miércoles, 14 de marzo de 2018
CAPITULO 20
—¿Y dónde estabas anoche?— Cata arqueó una ceja mirándome desde el sofá cuando salí de mi cuarto unas horas más tarde. Me desplome en el sofá junto a ella con una sonrisa.
—Pedro— bostecé. Cata bajo su tablet y me miró fijamente a los ojos.
—Necesitas escupirlo.
—En primer lugar, ¿por qué no me dijiste que vino a buscarme?
—Habías dicho que no querías verlo. Dijiste que él te intimida. Yo estaba jugando al guardaespaldas.— Ella sonrió con orgullo.
—Bueno, deberías haberme dicho que él se acercó.
—Dijiste que necesitabas tiempo, y yo te estaba dando eso. Necesitabas tiempo para sacar a Pedro fuera de tu sistema así podrías pensar con claridad.
En eso no podía discutir con ella. Tal vez desearía que ella me lo hubiera dicho, pero sus intenciones habían sido buenas.
—Entonces, ¿qué pasó?
—Debería haberle dado la oportunidad de explicar. Salté a conclusiones.— No dije en voz alta que habían sido mis propios miedos e inseguridades los culpables del completo caos que fue este fin de semana.
—Y la foto?
—Ella se arrimó a él por los fotógrafos. No fueron a la fiesta juntos.
—Hmm.
—¿Qué?
—¿Le creísteis?— preguntó ella.
—Sí. No tengo ninguna razón para no hacerlo. Es controlador y caprichoso, pero nunca me ha dado una razón para no confiar en él.
—Espero que sepas lo que estás haciendo—. Frunció el ceño Cata.
—No te preocupes, Cata.
—Como si eso fuera posible.— rodó los ojos ella.
—Por otro lado, tengo que ir a Nueva York por unos días. Hay un evento para bloggers de moda, ellos quieren que todo el mundo asista.
—Es divertido; desearía poder ir,— hizo un mohín Cata.
—No puedes hacer que funcione?— Cata y yo siempre teníamos el mejor tiempo en la ciudad.
—No esta vez, estoy en medio de la nueva colección. Tú me distraes en la gran ciudad.— Soltó una risita.
—Bueno, me voy a distraer.— La empujé en broma y me dirigí a mi habitación para ducharme antes de que Pedro me recogiera para el almuerzo.
CAPITULO 19
El despertador sonó temprano a la mañana siguiente y hundí mi cabeza más en las sábanas, deseando que el estridente ruido se detuviera. Y luego de que lo hice me di cuenta que anoche había dormido en casa de Pedro y su cuerpo caliente todavía estaba junto al mío.
—Despierta, dormilona.— Pedro froto de arriba abajo mi brazo. Gemí y me acurruque más cerca de él, no queriendo romper el perfecto y tranquilo momento. Inhale su dulce aroma y sonreí. Mis dedos hicieron cosquillas a lo largo de la parte inferior de su abdomen y rozaron los duros planos de su estómago.
—Paula—, se quejó. —Por mucho que me gustaría poder demostrarte lo emocionado que estoy al despertar contigo en la mañana, tengo que ir a trabajar.
—¿Qué hora es?— Mis dedos se burlaban por debajo de la cintura de sus pantalones de pijama.
—7:30.— Su cálida mano cubrió la mía y la arrastró de nuevo hasta su pecho y lejos de donde se había dirigido.
—¿Qué?— Grite y salte fuera de la cama. —Me tengo que ir—. Corrí hacia su cuarto de baño.
—Paula, trabajas desde casa.— Pedro se levantó y me observó apresurarme alrededor de su habitación en busca de mis zapatos con un toque de diversión en sus ojos.
—Tengo una llamada conferencia a las 8.
—Hazla desde aquí—. Envolvió sus brazos alrededor de mí y se acurrucó.
—No puedo.— Gemí ante en el delicioso olor de su piel. —Mi laptop, mis notas, tengo que ir a casa.
—Está bien. Nos vemos al almuerzo?
Arquee una ceja, recordando lo que había sucedido la última vez que se suponía que íbamos a almorzar.
—Te recojo al mediodía.— Él me dio una palmada en el trasero mientras yo me apresuraba a la puerta de su dormitorio.
