jueves, 15 de marzo de 2018

CAPITULO 23





Pedro me acompañó al evento de moda más tarde esa noche y se comportó lo mejor posible. 


Sonrió Y conversó cuando era necesario, fue amable cuando era reconocido, pero por lo demás me dejó tomar la iniciativa. Él mantuvo su brazo alrededor de mi cintura toda la noche y me acarició la espalda y me susurró al oído periódicamente. Había sido un perfecto caballero, lo que solo había aumentado mi deseo por él.


Para cuando me escolto al Bentley esa noche yo estaba loca de lujuria por él.


Parker nos dejó en la acera del edificio de apartamentos de Pedro e hicimos nuestro camino en el vestíbulo y los ascensores. Mi cuerpo vibraba con necesidad y yo quería más que nada estar recostada contra Pedro, pasar mis dedos por su cabello y apretar mi cuerpo contra el suyo.


Un grupo de personas nos siguió hasta el ascensor y Pedro nos guió hasta la esquina trasera. Yo llevaba un vestido gris cubierto de lentejuelas brillantes con una cremallera expuesta en la espalda. Pedro me abrazó contra su pecho, mi espalda con su frente, y puso sus dos manos sobre mis caderas. Frotó círculos pequeños y acaricio mi cabello en la parte de atrás de mi cuello.


—Me vuelves loco, Paula —susurró mientras sus manos se movían más abajo en la parte posterior de mis muslos—. Y me gustas en este vestido. Cada tipo allí te quería. —Arrastró una mano por la cara interna de mi muslo hasta mi núcleo que ya dolía por él—. Pero esto es sólo
para mí. —Deslizó un dedo dentro de mis braguitas y acarició a lo largo de mi centro.


Mi respiración se enganchó mientras echaba un vistazo alrededor para asegurarme de que nadie nos estaba mirando. Mi cuerpo estaba loco de necesidad por él, sentí como si hubiese pasado días sin su toque. Mi vestido de por si corto estaba enganchado alrededor de la muñeca de Pedro en la parte de atrás, pero desde el frente yo esperaba que nadie más lo notara.


Pedro continuó su asalto por detrás y luego presiono su dedo en mí. Mis terminaciones nerviosas escocían y mi respiración se hizo más rápida y pesada. Apreté los labios para ahogar un gemido y mi cabeza cayó hacia atrás contra su hombro.


El ascensor se detuvo y más personas se empujaron dentro. Pedro aprovechó la oportunidad para acariciar dentro y fuera de mí más rápido. Apreté duro mi trasero contra sus caderas y él gimió en voz baja. En el siguiente piso del ascensor se vació y quedamos a solas, retorciéndome y jadeando de excitación. Pedro sacó sus dedos de mí y me dio vuelta en sus brazos.


—He estado soñando con tu sabor en mi boca. —Chupó el dedo que acababa de estar dentro de mí en su boca y cerró los ojos. Entonces él tiró de mi pelo con fuerza en mi espalda y presionó mis labios contra los suyos besándome profundamente. Envolví una pierna alrededor de su cadera y la apreté contra su cuerpo. Su mano libre acarició mi muslo y agarró la cinturilla de mis bragas. En ese momento, el ascensor sonó hasta detenerse y las puertas se abrieron.


Pedro alzó mis pies del suelo y me llevó a su apartamento. Deje caer mi bolsa en el piso y él me cargo por un largo pasillo hasta su dormitorio.


Me apoyo sobre su cama y me senté. Él colocó ambas manos sobre mis mejillas y miró fijamente a los ojos.


—Eres tan hermosa, Paula —Besó a cada uno de mis párpados y luego mis labios suavemente—. Me encanta tenerte aquí, conmigo, en mi casa. —Se quitó la chaqueta y se aflojó la corbata antes de tirarla por encima de su cabeza. Tiró de su camisa fuera la cinturilla de los pantalones y luego empezó a desabrocharla. 


Mis ojos siguieron sus dedos mientras trabajaban deshaciendo cada botón. Me incliné hacia atrás con una sonrisa cuando él abrió el botón de sus pantalones.


—Llevas demasiada ropa, Paula. —Se detuvo, dejando el botón superior de su pantalón deshecha. Su rastro feliz era apenas visible y mis dedos dolían para tocar y acariciar la V de su músculo pélvico. Sentí mis pezones endurecer en excitación ante el pensamiento de su piel contra la mía.


