domingo, 11 de marzo de 2018
CAPITULO 9
Pedro me sostuvo envuelta alrededor de su cuerpo mientras tomaba las escaleras de dos en dos. Abrió una puerta y entramos en el dormitorio principal que abarcaba todo el piso superior de la casa. La habitación estaba iluminada con una estela de la luz de la luna desde el suelo hasta las ventanas del techo con vistas al Public Garden y la ciudad más allá.
Estaba segura de que la vista normalmente me habría quitado la respiración si no estuviera arropada por el duro cuerpo de Pedro Alfonso en este momento.
-Voy a follarte contra esas ventanas Paula, pero no esta noche. -Me sentó en las suaves sábanas blancas de su cama y se apartó para mirarme. Los pantalones de etiqueta colgaban bajo sobre sus caderas con el botón superior deshecho, lucía peligrosamente sexy bañado por la luz de la luna y todo lo que podía pensar era en su cuerpo apretado contra el mío.
-Lo suficientemente buena para comer, Paula. -Sus ojos se deslizaron de arriba y abajo de mi cuerpo.
-Podría decir lo mismo de ti. -Mis ojos se encontraron con los suyos. Me dio una sonrisa torcida mientras levantaba mi pie y trazaba a lo largo con su nariz. Tomó mi zapato y lo dejó caer al suelo. Colocó mi pie de nuevo en la cama suavemente y luego retiró mi otro zapato antes de gatear por la cama y mi cuerpo. Sus dedos capturaron la cinturilla de mi ropa interior.
-Espero que no seas aficionada a estos. - Pedro rasgó el delicado encaje fuera de mi cuerpo y los empujó en el bolsillo de su pantalón. Mi corazón saltó algunos golpes mientras él pasaba su nariz por el costado de mi muslo, asegurando mis piernas en su lugar con sus fuertes manos.
Me retorcí bajo su control en anticipación de lo que podría hacer.
-Hueles embriagadoramente. -Palmeó sobre mi centro antes de deslizar su lengua entre mis muslos. Grité de placer al sentir finalmente su toque donde mi cuerpo más quería.
-Siempre tan dispuesta. -Se alejó por un momento antes de correr su lengua hasta el manojo de sensibles nervios. Grité otra vez y me arqueé hacia él. Mis manos se enredaron en su cabello y tiré de las hebras de seda. Alternó chupando y mordisqueando antes de empujar lentamente un dedo dentro de mí. El deseo me inundó cuando Pedro continuó lamiendo y mordisqueando antes de deslizar otro dedo dentro de mí y bombear su mano. Mi cuerpo comenzaba a tensarse y estaba a punto de explotar debajo de él, pero lo quería sentir dentro de mí. Traté de arrastrarlo hacia mí, la señal de que estaba lista para él.
-Todavía no, Paula. Quiero que te vengas primero. -Bombeó más profundo y chupó más duro y caí sobre el acantilado mientras el placer se vertía a través de mi cuerpo. Mis dedos apretaron el agarre sobre su pelo cuando mi cuerpo se tensó y luego se relajó debajo de él. Mi corazón latía con fuerza en mis oídos y mi respiración salía en rasgados jadeos.
-Eres tan dulce como pensé que lo serias. -Se arrastró hasta mi cuerpo y luego me besó en los labios, obligando su lengua en mi boca para saborearme a mí misma en él. La acción fue sorprendente excitante e hizo mi cabeza marearse con el deseo de probarme y a él mezclados juntos.
Sostuve su cabeza con la mía con fuerza y lo besé con pasión. Pedro se apartó de mí y gemí.
-¿Estamos dispuestos, Señorita Chaves? -Sonrió, retrocediendo de la cama desabrochó sus pantalones, dejándolos caer al suelo. Mis ojos se posaron en su longitud mientras se acariciaba un par de veces mientras me miraba.
-Me tienes tan duro, Paula. -Los ojos de Pedro ardieron.