CAPITULO 18
El taxi se detuvo frente a su casa y respire hondo.
No había pensado en absoluto, ¿si Nikki todavía estaba allí con él? ¿Y si él no estaba ni siquiera en casa? El taxista arqueó una ceja hacia mí en el espejo retrovisor. Le di el dinero y luego salí al frío de la noche. Los copos de nieve caían alrededor de las farolas de la calle y tenía casi decidido dar la vuelta y regresar a casa. Podría cortar a través del jardín y estar en casa en diez minutos. Miré de nuevo a la puerta de Pedro y me di cuenta de que no podía irme mientras él seguía pensando que lo había usado.
Caminé por las escaleras y golpee la puerta principal. Nada. Golpeé de nuevo más fuerte.
Me quedé mordiendo mi labio preguntándome qué hacer ahora. Ni siquiera estaba en casa, y entonces escuché un fuerte ruido procedente del interior de la casa. ¿Qué estaba pasando? ¿Y si había un intruso? O bien, ¿qué pasa si Nikki estaba allí con él? Mi estómago se retorció en nudos ante ese pensamiento. Pero yo no podía dar marcha atrás. Si lo hacía, nunca tendría el coraje de volver.
Volví a llamar y esperé. Entonces intenté girar el mando de la puerta, esperando que estuviera bloqueado. La puerta se abrió fácilmente. Con cautela entré en el vestíbulo, lista para escapar si oía la voz de Nikki desde cualquier lugar de la casa. Di un paso más en el pasillo. Pasé a la cocina y vi ropa amontonada sobre los taburetes y la isla del bar.
Estaba la chaqueta y la corbata de Pedro que tenía la noche anterior.
El corazón me dio un vuelco en el pecho. Di unos pasos más y encontré una mesa auxiliar derribada con un jarrón roto y la camisa de vestir de Pedro tirada en el suelo.
Oh Dios, Nikki estaba aquí. Él la había traído a su casa ayer por la noche, y aquí estaban sus ropas por el suelo, arrancadas en medio de la pasión. Al igual que me había hecho a mí la primera noche que pasamos juntos.
Mis entrañas se retorcieron al pensar que si daba otro paso podría encontrar un sujetador y bragas tiradas.
Me volví en línea recta hacia la puerta cuando una mano fuerte me agarró del brazo.
Me di la vuelta para encontrar a Pedro, con los ojos ardiendo sobre mí. Llevaba un par de pantalones vaqueros y nada más. Yo podría haber estado enojada con él, pero aun así me hirvió la sangre con la excitación. Lo miré a los ojos y me mordí el labio. Ahora que estaba aquí, cara a cara con él, no tenía ni idea de qué decir.
—¿Por qué estás aquí?— me pregunto Pedro con los dientes apretados. Fue entonces que me di cuenta de que en su otra mano sostenía una botella de whisky caro.
Pedro estaba borracho.
Ahora tenía sentido, los textos enojado del jueves por la noche, su actitud fría en el teléfono el día de hoy. Había estado bebiendo todo el fin de semana.
—Quería verte.— Las lágrimas surgieron de mis ojos. Mi mundo se sentía tan fuera de control en este momento. Mis emociones estaban por todos lados. —¿Nikki está aquí?— Miré alrededor de su duro cuerpo.
—No, ¿por qué iba a estar aquí?— Él entrecerró los ojos en mí.
—Ayer por la noche. Vi ... pensé ...— mi voz se apagó mientras miraba hacia el suelo de mármol.
Pedro dejó caer el brazo y giró sobre sus talones y se dirigió a la sala de estar. Se dejó caer en el sofá con los pies sobre la mesa y tomó otro trago de la botella. Me quedé congelada en el lugar, sin saber qué hacer.
—¿Vienes a follar para después correr?—Los ojos de Pedro quemaban en los míos y luego una lenta sonrisa se dibujó en su rostro. — Porque si es así, yo probablemente estaría interesado.— Lo miré y me pare frente a él en el sofá. Ahora recordaba por qué había venido.
—No— Metí los pies debajo de la mesa de centro y crucé de brazos, mirando justo hacia él.