Corrió sus dedos a lo largo de mi clavícula y entonces me arrastro hacia arriba y fuera de la cama. Él me hizo girar en sus brazos así yo estaba de espaldas a él y deslizó sus brazos alrededor de mi cintura. Podía sentir su excitación contra mi trasero y me presiono de nuevo contra él. Un suave gruñido escapó de su garganta e inclinó mi cabeza hacia atrás. Una mano permaneció en mi cadera mientras la otra viajó hasta mis costillas, pasando el escote de mi vestido y acariciando la curva de mi cuello.


—Tan hermosa. —Arrastró un dedo por mi garganta y besó por debajo de mi oído. Gemí y corcoveé mi cuerpo contra el suyo. Su mano se deslizó hasta mi cadera y luego ambas continuaron hasta el dobladillo del vestido que llegaba a medio muslo. Él masajeo la carne allí y luego lentamente deslizó sus cálidas manos arriba de mis muslos, levantando el vestido mientras ascendía. Alcanzo el encaje de mis bragas y acarició mi montículo sobre la tela. 


Gemí y sentí una oleada de excitación ante su toque.


Sus dedos trazaban sobre la tela y me tenía retorciéndome antes de que él deslizara ambas manos a mis caderas y por debajo del encaje. Lentamente bajó mis bragas, que resbalaron por mis piernas y levanto mis pies, uno a la vez.


—Quiero verte. —Las manos de Pedro se arrastraron por mi cuerpo y alcanzaron la cremallera expuesta y lentamente tiraron abajo, pulgada por pulgada. Una vez que el vestido estuvo suelto, él lo deslizó fuera de mi cuerpo y yo me quede de pie delante de él en un par de Jimmy Choos negros y nada más. Él me giró en sus brazos y besó a lo largo de mi cuello.


—Eres hermosa cuando estás excitada, Paula —Sus dedos se arrastró a lo largo de la piel de mi clavícula—. Tus mejillas están sonrojadas. —Él arrastró sus dedos por mis mejillas—. Tus ojos están brillantes. —Sus pulgares pasaron sobre mis cejas—. Tu pecho esta de un delicioso tono color rosa. —Él arrastró un dedo por mi cuello y pecho, entre mis senos—. Tus pezones son oscuros. —Deslizó la yema del su dedo sobre uno e hizo cosquillas alrededor de la endurecida punta. Aspiré una bocanada de aire y arqueé la espalda para ganar más fricción contra su cuerpo. Él bajo su cabeza y movió el pezón con su lengua y luego lo chupó en su boca brevemente, antes de besarlo suavemente y alejarse. Levantó mi otro seno en su mano e hizo lo mismo.


—Tu piel está caliente bajo mis dedos. —Arrastró la palma de su mano por la parte plana de mi estómago y se detuvo en mi montículo—. Y esto —susurró, sus dedos alrededor de la sensible carne—, siempre tan húmedo para mí. 
—Deslizó un dedo entre los resbaladizos pliegues, provocando y acariciando. Gemí de placer.


Me inclinó hacia atrás en la cama y tomó mis muslos en cada una de sus manos. Froto su nariz encima de mis muslos e inhalo profundamente cuando llegó a mi centro. 


Extendió mis piernas y sopló una bocanada de aire en mi sensible carne. Yo estaba tan excitada que estaba inhibida. Nunca nadie me había vuelto tan salvaje con lujuria y pasión antes. Él utilizó su lengua para acariciar mi centro y luego terminó en mi hipersensible protuberancia, chupándola entre sus labios. Grité de placer.


Él siguió lamiendo y lamiendo antes de usar un dedo para acariciar la hinchada carne. Empujó un dedo dentro de mí y succionó al mismo tiempo y me vine al instante. El placer pulsando en todo mi cuerpo, los dedos de mis pies se calentaron al instante y mi cerebro se inundó de placer. Mi interior se contrajo y tembló, y mi respiración llegó en jadeos mientras cabalgaba el alto del placer que sólo Pedro podría obtener de mi cuerpo.