Gateó sobre mí en la cama y me tomó la cabeza con fuerza entre sus manos mientras me besaba y pasaba la punta de su miembro entre mis piernas. Envolví ambos brazos alrededor de su cuerpo, enterrando mis uñas en su espalda.
Mis piernas se cerraron alrededor de su cintura y lo apreté con más fuerza contra mi centro, animándolo.
-¿Estás lista para mí, Paula? -Mis ojos vacilaron mientras él se congelaba encima de mí.
-Sí. -El aire escapó de mis pulmones.
-Dilo -gruñó, sus caderas contra mí, provocándome.
-Estoy lista para ti -susurré y arqueé la espalda hacia él.
-Lista para mí, ¿para hacer qué, Paula? -Continuó provocándome.
-Listo para que me folles, Por favor, fóllame, Pedro -Mis uñas excavaron en su espalda.
Gimió encima de mí.
-Me gusta oírte rogar, Paula. -Atacó mi boca con la suya mientras empujaba en mí en un movimiento rápido. Di un grito ahogado en su boca ante la repentina sensación de él dentro de mí. Mi cuerpo se adaptó rápidamente y comenzó a entrar y salir. Besó y mordisqueó a lo largo de mi cuello y sus manos acariciaron desde mis pechos a mis caderas. Luego se echó hacia atrás y tomó mi pantorrilla en su mano y la levantó por encima de su hombro mientras comenzaba a estrellarse contra mí. Grité de placer cuando el nuevo ángulo le hacía golpear a un lugar nuevo y delicioso.
-Te sientes tan jodidamente apretada, Paula. -Empujó dentro y fuera y puse mis manos encima de mi cabeza para agarrarme contra la cabecera.
-Te ves tan sexi expuesta así para mí. -Situó otra mano en mi pecho y lo apretó con fuerza. Me estaba llenando hasta la empuñadura y no podía imaginar que algo se podría sentirse mejor. En ese momento, la mano de Pedro se arrastró hacia abajo de mi pecho a mi hipersensible conjunto de nervios y comenzó a presionar y masajear en círculos.
-Vente para mí, Paula. -Siguió meciéndose dentro y fuera de mí. Me miró a los ojos y mi orgasmo me atravesó, enviando estremecimientos hasta los dedos de mis pies y llenándome de placer hasta mi cabeza. Pedro gimió y apretó la mandíbula y luego sentí su cuerpo pulsar. Sus golpes se ralentizaron y se desplomó sobre mí jadeando. Mis dedos se entrelazaron en su pelo y mi corazón se sentía como si pudiera retumbar fuera de mi pecho mientras la cabeza de Pedro estaba encima. Su respiración se desaceleró y rodó a un lado y se enroscó alrededor de mi cuerpo, me encerró en sus brazos mientras escuchaba su respiración más profunda. Mis propios párpados se volvieron pesados y me quedé dormida casi al instante.
Estiré mis brazos hacia atrás como un gato y suspire profundamente antes de que la realización iluminara mi brumoso cerebro y me diera cuenta de que no estaba en mi propia cama. Y que mis partes femeninas dolían. Había ido a casa con Pedro anoche, y ahí estaba yo a la mañana siguiente, inhalando el olor a almizcle de nuestras relaciones sexuales en sus sabanas. Imágenes del viaje en limosina aquí, inmovilizada contra la pared, y él entre mis piernas, cruzaron por mi mente.
Abrí los ojos lentamente y me di la vuelta, encontrándome sola en su cama. La arrugada sábana blanca estaba envuelta sobre mi cuerpo desnudo y de repente sentí solo vergüenza. Pedro se había deslizado fuera de mí; ¿se arrepentiría de lo de anoche? ¿Debo vestirme y salir a hurtadillas por la puerta? Me mordí el labio y miré alrededor de la habitación por mi ropa y me di cuenta de que Pedro me había desvestido en el vestíbulo, y luego arrancó mis bragas anoche. No tenía nada que llevar a excepción de un buen par de zapatos.