Las cejas de Pedro se alzaron por la sorpresa y el whisky salpico fuera de la botella y cayó en el sofá de cuero. Se recuperó y me miró a los ojos.
—Eso es muy malo, Paula. Fuiste el mejor polvo que he tenido, y he tenido un montón.— Tenía un brillo frío en los ojos. Fuego se disparó por mis venas y apreté los puños con rabia. Pedro sabía exactamente lo que me estaba haciendo y una sonrisa lenta y perezosa se dibujó en su rostro.
Mis ojos brillaron de rabia y acerque mi mano a su mejilla sin afeitar antes de que siquiera pudiera pensar.
Los ojos de Pedro se abrieron con sorpresa antes de que estrellara la botella de whisky en la mesa de cristal con tanta fuerza que pensé que se iba a romper. Me agarró del brazo y me puso en su regazo a horcajadas sobre él. Sus dedos se clavaron en la carne de mis muslos tan fuerte que sabía que me iba a dejar moretones. Sus ojos brillaron peligrosamente antes de retorcer una mano en mi pelo con fuerza y tirar de mis labios a los suyos. La lujuria se disparó a través de mi cuerpo y de repente tenia mis brazos alrededor de su cuello y lo atraje hacia mí, y le di un beso en su totalidad. Nuestras lenguas se enredaron una con la otra y mi núcleo presionaba en su endurecida excitación.
Me sentía totalmente consumida por él en ese momento. Estaba envuelta alrededor de Pedro, en cuerpo y alma. De repente, el dolor y la rabia que había sentido en los últimos días desaparecieron y mi corazón se calmó con sólo tenerlo en mis brazos otra vez. Pedro sostuvo mi cuerpo con tanta fuerza que sentía como si estuviera tratando de consumirme, tratando de que nos fundiéramos en uno solo. Me eché hacia atrás y levante mi camisa sobre mis hombros, luego presione mis labios contra los suyos de nuevo. Pasé los dedos por su cabello, que lucía como si él hubiese corrido sus propios dedos a través de el en frustración una y mil veces en las últimas 24 horas. Pedro comenzó a besarme a lo largo de la curva de mi cuello y en mi hombro, deslizando la tira del sujetador por mi brazo. Sus dedos trabajaban la correa de los vaqueros y arquee mi cabeza hacia atrás, dándole acceso a mi cuerpo. Se sentía tan bien, se sentía tan cálido, tan bien, pero él me había hecho daño. Los últimos días volvieron de nuevo a mi cerebro.
De repente, no podía pensar más allá del dolor que había sentido, el dolor que me causo. Y el hecho de que ni siquiera había llamado desde el
viernes. Mi corazón había sufrido por él todo el fin de semana, y luego se rompió en mil pedazos cuando vi la foto de él con Nikki.
—Espera, Pedro. Para—. Lo empujé en el pecho y me alejé.
Me levanté y busqué mi camisa en el suelo. Me la pase por encima de mi cabeza y lo miré a los ojos. Ellos brillaban con ira y juró que en ese momento yo no sabía que podría decir él. Sabía que nunca me haría daño físicamente, pero emocionalmente, podría ser brutal. Me lamí los labios hinchados y sus ojos brillaron ante eso, observándome como un gato que mira a un ratón. Mi respiración se enganchó y las chispas se encendieron entre nosotros. Apasionadas e intensas chispas que eran como combustible.
—Vas a dejarlo, entonces.— Él inclinó la cabeza hacia un lado y cogió la botella de whisky de nuevo.
Negué con la cabeza, confundida. ¿Hacia follado y corrido de él? ¿Lo había lastimado tanto como él me había hecho daño a mí? Mi estómago se encogió de dolor ante la idea.
—No quise decir eso Pedro, es sólo que... me haces daño — Mi voz se apagó.
—No se supone que tienes que correr, Paula. ¡Ni siquiera me das una oportunidad!— dijo entre dientes.
— Tú no trataste muy duro de ponerte en contacto conmigo.— le dije.
—Yo lo hice. Llamé y llamé. Te envié un mensaje. Cuando no respondiste fui a tu casa, pero Cata no me dejó entrar. Ella amenazó con arrancarme las pelotas y hacérmelas tragar. Dijo que iba a llamar a la policía si volvía. Joder, lo intente, Paula. Ni siquiera sé por qué estabas enojada conmigo.