—Eres una diosa cuando llegas. —Pedro besó su camino arriba de mi cuerpo y pasó los dedos por mi cabello antes de besarme profundamente en los labios. Le devolví el beso y probé su sabor y la sensación de su cuerpo contra mi piel.


Él se apoyó por un momento quitándose los pantalones y luego estaba en mí una vez más. 


Envolví mis piernas alrededor de sus caderas y frote mi núcleo contra él. Quería sentirlo dentro de mí, conectado conmigo. Él se burló de mi centro con su excitación y deslizó su longitud entre mis pliegues lentamente. Saboreé la sensación antes de que poco a poco él se posicionara y se deslizara en mí. Mi cuerpo se arqueó de placer y envolví mis brazos alrededor de sus hombros, apretándolo a mí. Era lo único que necesitaba en este momento. Tal vez la única cosa que necesitaría.


Él se deslizó dentro y fuera de mí lentamente. 


Suave y amoroso, me sentí como si me estuviera haciendo el amor, y esperaba que sí. 


Envolví mis dedos en su pelo y lo apreté contra mí. Moví mis caderas al ritmo de él y sabía que no podía ser más perfecto. Esto es lo que Pedro y yo hacíamos mejor. Puede ser difícil para nosotros adaptarnos el uno al otro fuera de estos instantes, pero en estos momentos éramos pura perfección.


Pedro inclino mi trasero con sus fuertes manos para penétrame más profundo y yo gemí de placer. Él aceleró y su longitud golpeó un nuevo y exquisito lugar. Mis tobillos se cerraron detrás de su trasero y él continuó trabajando dentro y fuera de mí.


—No puedo tener suficiente de ti, Pau. Nunca tendré bastante de ti. —Él trabajó dentro y fuera y luego su mano se deslizó entre nosotros y masajeo mi hipersensible nudo. Mi segundo orgasmo recorrió mi cuerpo lenta y satisfactoriamente. El cuerpo de Pedro tuvo un espasmo y yo podía sentirlo sacudiéndose dentro de mí. Él siguió golpeando a través de su orgasmo y luego se derrumbó sobre mí, abrazándome fuertemente en sus brazos mientras su pecho subía y bajaba con cada respiración.


Sedosos mechones de su pelo cosquillaban en mi frente, sonreí y cepille el cabello fuera de su rostro. Él acarició mi cuello, y rodo a mi lado, sus brazos todavía envueltos a mí alrededor. 


Acaricié con mis dedos a lo largo de sus cejas y párpados cerrados, la línea recta de su nariz y sus carnosos labios. Tracé con un dedo a lo largo de la cáscara de su oído y en torno a la parte posterior de su cuello y tiró de él hacia mí para darle un largo beso. En ese instante, yo sabía que era todo lo que necesitaba alguna vez.


Pedro trabajó desde su apartamento al otro día mientras yo iba a la oficina. Llegué a casa la noche siguiente y pedimos comida para llevar y vimos la tele e hicimos el amor en su cama. Se sentía como una especie de trozo de cielo. 


Disfruté el despertar junto a él por la mañana. 


Era un vistazo de lo que nuestras vidas podrían ser. Quizá Pedro no estaba equivocado
cuando dijo que si está bien resultaba difícil al principio. Era la primera vez que podía ver como luciría mi futuro en realidad con Pedro Alfonso en ella, y mi corazón dio un vuelco ante la idea.



CAPITULO 22





—¿Así que estás saliendo con alguien, querida?


—Mamá.— Me quejé. Habían bajado a la ciudad para reunirse conmigo para el almuerzo antes de que tuviera que ir al evento de moda más tarde esa noche. Había sido una mañana muy ocupada en la oficina principal, ya que yo estaba ubicada en Boston, y no venía a Nueva York a menudo, siempre se abarrotaba mi agenda cuando estaba aquí.


—Bueno, no he oído mucho de ti desde que te mudaste. ¿No hay nadie especial, entonces?— la mire con exasperación. Acabábamos de acomodamos en una mesa en un restaurante francés.


Al parecer, para la avanzada edad de 26 ya estaba cerca de la soltería. Ella me regañaba constantemente por que necesitaba encontrar un "buen hombre" con quien establecerme. 


Mientras estaba orgullosa de que su hija trabajara para el sitio web de moda más importante, ella pensaba que era sólo un escalón temporal hasta que me casara. También pensaba que debería trabajar mucho más para conseguir a ese "buen hombre" con quien establecerme. Era exasperante por decir poco.