Mis ojos escanearon alrededor de la habitación por algo con lo que cubrirme. Esto sería un paseo de la vergüenza. La camiseta de Pedro yacía sobre una silla junto a la puerta y fui por ella e hice mi camino hasta su cuarto de baño. Hice mis necesidades entonces me paré delante del espejo para hacer control de daños. Deslicé mis dedos rápidamente a través de mi cabello para quitar los enredos y luego salpiqué mi cara con agua en un intento de lucir fresca. Tiré de la camiseta sobre mi cabeza y la extendí para cubrir mi trasero lo más posible. No sabía a lo que me iba a enfrentar cuando saliera por la puerta del dormitorio, pero tenía que hacer por lo menos un intento de dignidad ante la situación actual.
Solté el aire de mis pulmones, sostuve mi cabeza en alto, y caminé fuera de la habitación y me dirigí escaleras abajo.
CAPITULO 8
Entramos en el ascensor y cuando las puertas se cerraron la tensión sexual entre nosotros se volvió casi insoportable. Mi corazón estaba golpeando en mi pecho tan fuerte que estaba segura de que Pedro podía oírlo. Apreté mi mano en su brazo reflexivamente y él se giró para mirarme. Mi mirada sostuvo la suya y me mordí con fuerza mi labio inferior para centrarme en algo más que las mariposas que amenazaban con ahogarme. Fuego brilló en los ojos de Pedro y extendió su mano para tirar de mi labio lejos de mis dientes con la yema de su dedo pulgar. Mi lengua salió para lamer mis labios brevemente y atrapo su dedo. Sus ojos se ensancharon y mi respiración quedo atrapada cuando una peligrosa lujuria nubló su mirada de acero. En ese momento las puertas del ascensor se abrieron y Pedro retiró su mano para acompañarme a salir del ascensor. Puso su mano en la parte baja de mi espalda ayudándome a mantener el equilibrio mientras entraba en la limo, y luego él siguió detrás de mí. Tras alejarnos de la acera los ojos de Pedro se reunieron con los míos.
-Realmente te ves lo suficientemente buena como para comer, Paula. ¿Una bebida? - Me pasó una copa de champagne. Cogí el vidrio con dedos temblorosos y tome un sorbo.
-No tienes que estar nerviosa. No te voy a dejar sola esta noche -me miró directamente a los ojos, como si eso fuera a ayudar a calmar mis nervios. Me limité a asentir.
-Parte de mí quiere llevarte a mi casa para que nadie pueda verte en ese vestido. Para mis ojos solamente -Él trazó con sus dedos a lo largo de mi muslo. Me sonrojé mientras sus ojos me observaban.
-¿Vas a hablar esta noche, Paula?
-Sí — susurre. Terminé mi copa de champagne de un solo trago y Pedro levantó su ceja antes de tomar mi copa.
-Justo a tiempo. Aquí estamos -Pedro terminó su champagne y luego me guió fuera del coche. Salió detrás de mí y puso su mano en mi espalda, las puntas de sus dedos jugando justo debajo del dobladillo-. No puedo esperar para sacarte este vestido esta noche- susurró en mi oído. Mi corazón se detuvo y sentí mis mejillas arder mientras nos fusionamos con la multitud que subía los escalones hacia el baile.
Pedro fue fiel a su palabra y mantuvo su brazo alrededor de mi cintura durante todas las bebidas y mientras hablaba con socios de negocios y conocidos. Me sentía torpe y fuera de lugar, pero la mano fuerte de Pedro en mi espalda me mantenía conectada a tierra y en el presente, consciente de la energía sexual zumbando entre nosotros. La cena se anunció y nos dirigimos a una habitación con vistas al río.
Nos sentaron en grupos de ocho, y Pedro me presentó a todos en la mesa. Una mujer, no mucho mayor que Pedro, sostuvo a mi mirada y me valoro cuidadosamente cuando él me presentó. Tenía el pelo largo oscuro y brillante, con ojos almendrados y llevaba un sexy vestido de cóctel azul marino.