—¿Tú fuistes?
— Sí. Y esperé afuera. Pensé que si Cata no me dejaba entrar, podía esperar hasta que salieras. Pero nunca saliste.
— Le dije a Cata que no quería volver a verte.— Mi mente trataba de procesar lo que él había dicho. ¿Por qué Cata no me había dicho que él había ido?—Estaba tan enojada. Yo la vi y no podía pensar con claridad. Todo lo que podía pensar era en lo que habían...— Aspiré una bocanada de aire, recordando lo que había visto en el Hancock ese día.
—¿De qué estás hablando?— Una mirada oscura cruzó por sus ojos.
—No juegues conmigo, Pedro. Vi a Nikki salir de tu oficina.— Lo miré.
—¡Joder!—. Se pasó una mano por el pelo.
—Eso es exactamente lo que me pareció— le escupí.
—Eso no es lo que pasó.— Apretó la mandíbula.
—¿En serio? ¿Por qué si no iba ella a estar fuera de tu oficina vestida, toda cachonda con el pelo revuelto por haber tenido sexo?— Los ojos de Pedro se abrieron con sorpresa y luego brillaron con diversión.
—¿Celosa, Paula?— Los ojos de Pedro bailaban.
Lo miré y agarre mi bolsa del suelo para salir.
—Espera, no te voy a mentir. Ella quería.— Pedro se puso de pie y su mano se acercó a mí y luego se detuvo. Crucé los brazos y arquee una ceja. —Ella vino esperando que pasara algo y no lo consiguió, Paula. Le pedí a Parker que la llevara a casa. Te lo dije, ni siquiera íbamos en serio, para empezar. Nikki sólo mantiene gente a su alrededor que puedan beneficiarla, de alguna manera, y colgarse de algunos de esos brazos en los eventos de la industria para mantenerse en la prensa.
Mire hacia el suelo, para procesar lo que estaba diciendo.
—Tienes que decirme que soy yo para ti, Pedro. Si soy solo una chica que se ve lo bastante bien en tu brazo, una chica para follar, tienes que dejarme ir. Yo no puedo ser eso.
—Paula, no...— Sus ojos brillaban con una mirada de sorpresa y dolor. —¿Es eso lo que crees que quiero?— Aparté los ojos de él y apreté los dientes, deseando que las lágrimas no empezaran a caer de mis ojos.
— Eso no es lo que es. No para mí. Eres.... Yo... no hay nadie más que tú. Sólo tú y yo.— Él puso sus manos sobre mis hombros y agachó la cabeza para mirarme a los ojos. Me alisó el pelo de la cara con ternura y me miró a los ojos durante unos latidos.
— Ella no me gusta— le susurré.
—A mí tampoco.— Pedro envolvió sus brazos alrededor de mí y me apretó en un fuerte abrazo.
—Todo lo que podía pensar era en ti y ella en tu oficina, como si hubieran... y luego vi la foto de ustedes juntos anoche...— un sollozo escapó de mi garganta.
— Por Dios—. Se pasó una mano por el pelo. — Anoche fue una cosa de última hora. Cuando Aspen no sucedió... Pensé en ir a distraerme de ti... Yo no quería verla, pero ella estaba allí. Cuando un fotógrafo se acercó lo utilizó a su favor y poso. Justo después de tomar la foto me fui.
Me dejé caer en el sofá, dejando que sus palabras penetraran en mí.
—Lo siento, Paula.— Él me llevó a su regazo y me frotó la espalda.
—Te extrañé mucho.— Un nudo se formó en mi garganta y yo era incapaz de sostenerlo por más tiempo. Las lágrimas brotaron de mis ojos y con ellas se liberó toda la agitación que se había estado gestando a fuego lento la semana pasada.
—No creo que se supone deba ser tan difícil, Pedro.
—¿Qué quieres decir?
