


Rodé mis ojos en respuesta. —¿Qué no está pasando?— Le di una sonrisa triste.


—¿Así que supongo que le dijiste a Pedro?


—Sí, no lo tomó muy bien por decir menos. No dije mucho más allá de que íbamos a tener un bebé y él se encerró en sí mismo y empezó a arrojar tragos por su garganta. No lo he visto desde entonces—. Eso no es totalmente cierto; mi cerebro revoloteo de nuevo a la memoria de la hermosa forma de Pedro cortando a través del agua de la piscina esta mañana. Me dolía el corazón de amor por él.


—Entonces él me mandó un mensaje temprano y me pidió que pasara por su oficina. Pensé que quería hablar, hacer las paces o algo, así que fui y me topé con Madeleine saliendo de su oficina. Ella tenía algunas palabras bien escogidas para mí. Él le conto lo del embarazo. Ella dijo que yo era una caza fortunas que quedó embarazada a propósito. Hasta donde yo sé tal vez Pedro piensa lo mismo,— me encogí tristemente.


—Paula, sabes que no es así.


—No, Cata, no sé nada. Él me ha bloqueado otra vez.


—Entonces, ¿por qué estás durmiendo en mi sofá?— Ella arqueó una ceja.


—No lo sé. No quería volver a su casa.


—Técnicamente ahora es tu casa también, lo sabes.


—No parece así. Se siente como si hubiese sido insertada en su vida sólo para su conveniencia.


—Lo siento—. Frotó mi hombro. —Puedes quedarte aquí tanto como quieras. Y ni siquiera te hare dormir en el sofá.— Ella me guiñó un ojo.


—Gracias. Extraño cuando éramos solo nosotras dos y la vida era simple.


—Sí, pero en ese entonces no sabías lo que te estabas perdiendo.


—¿Qué me estaba perdiendo?


—El hombre más hermoso del planeta que movería cielo y tierra por ti, por los dos— dijo.


—Y quién me vuelve loca, por los dos.— Sonreí.


Sólo entonces un golpe sonó en la puerta de Cata.


—Yo sé quién es.— Fruncí el ceño.


—¿Quieres que yo lo atienda?— se ofreció ella.


—No, necesito hablar con él. Gracias por ofrecerte a enfrentar a la bestia sin embargo—. Le sonreí antes de levantarme para abrir la puerta.