-Evangeline, este es John Davis y Madeleine Snow-Una pequeña sonrisa apareció en los labios de la mujer. Eché un vistazo a Pedro para calibrar su reacción a ella, pero él no mostró ninguna. Asentí a cada uno de ellos con una sonrisa, y comencé a juguetear con las manos debajo de la mesa. Pedro lo notó y tomó mi mano en la suya, sosteniéndola en su regazo. Suspire y desee que mi corazón dejara de punzar.
La conversación en la mesa era animada y durante la cena sonreí y asentí con la cabeza cuando era apropiado. Pedro apenas me habló, pero mantuvo un firme agarre en mi mano.
Cuando trate de apartarme, él sólo la sostuvo con más fuerza. Para cuando llego el postre yo estaba aburrida y lista para que la noche terminara. Claramente sólo había sido invitada para ser un adorno, Pedro apenas se había dirigido a mi esta noche.
-¿Algún problema, Paula? - Se inclinó Pedro y susurró en mi oído. Mis ojos se clavaron en los de él con una mirada de irritación.
-Creo que es hora de que me vaya - intenté tirar mi mano de la de Pedro.
-Eso es una lástima, Paula - sus ojos brillaban peligrosamente mientras deslizaba mi mano arriba de su muslo y hacia contacto con su muy obvia erección-. He estado bastante excitado al estar a tu lado toda la noche - su mirada taladro la mía. Mi respiración se atrapo y un hormigueo inmediatamente se apoderó de mi cuerpo. Mordí mi labio y tire de mi mano de nuevo en mi regazo. Él puso su mano en mi muslo y froto suavemente de adelante hacia atrás, trepando un poco más con cada pasada. Pedro regreso a la conversación en la mesa como si no me estuviera volviendo loca bajo el mantel. Traté de ajustar mi pelvis más bajo para disuadir a Pedro de continuar, pero parecía que sólo lo excitaba mientras las yemas de sus dedos subían más arriba de mi muslo. Él siguió frotando de un lado a otro donde la parte superior de mi muslo se encontraba con mi vientre. No pude tomar ni un minuto más de su tortura.
-Perdón - me puse de pie y sonreí a la mesa. Pedro se levantó y agarró mi mano-. Voy al baño - le susurre. Una mirada peligrosa brilló en sus ojos cuando deje caer su mano y me aleje. Hice mi salida de la sala y me dirigí hacia las puertas dobles. Aspire una bocanada del fresco aire de la noche en mis pulmones y me desplome contra la pared de ladrillo. Tenía casi decidido llamar a Cata y pedirle que viniera a buscarme.
-¿Te estás divirtiendo con Pedro? -Madeleine Snow se me acerco con una sonrisa fría en su rostro-. Sabes él no es alguien en quien construir tus sueños.
-Gracias por el aviso-mis ojos observaban la fría noche de Boston.
-Pedro rompe corazones. Una vez que él te folle te dejará. - Sin duda debería haber llamado Cata pidiéndole que me buscara. No me interesa estar colgada del brazo de Pedro, o permitir que una mujer viciosa que pensaba que tenía un derecho sobre él afilara sus garras en mí.
-Confía en mí, Paula. Una vez que él haya conseguido lo que quiere pasara a la siguiente -con eso, ella se dio la vuelta y se dirigió a la puerta. Tomé una respiración profunda y saque mi teléfono para mandarle un mensaje a Cata.
- ¿Qué hay con el acto de desaparición? - Pedro salió de la puerta del edificio con un andar seguro.
-Necesitaba aire - evite que mis ojos se reunieran con su mirada.
-Vamos - puso su brazo alrededor de mi cadera y el aire crujió con energía entre nosotros-. Ya hice mi aparición. Y no puedo dejar de pensar en quitarte ese vestido -apretó su cuerpo al mío para mostrarme qué tan excitado que estaba. Mi respiración se enganchó y mi mano subió a la parte posterior de su cuello. Respire su fresco aroma y creo que mi cuerpo se tambaleó con la excitación. Me sentí irremediablemente atraída a él como una polilla a una llama, no importaba lo que haya dicho Madeleine. Tenía la sensación de que saldría quemada por culpa de Pedro Alfonso, pero no me importaba.