—Tú y yo. He estado tan mal. Si yo estaba en lo cierto, no debería haber sido tan difícil.— Metí la cabeza en su cuello
— No, Paula. No, creo que si es difícil ahora es porque es lo correcto. Nunca he sentido esto por nadie. Era tan fácil antes, porque mantenía fuera mis sentimientos, pero contigo, no puedo. Nunca he conocido a nadie como tú. Eres hermosa, inteligente y tenaz. Nunca he estado tan atraído por nadie en mi vida. Es difícil porque estamos rompiendo muros, pero una vez que estén abajo, haremos que valga la pena. — Pedro tomó mi cara entre sus manos y limpió mis lágrimas con las yemas de los pulgares.
Asentí con la cabeza y olfatee su aroma.
—Quédate esta noche, ¿de acuerdo? Nada físico, sólo tú y yo. No quiero dejarte ir, Paula.
Asentí con la cabeza otra vez y Pedro me cogió y me llevó por las escaleras a su dormitorio.
Me sentía emocionalmente agotada y me acurruque bajo las sábanas, envolví mis brazos y piernas alrededor del cuerpo de Pedro. Él pasó un brazo por encima de mí y trazó pequeños círculos a lo largo de mi espalda a través de mi camisa. Aspiró profundamente en mi cabello y suspiró.
—No me dejes de nuevo, Paula— susurró en voz baja.
Suspiré y caí en el mejor sueño que había tenido en tres noches.
CAPITULO 17
Me desperté a las pocas horas con el sonido de mi teléfono trinando en mi oído. Mis ojos estaban hinchados y mi garganta estaba en carne viva de tanto llorar. Me sentí como si tuviera una resaca, aunque no había bebido nada. Tome mi teléfono, lo sostuve en mi oído y con una voz ronca y áspera dije:
—Hola.
—Paula—Pedro susurró a través del altavoz.
Me levante de un tiro en la cama. La foto de él y Nikki juntos inundó mi cerebro. No quiero responder a esta llamada. Me senté en silencio, mi corazón latiendo en mi pecho.
—Paula?— La voz de Pedro se elevó.
—Estoy aquí—le susurré.
—Llamaste?— Su voz era fría.
Me respiración quedo atrapada en la garganta.
No quería hablar. Sólo me llamaba porque yo lo había llamado.
—Por error. Marque tu numero por error.— Mentí porque no sabía qué más decir.
—Oh— su voz se fue apagando. Lo oí suspirar en el otro extremo. —Ojalá hubiera sabido que ibas a follar y correr, Paula. Podría habernos ahorrado un montón de problemas.
El aire desapareció de mis pulmones. Mi cabeza se arremolinó en confusión. ¿Acaso pensó que lo había utilizado?, ¿Estaba bromeando?
—No fue así, Pedro.
—Podrías haberme engañado. Parece que tienes un hábito de follar y luego marcharte sin mirar hacia atrás.— Pedro había ido por el golpe bajo.
—No — mi voz salió en un susurro ahogado.
—Adiós, Paula.— Y con eso Pedro me colgó.
Mi corazón cayó a mi estómago. Yo estaba profundamente herida y tremendamente
enojada. ¿Cómo podía pensar que yo era el tipo de chica que lo utilizaría? Si él quería dejarlo, yo iba a sobrevivir, pero no podía dejar que tomara la salida cobarde pensando que era mi culpa; que yo había sido la que lo estaba utilizando.
Antes de que pudiera pensarlo dos veces cogí mi bolso y salí furiosa de la casa y llamé a un taxi para que me llevara a Beacon Street y a Pedro Alfonso.
CAPITULO 16
Si mis emociones no hubieran estado tan revueltas las últimas 24 horas, Si Pedro y yo simplemente no hubiéramos salido con un enorme cumulo emocional, si las cosas hubieran sido diferentes, tal vez no me habría marchado.
Sabía que era difícil para mí estar cerca de la gente. Tenía un momento difícil con la conexión emocional. Mi mamá tenía la culpa de eso. Ella tenía esta terrible tendencia, me alentaba a contarle todo para luego tirarlo en mi cara de nuevo en el momento adecuado. Después de años de tener el corazón roto por la persona que se suponía iba a quererme más, empecé a construir muros.
Cata era la única persona que estaba realmente cerca, porque había estado allí conmigo a pesar de todo. Fue ella la única de la escuela a quien llame a las diez de la noche cuando las cosas fueron difíciles con mamá. Ella siempre estaba allí, y sé que puedo confiar en que siempre va a estar ahí.