—¿Dónde te vas a quedar?— Mi padre trató de cambiar de tema para aminorar la presión de había en mí. Poco sabía que él no estaba cambiando el tema en absoluto.


—Me voy a quedar en el apartamento de un amigo.— desvié mis ojos al menú.


—¿No está a cargo la empresa de darte algún lugar?— Mi mamá preguntó. No podía conseguir nada con esa mujer.


—Sí, pero mi amigo insistió en que me quedara en su apartamento. Es precioso. Con vistas al parque.— Tomé un sorbo de agua.


—¿Con vistas al parque? Es un amigo generoso. Yo no sabía que tenías amigos cercanos en la ciudad.— Ella me miró de cerca. 


Siempre sospechosa.


—Muy cerca.— Una voz familiar se acercó detrás de mí silla y deslizó una mano por mi hombro. Mi cabeza giró en completo shock. Me quedé mirando a los ojos chispeantes de Pedro.


—¿Qué estás haciendo aquí?— Le susurré entre dientes.


—¿Es esa la manera de tratar al amigo que te prestó su ático con vistas al parque?— Se sentó en la silla junto a mí. Mis ojos se abrieron, maldiciendo el día en que nació. Él no tenía idea de cómo mi madre me interrogaría después de descubrir que había una persona especial en mi vida, además, un multimillonario con un ático con vistas al parque.


— No nos conocemos. — Mi mamá extendió su mano a Pedro, pero él llevo sus nudillos a sus labios dándole un suave beso.


—Es un placer conocerle. Pedro Alfonso, amigo de Paula de Boston


—Encantador— . Los ojos de mi madre brillaron cuando me miro. —Soy Elizabeth Chaves, la madre de Paula.— Mi padre observo con tranquilidad.


—Señor Chaves—Pedro le estrechó la mano.


—Gerardo — dijo mi padre con una sonrisa sincera.


—Paula, no dijiste que se trataba de un ático con vistas al parque. El Sr.Alfonso es muy generoso.— Los ojos de mi madre se clavaron en los míos, como si estuviera tratando de buscar respuestas en sus profundidades.


— Así es.— En ese momento, el camarero se acercó a la mesa y antes de que pudiera presentarse pregunte por la carta de cócteles. Si yo iba a sentarme a través de este almuerzo, iba a necesitar algo de ayuda.


—¿Estás segura de que quieres hacer eso Paula? Sé cuáles son los efectos del alcohol en ti, y tienes el evento de esta noche.— Apreté los dientes y lancé una mirada a Pedro por encima de mi hombro. Sus ojos brillaron con diversión.


—Mojito —Asentí con la cabeza al camarero.


—Así que, ¿cuánto tiempo han sido amigos?— Mi madre se dirigió a Pedro, sabiendo que no iba a conseguir las respuestas de mí.


— Sólo un poco. Pero se siente como si hubiese pasado mucho más tiempo.— La mano de Pedro me acarició el muslo por debajo de la mesa. Lo miré de nuevo y le retire la mano lo más discretamente posible. Este hombre sabía cómo presionar cada botón que tenía.


—Sí, Pedro y yo hemos estado menos tiempo juntos de lo que parece.— Una falsa sonrisa se extendió por mi cara.


—Entonces, ¿cómo se conocieron?— Mi madre volvió a dirigirse a Pedro.


—Paula y yo nos conocimos en la apertura de una de mis tiendas. Nos llevamos bien inmediatamente se podría decir.— La mano de Pedro apretó firmemente mi muslo. Estaba loco, como yo estaba loca por él en este momento, su toque se las arregló para enviar un hormigueo a mi centro. Le di un largo trago a mi copa y me preparé para uno de los tortuosos interrogatorios de mi madre.


— ¿Así que usted es propietario de un negocio, entonces?— Pregunto mi madre.


—Entre otras cosas.— Pedro le dio su encantadora sonrisa torcida.


—Bueno, es maravilloso escuchar a alguien que llame a Paula por su nombre completo.— Mi madre se había enamorado de Pedro. Sus ojos estaban todos soñadores y tenía una gran sonrisa en su cara.