Él presiono sus labios con los míos y pasó su lengua por mi labio inferior. Abrí mi boca y nuestras lenguas se enredaron juntas. Cómo podía ser tan controlador y tan romántico de un momento a otro, no lo podía entender. Lentamente se apartó y apoyó su frente en la mía, su respiración era entrecortada y sus ojos estaban nublados.
- ¿Qué me estás haciendo, Paula? -Susurró él suavemente y luego trazo mi labio inferior con la yema de su dedo pulgar-. Carro, ahora, - me apartó de la pared y me acompañó con pasos rápidos a donde la limusina estaba esperando.
-Casa - instruyó Pedro a su conductor mientras entrabamos en la limo. . Me escabullí hasta el otro lado del asiento y Pedro se deslizó junto a mi lado, deslizando su mano detrás de mí cuello y girando mi cabeza para mirarlo.
-Eres tan hermosa - me dio besos dulces a lo largo de la línea de mi cuello y luego rozó mi oreja con sus dientes. Se abrió camino a lo largo de mi mandíbula hacia mis labios, me estaba volviendo loca con la lujuria. Arqueé mi espalda hacia él y profundice el beso. Él gruñó en el fondo de su garganta y deslizó su mano por mi torso para trazar con sus dedos a lo largo del borde del vestido, justo por encima de mis pechos. Amaso mi sensible carne con un agarre firme y mis pezones se endurecieron bajo su toque. Mi respiración se hizo entrecortada y me alejé, desesperada por llenar mis pulmones con aire. Él colocó su otra mano detrás de mi espalda y me reclino contra el asiento permitiéndole mejor acceso a mi cuerpo.
-Quiero rasgar el vestido de tu cuerpo y hacer el amor contigo aquí mismo-Pedro tiró del escote, revelando más de mi carne y pasó su lengua por el borde del ajuste encaje. Mi piel se estremeció de deseo y mis terminaciones nerviosas se calentaron al instante. Mi cuerpo entero zumbaba con lujuria por él y levanté mis caderas buscando una mayor fricción. Él uso ambas manos para presionar mis pechos hasta que la carne se desbordó desde la parte superior del vestido y luego utilizo sus dientes suavemente para morder y lamer. Me estaba volviendo loca con necesidad y yo ansiaba el contacto piel a piel con él.
Le empujé hacia atrás y fuera de mí y me dio una mirada confusa. Le sonreí, así sabría que no tenía ninguna intención de empujarlo lejos esta noche. Esto podría llegar a ser una aventura de una noche con Pedro Alfonso pero yo iba con todo. No podía alejarme de él ahora, y no quería. Empuje su espalda contra el asiento y me cerní sobre él, besando sus labios, a lo largo de su mandíbula, rozando el lóbulo de su oreja y luego bajando por su cuello. Su olor era embriagador y su piel tenía un sabor ligeramente salado y masculino. Mis dedos alcanzaron su corbatín y desataron el nudo.
Desabroche el botón de su cuello y arremoline mi lengua en el hueco de su cuello. Él respiró hondo cuando pase mis dedos por las solapas de su chaqueta hasta aterrizar en el botón de sus pantalones. Gimió cuando desabroche la cremallera. Me sorprendí al encontrar que no estaba usando ropa interior.
-Paula…- susurró mi nombre. Lo mire a los ojos a través de mis pestañas y luego trace con mi lengua su endurecida longitud. Su cuerpo entero se estremeció de placer. Seguí la cabeza de él con mi lengua, antes de llevarlo en mi boca.
Sus caderas corcovearon en respuesta y su mano se curvo en mi pelo.