Pero Pedro era un playboy conocido, ¿cómo podría confiar en alguien así? Quería creer que Pedro no quería hacerme daño, que él quiso decir las cosas que dijo en medio de la pasión.
Una muy pequeña parte de mi corazón sostenía la esperanza de que él realmente se sintiera de esa manera, pero ¿por qué si se sentía así muchas de sus acciones decían lo contrario?
Yo no creo que pueda arriesgar mi corazón con él. Y sin embargo, no importa cuánto lo intentara yo no tenía la fuerza para resistirlo. La conexión que sentía con Pedro nunca la había sentido con nadie, y me aterroriza.
Caminé otra cuadra y luego paré un taxi para ir a casa. Podría haber caminado, era menos de diez minutos, pero apenas era capaz de estar de pie en este momento. Mi corazón repiqueteaba en mi pecho y mis piernas se sentían como gelatina. Cerré los ojos con fuerza y trate de mantener la imagen de una excitada Nikki Vilanova fuera de mi cabeza. Sentía como las lágrimas podrían fluir de mis ojos en cualquier momento, pero me las guarde.
Si bien una parte de mi corazón había estado sosteniendo la esperanza de que Pedro sintiera por mí lo mismo que yo sentía por él, había una igualmente pequeña parte que sabía que era un playboy, y eso cambiaba inevitablemente todos mis sentimientos.
Tomé una respiración profunda mientras estaba sentada en la parte trasera del taxi y me armé de valor para mantenerme fuerte y alejarme de Pedro con mi corazón tan intacto como fuera posible. No voy a permitir que este hombre dicte mi vida y mi felicidad. El taxi se detuvo en mi apartamento de Chandler y me baje como una mujer nueva. Sólo había conocido a Pedro Alfonso por una semana; mientras que él pudo haber tenido mis emociones en un giro en ese momento, no fue lo suficientemente largo como para tener un impacto real y duradero. Me
puse de pie en la acera, y volví la cara hacia el sol y respiré hondo. Paula Chaves estaba de vuelta, su vida ya no iba a ser dictada por el atractivo, y controlador CEO Pedro Alfonso.
Y entonces mi teléfono sonó.
La cara sexy de Pedro bailó a través de mi pantalla. Mi resolución casi se desplomo. Una parte de mí quería hundirse en la acera, o irse lejos, así Pedro no me podía encontrar. Y entonces me acordé de las tendencias de acosador de Pedro y yo sabía que no sería capaz de escapar de él.
Un mensaje de texto de Pedro brilló en la pantalla.
‘¿Dónde estás?’
Quería correr de vuelta a sus brazos y pedirle que me dé una de sus explicaciones, una que él siempre tenía. Porque en cierto modo, sería fácil hacer frente a su mal humor, a su personalidad controladora, y ser consumida por él.
Pero pensé que mi corazón no podía soportarlo.
¿Qué podría decir para que estuviese bien? ¿Existía alguna razón por la que ella estaría allí aparte de que estaba follando hasta que su cerebro se le saliera en su escritorio? Mi estómago se apretó de nuevo y lágrimas brotaron de mis ojos.
Sabía que esto iba a suceder. Sabía que me estaba enamorando de este hombre demasiado rápido y demasiado pronto y yo sabía que iba a pisotear mis emociones.
Otro texto se dibujó en mi pantalla
‘¿Está todo bien?’
Apreté los dientes y apagué mi teléfono. No podía seguir tentándome más a mí misma con Pedro. Subí las escaleras y entre en mi edificio de apartamentos.
Cata estaba dibujando en el sofá cuando entré por la puerta.
—¿Qué pasa?— Ella me miró y luego su sonrisa se cayó cuando vio mi cara. — Paula, ¿qué pasó? ¿Estás bien?— me miró de arriba abajo.
—Estoy bien. Es Pedro. Termínanos... otra vez. — Puse mi bolso en el suelo y me acurruque en el sofá.
—Oh, cariño, ¿por qué?— Cata se sentó a mi lado, con preocupación en sus ojos.
—Primero necesito vino, mucho vino— murmuré.