— Hermoso nombre para una hermosa chica.— Pedro sonrió. Puse mis ojos en blanco. Yo había perdido la batalla antes de haber comenzado.


Mi madre se pasó el resto del almuerzo hechizada por Pedro. Ella nunca tuvo una oportunidad de resistir el encanto de Pedro. Lo sorprendente es que de alguna manera lo hacía con mi papá también. Hablaron de fútbol universitario y de la pesca y el whisky caro. 


Pedro prometió enviarle una botella de su favorito que había importado de Escocia.


—Fue un placer conocerte, Pedro— Juro que mi madre le pestañeó. Como la romántica empedernida que era.


— Un placer conocerla, señora Chaves. — Pedro le dio un beso en la mejilla.


— Tú y Paula deberían venir a visitarnos al norte del estado pronto, nos encantaría tenerte en casa,— mi madre se dirigió exclusivamente Pedro.


—Nos encantaría ir— . Pedro deslizó su brazo alrededor de mi cintura. Yo nunca sería capaz de luchar contra las preguntas de mi madre ahora. 


Si ella tenía alguna duda de que Pedro era algo más que un amigo, sin duda ahora no; Pedro se había asegurado de eso.


Ella se inclinó para darme un abrazo un poco apretado y me susurró al oído: —Es maravilloso, Paula.— Allí estaba toda soñadora sobre Pedro Alfonso de nuevo. Puse los ojos en blanco y me aparte para darle a mi padre un abrazo.


— Cuídate mucho, Paula.— Mi padre me palmeó la espalda. Pedro le hizo señas a un taxi y fueron a la estación de tren para volver a casa.


Comencé a caminar hacia la oficina, en la calle 57 y sin decirle una palabra a Pedro.


Se acercó en silencio a mi lado durante algunos pasos antes de coger mi brazo y girarme hacia él.


—¿No me vas saludar con un beso?— Pedro colocó un beso en mis labios y me pasó los dedos por la parte de atrás de mi cuello.


Me alejé rápidamente


—¿Cuál era el trato Pedro? — Me crucé de brazos y lo mire.
Una amplia sonrisa se dibujó en su rostro


— Eres linda cuando estás enojada.— Me acarició el labio inferior con la yema del pulgar. 


Resoplé con exasperación.


— ¿Es por eso que me haces enojar todo el tiempo?


— Es curioso. Vine a ser tu escolta esta noche.— Sonrió.


—Te lo dije, no necesito un escolta.— Me mantuve firme ante él. Si él hubiese venido a acompañarme esta noche no en plan de vigilarme, habría sido mucho más receptiva. 


Pero nada más lejos de Pedro para abordar cualquier cosa de una manera convencional.


— No, dijiste que no querías a Parker. — Pedro pasó la lengua por sus labios cuando sus ojos se dirigieron a la parte superior de mi vestido directamente a mi escote expuesto. 


Puse mis manos en mis caderas. No sabía qué hacer con este hombre? Si no me estaba volviendo loca de ira, me estaba volviendo loca de lujuria. Y entonces me di cuenta de que tal vez me volvía loca de lujuria porque me volvía loca de ira. Tomé una respiración profunda ante ese totalmente jodido pensamiento y bajé los brazos en señal de derrota.


—¿Cómo sabías dónde estaba? ¿Investigación?— Puse los ojos en blanco.


—Nunca revelo mis fuentes.— Él sonrió, una sonrisa diabólica. —Vamos a mi casa para prepararnos. — Pedro recorrió con su dedo a lo
largo del escote en V de mi vestido sugestivamente. Rodé mis ojos mientras Pedro tomaba mi mano y me llevaba al Bentley estacionado en la acera.


—Hola, Parker.— Me deslicé en el asiento trasero.


— Es bueno verla Sra. Chaves.— Parker me dio una genuina sonrisa por el espejo. Los ojos de Pedro se estrecharon en un destello de ira cuando miro a los ojos de Parker por el espejo retrovisor y, simultáneamente, levantó el cristal de privacidad.


—¿Celoso, Sr. Alfonso?— Mis ojos bailaban con diversión.


— No por ahora.— La mandíbula de Pedro se apretó cuando me agarró por la parte superior del muslo posesivamente.




CAPITULO 21




—Hueles delicioso—. Los ojos de Pedro brillaron cuando me deslicé en la parte posterior del Bentley.