-Tu boca se siente tan jodidamente bien- gimió él con los ojos cerrados y la cabeza apoyada en el respaldo del asiento. Corrí mi puño a lo largo de su longitud mientras me balanceaba hacia arriba y hacia abajo, tomándolo completamente en mi boca cada pocos pasos. Sus dos manos se enredaron en mi pelo y apretó mientras sus caderas comenzaron con ritmo a reunirse con mi boca, podía decir que estaba cerca. Lo tome en la parte posterior de mi garganta y apreté mis labios mientras tiraba de él y luego sentí chorros de su salado sabor en mi boca. Seguí algunas pasadas más a lo largo de su longitud suavemente mientras él cabalgaba su orgasmo y entonces solté su longitud con una sonrisa. Pedro me levantó de su cuerpo y me besó con fervor. Apretó sus labios tan duro con los míos que pensé que saldría un moretón.
-Me dejas sin palabras, Paula - él tiró lejos y me dio una sonrisa torcida, sus ojos entrecerrados con una mirada en partes iguales de lujuria y algo más. La limusina se detuvo y Pedro subió su cremallera y se abrochó los pantalones justo cuando la puerta se abría. Su conductor estaba parado esperando que saliéramos del coche.
- ¿Quieres entrar? - La mano de Pedro tocó mi mejilla con una sonrisa. Asentí. Agarró mi mano y nos dirigió hacia la acera de una casa en Beacon Street.
-Gracias, Parker - asintió a su conductor. Me acompañó por las empinadas escaleras con su mano apretada alrededor de la mía. Una luz brillaba a través de dos pilares de piedra caliza iluminando la puerta. Nos detuvimos y él marco un código antes de abrir la puerta para nosotros. Caminamos por una amplia entrada con pisos de mármol oscuro y blancas paredes cremosas con elegantes molduras.
Pedro se giró y me empujó contra la puerta que acababa de cerrar detrás de nosotros y deslizó su mano hasta la longitud de mi muslo. Su otra mano serpenteaba alrededor de mi cintura mientras se inclinaba y delicadamente me beso en los labios. Mis manos se enredaron en su pelo y tiraron. Un estruendo escapó de su pecho y su mano se deslizó hasta mi trasero y apretó firmemente.
-Me encantas en este vestido, Paula, pero es demasiado restrictivo para lo que quiero hacer contigo, - sus ojos brillaban con lujuria. Corrió una mano lentamente por mi espalda, siguiendo la curva de mi espina dorsal, y encontró la cremallera en la parte superior del vestido. Deslizó lentamente la cremallera mientras mi corazón comenzaba a latir con fuerza y arqueé la espalda hacia él. Desabrochó el vestido y lo aflojó de mi cuerpo sin dejarlo caer. Un dedo jugó con el encaje por encima de mis pechos, antes de tirar lentamente de la tela hacia abajo para revelar el pecho a él.
Mis pezones se endurecieron cuando el tejido rozó mi piel hipersensible. Sus ojos me miraban a través de oscuras pestañas antes de que se inclinara y encontrara mi pezón con los dientes, tirando con firmeza antes de succionarlo en su boca. Mi cuerpo se estremeció de placer y mis manos sostuvieron su cabeza en mi pecho, animándolo. Él plantó una mano firmemente en la puerta detrás de mí y me inmovilizó con la longitud de su cuerpo. Yo jadeaba de deseo, mi cuerpo inundado de sensibilidad. Mis manos se fueron a las solapas abiertas de su chaqueta y la empuje fuera de él, y entonces empecé a trabajar en los botones de su camisa de vestir. Tiré de la camisa fuera de los pantalones y la arrojó fuera de sus hombros. Deshice la parte superior de sus pantalones antes de que sus manos agarraran mis muñecas con fuerza, obligándome a detenerme. Mis ojos recorrieron su cuerpo delgado, desde el botón deshecho en lo alto de sus pantalones de etiqueta negros, a la marcada forma V de su músculo pélvico, hasta los duros planos de su pecho. Mis dedos dolían por correr a lo largo de su cuerpo. Moví mis manos para tocarlo, pero él me sujeto las muñecas más apretadamente y negó con la cabeza.
-No, Paula, - él tiró de mis muñecas por encima de mi cabeza y las encerró juntas con una mano. Atacó a mi cuello con mordiscos y lametones, haciendo su camino a mis labios y presionando profundamente. Pedro Alfonso me besó más apasionadamente de lo que había sido besada en mi vida.