—Hecho!— Cata se fue a la cocina y nos sirvió a cada una un vaso de vino tinto y luego la puse al corriente de las últimas 24 horas con Pedro.
Escuchó atentamente mientras yo divagaba durante lo que pareció una eternidad.
—Ese idiota.— Yo no podía dejar de reír. Mis emociones eran tan crudas y estaba tan revueltas, se sentía bien dejar que mi burbuja escapara por medio de las carcajadas. —Me gustó. Pensé que era diferente. Pero tal vez eso es parte de su encanto. Tal vez lo hace con todas ellas.
Mi corazón se encogió de dolor.
—Dios, no quise decir eso. Eres diferente. Él siempre sale con esas perras, rubias, cabezas huecas. Tú eres lo contrario de eso, mereces ser tratada diferente. Lo siento, Pau. Es un idiota.
Le di otra sonrisa a medias.
—Él sólo arrasa conmigo todo el tiempo. Cuando estoy con él, no puedo pensar con claridad. No soy yo misma. Sólo necesito tiempo para pensar. Nunca me he sentido así con nadie en mí vida, pero no estoy segura de que sea algo bueno. El me enloquece —. Tomé un sorbo más de mi vino para tratar de ahuyentar el dolor de mi corazón.
—Tomate tu tiempo, cariño. Sé que has estado absorbida por él. Solo dale un tiempo para sacarlo de tu sistema. Vamos a exorcizar a Pedro Alfonso de tu vida. — Sonrío y alzo su copa de vino otra vez.
Termine mi vino de un sorbo y me puse de pie para dejar el vaso en el lavaplatos antes de dirigirme a mi habitación.
Mi cabeza golpeo la almohada esa tarde y no me desperté hasta la mañana siguiente.
Mi cerebro estaba nublado mientras trataba de procesar por qué tenía otro dolor de cabeza y me sentía como si hubiera estado llorando durante horas. Y entonces recordé mi día de ayer con Pedro. Entré en el baño y abrí la ducha para tratar de lavar mi mente de los recuerdo de ayer. Todavía tenía ganas de hablar con Pedro más que nada, quería que las cosas volvieran a ser como eran, a pesar de la forma en que me enloquecía. Pero lo echaba de menos. Y entonces me acordé de que hoy era viernes, y se suponía que íbamos a ir a Aspen hoy. Con el corazón apretado, sentí el frescor de mis lágrimas correr por mi cara.
Terminé de lavar mi pelo y luego me vestí con un par de vaqueros gastados y mi sudadera de la Universidad de Massachusetts. Tome mi bolsa para sacar mi portátil y consultar mi correo electrónico, cuando encontré mi teléfono y me acordé de que lo había apagado. Sabía que tendría un aluvión de llamadas perdidas y mensajes de Pedro, y tenía claro que sería inútil resistirme.
Encendí mi teléfono y encontré 22 llamadas perdidas y 17 mensajes de textos todos de él.
Me senté con las piernas cruzadas sobre la cama y me puse a hojear los mensajes. Habían empezado ayer por la tarde y duraron toda la noche.
Pasaron de la preocupación, a exigir, hasta que finalmente en los textos más recientes de las primeras horas de la mañana estaba enojado.
En ese momento supe que no había manera y que no tendría el corazón para escuchar ninguno de sus mensajes de voz, por lo que los elimine todos. Tal vez necesitaba tiempo para calmarme. Tal vez me equivoqué en alejarme sin darle la oportunidad de explicarse, pero también sabía que estaba perdida en Pedro Alfonso y necesitaba tiempo para aclarar lo que quería en mi propia cabeza.
Arrojé mi teléfono en la cama y abrí mi laptop con la esperanza de conseguir algo de trabajo.
A mediodía me tomé un descanso del trabajo y miré mi teléfono para darme cuenta de que Pedro no había llamado en toda la mañana.
Supongo que había recibido el mensaje, que intencionalmente o no le había dado por no contestar el teléfono. Una parte de mí había estado esperando su llamada, porque en el fondo de mi mente quería creer que se preocupaba por mí tanto como yo lo hacía por él.
Me acosté en la cama y me acurruqué en posición fetal, tratando de olvidar el hecho de que debería haber estado a bordo de un avión para pasar un fin de semana a solas con Pedro.