—Mmm, tú también— susurré mientras acariciaba la curva de su cuello. No había un olor en la tierra que ansiara más que el fresco aroma masculino de Pedro.


—Así que ¿cómo fue tu teleconferencia?— Pedro besó a lo largo de la curva de mi cuello cuando el coche se alejó de la acera.


—Bien—. Me reí antes de presionar mis labios contra los suyos en un prolongado beso. Pedro envolvió su mano alrededor de la parte de atrás de mi cuello y me abrazó a él.


—Te extrañé mucho—, suspiró y presionó su frente contra la mía.


—Sólo han pasado un par de horas.— Besé sus labios y alise con mis pulgares sus espesas cejas.


—No puedo soportar cuando estás lejos.— Él me abrazó con fuerza.


—Yo tampoco.— Sonreí y puse mi cabeza en su hombro.


El coche desaceleró y luego se detuvo. Pedro y yo nos sentamos abrazados por unos preciosos momentos de más antes de que me deslizara fuera de su regazo y abriera la puerta. Nos dirigimos a una de las pocas mesas libres en el restaurante de sushi e hicimos nuestra pedido con el camarero.


—Tengo que ir a Nueva York—. Tomé un sorbo de agua, observándolo a través de mis pestañas.


—¿Qué? ¿Cuándo?


—Mañana por la mañana. Hay una cosa de moda la noche del miércoles, y luego voy a estar en la oficina el jueves y el viernes.


—¿Vas a estar ausente por tres días?— La ira brilló en los ojos de Pedro.


—Sí, no es la primera vez que he tenido que ir a Nueva York. Cosas normales.— Me encogí de hombros.


—No quiero que te vayas.— Pedro me miró furioso.


—¿Qué? ¿Por qué?— Su reacción me tomó por sorpresa.


—Acabas de regresar, Paula, y ahora te vas otra vez?


—Para una cosa de trabajo.— ¿Así es como sería siempre? ¿Oposición a cada paso? Pedro Alfonso era nada menos que agotador.


—No quiero que te vayas—, bajó su voz. Lo mire a los ojos y vi que hablaba en serio. Justo en ese momento llegó el camarero con nuestros rollitos de sushi. Le di las gracias y esperé hasta que estuvo fuera del alcance del oído para abordar la ridícula petición de Pedro.


—Bueno...— Recogí mis palillos. —Es una lástima, porque voy—. Lo miré directo a los ojos.


Él rechino los dientes. Puede que yo tenga una vena terca, pero este hombre no iba a pisotear toda mi carrera. Tome una respiración profunda y mantuve el contacto visual con él para hacerle saber que esto no era negociable.


—Bien,— resopló él y agarró los palillos y los enterró en su rollo de salmón. —Puedes quedarte en mi casa en la ciudad.


—¿Tienes un lugar en la ciudad?— Mis cejas se alzaron.


—Tengo que ir mucho allí por negocios—. Se encogió de hombros.


—Bueno, está bien, la compañía me tiene instalada en algún lugar.


—No seas tonta. Te quedarás en mi casa. De hecho voy a enviar a Parker contigo. Entonces puedes evitar los taxis y él te puede ayudar con cualquier cosa que necesites.


—Absolutamente no.


—¿Qué quiere decir con absolutamente no?


—No vas a enviar a Parker para que me cuide. Yo no necesito un escolta, esta no es mi primera vez en la gran ciudad.—Puse los ojos en blanco.


—Entonces por lo menos te quedas en mi lugar.— él me miró fijamente.


—Bien—. Dudé. —Estaré sola sin ti.


Pedro me dio una sonrisa descarada. 


—¿Vas a extrañarme?


—Sí—. Froté mi pie a lo largo de su pierna. Una mirada oscura cruzó sus ojos.


—Haz eso otra vez y te llevo a casa conmigo, y te encierro para que no puedas ir a Nueva York.


¿Estaba mal que algo de lo que dijo desató lujuria en la boca de mi estómago?


—Esa una idea tentadora.— Mis ojos brillaban con diversión. Sus cejas se alzaron y una sonrisa maliciosa se dibujó en su rostro. Sonreí y atrape una pieza de sushi de su plató y lo metí en mi boca.