El domingo por la mañana me desperté de mi tercera noche consecutiva de sueño inquieto.
Pedro no había llamado desde que me había enviado esos airados textos en las primeras horas de la mañana del viernes y yo estaba más deprimida que nunca. De algún modo, Pedro había creado su camino en mi vida y en mi corazón y yo sabía que lo quería a él allí.
Pero ahora que se había distanciado estos pocos días de mí, tal vez se había dado cuenta de que no valía la pena. Justo como yo pensé que mi vida sería más fácil sin él, tal vez él había llegado a la misma conclusión.
Mi corazón se contrajo ante el pensamiento.
Salí de la ducha con la decisión de llamar a Pedro para pedirle disculpas por alejarme de él, y para darle la oportunidad de explicarse. Se había vuelto dolorosamente obvio que había un gran agujero en mi vida sin Pedro.
Me vestí con pantalones vaqueros, una camiseta y mi chaqueta de cachemira favorita. Me tomé el tiempo para secarme el pelo y hasta me puse una capa de maquillaje. No me estaba preparando para Pedro tanto como estaba tratando de aumentar mi confianza para hablar con él. Me sentí avergonzada por ser una cobarde y dejarlo sin una explicación el jueves.
Yo había pasado de pasivo—agresiva, girando y alejándome sin dejarle explicar y eso no había resuelto nada. Me pinte los labios con mi brillo favorito frente al espejo, tomé una respiración profunda y luego me dirigí a mi teléfono.
Busque a través de las llamadas y los textos recientes una vez más para asegurarse de que no me había llamado desde el viernes por la mañana y luego marque su número.
Él no contestó. Me mordí el labio preguntándome si debería dejar un mensaje.
Decidí no hacerlo. Ni siquiera sabía si me debería molestar a llamar de nuevo. Vería mi nombre en la lista de llamadas recientes en su teléfono. ¿Debería preocuparme en dejar un mensaje de texto? Salí corriendo de mi habitación para encontrar a Cata y pedir su consejo.
La encontré con las piernas cruzadas en el sofá con su tablet y una taza de café. Sus ojos se abrieron por la sorpresa de verme vestida y maquillada, como apenas había salido de mi habitación todo el fin de semana.
—¿Qué pasa?— Ella sonrió.
Yo arqueé una ceja.
—¿Qué estás haciendo?— Me dejé caer a su lado.
—Sólo revisando mi correo electrónico.— sonrió Cata.
—Traté de llamar a Pedro— solté. Cata tosió el sorbo de café que acababa de tomar.
—¿Por qué?— La voz de Cata era estridente.
—¿Cómo que por qué?, Para darle la oportunidad de contarme su versión de los hechos. Pedir disculpas por ser una perra pasivo-agresiva.
—De acuerdo. ¿Ha llamado o algo?
—No, no desde el viernes. ¿Qué pasa Cata? estás actuando raro— Entrecerré los ojos a ella.
—Bueno...— Ella golpeó sus uñas en la parte posterior de su tablet. —Cuando empezaste a salir con Pedro, empecé a hacer algunas investigaciones. Configure una alerta en Google para él, por lo que cada día recibo un correo electrónico si está en las noticias, y lo hace, y mucho.
—El tipo acosador— le sonreí.
—Bueno...— ella se mordió el labio inferior.
—Santa mierda, Cata. ¿Qué encontraste?— Cogí la tablet de sus manos. Una foto de Pedro con su brazo alrededor de Nikki apareció a través de la pantalla. Llevaba un vestido de corte bajo y una sonrisa radiante.
Pedro lucia peligrosamente sexy como siempre.
—¿Cuando fue esto?— Miré en sus ojos. Se sentó sin palabras mirándome.— Cata, cuando fue?
Busqué la página y mis ojos se posaron en la fecha del artículo.
Ayer por la noche. Pedro había estado con Nikki anoche.
Las lágrimas surgieron de inmediato en mis ojos.
Así que por eso no había llamado, porque había estado ocupando su tiempo con Nikki. Supongo que no había significado nada más para él.
Le entregué la tablet de nuevo a Cata y me dirigí a mi habitación sin decir palabra.
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