Este hombre parecía encarnar la pasión, de pies a cabeza.
Él deslizó su mano libre en la parte superior de mi vestido y lo tiró hacia debajo de mi cuerpo lentamente. La tela corriendo por mi piel hipersensible me condujo hasta la locura y arquee mis caderas, buscando la fricción contra él.
-Todavía no, Paula. Quiero verte, - sus ojos ardían en los míos. Tiró del vestido abajo sobre mis caderas hasta que finalmente cayó y se agrupo a mis pies. Me quedé delante de él en mis shorts de niño de encaje negro y un par de Louboutin de color negro con las manos fijadas encima de mi cabeza por Pedro Alfonso. Nunca me había sentido tan expuesta o encendida. Mi cuerpo se retorcía mientras una sonrisa se dibujó en sus labios. Acarició la cintura de encaje de mis panties, amenazando con sacarlos fuera de mí.
-Encaje otra vez, Paula? - Pedro lamió sus labios, recordándome nuestra erótica escapada fuera del club la noche anterior.
Mi corazón vibraba en mi pecho, y su mano viajó alrededor de mis caderas para aterrizar en mi trasero. Su mano recorrió mi muslo y engancho mi pierna alrededor de su cadera. Me besó profundamente, terminando con un mordisco en el labio inferior antes de soltar mis muñecas y poner su mano en mi otro muslo, levantándome para encontrarme con sus caderas. Él me sostuvo contra la pared, y apreté mi núcleo contra él tratando de aliviar la tensión en todo mi cuerpo. Mis lugares más sensibles anhelaban ser llenados por él y si la tensión no se aliviaba pronto creo podría quemarme.
Envolví mis brazos alrededor de su cuello e inhale el aroma de su piel debajo de su oreja. Tire duro de su cabello para hacerle saber que estaba preparada para él. Debió haber recibido el mensaje porque sostuvo mi trasero con ambas manos, me separo de la pared y caminó con pasos rápidos hacia la amplia escalera.
CAPITULO 7
Cata y yo acabábamos de regresar de ser enceradas, desplumadas y pulidas. Cata maquillo mis ojos con un ahumado sexy para ir con el vestido de encaje negro y mi pelo caía en suaves ondas por mi espalda. Ella me ayudó a entrar en mi vestido y me prestó un par de Louboutin negros de punta abierta para la noche.
Las mariposas revoloteaban alrededor de mi estómago mientras ella sostenía mi mano y me llevaba al espejo de cuerpo entero en su habitación.
- Te ves espectacular, Paula. Él no será capaz de apartar los ojos de ti -sonrió ella con orgullo.
Mis ojos se dirigieron hacia el reflejo en el espejo. El vestido abrazaba mis curvas como un guante; mi cintura parecía increíblemente pequeña, y sólo el menor atisbo de escote se asomaba por el cuello de encaje festoneado. El vestido se deslizaba a lo largo de mis caderas, y luego, flotaba lentamente lejos de mis rodillas hasta el suelo.
-Aquí. Esto es perfecto -Cata suavemente tiró de una sección de mi pelo hacia atrás y lo prendió con un sencillo clip de brillante negro, justo detrás de mí oreja.
- ¿Te gusta? -Cata me miro por aprobación.
-Sí-susurre. Simplemente, no había palabras para describir la sensación de llevar un vestido tan hermoso. Justo en ese momento hubo un suave golpe en la puerta. Eché un vistazo a Cata. Sentí como si las mariposas hubieran saltado a mi garganta, haciéndome difícil respirar.
-Oye, vas a estar genial -Cata me abrazo-. Ahora ve a reunirte con tu príncipe azul -me dio una palmada en el trasero mientras yo me apuraba fuera de la habitación para abrir la puerta.
-Paula -Pedro estaba en mi puerta vestido con un esmoquin negro con una camisa blanca y corbata de moño. Parecía que había intentado domesticar su pelo pero todavía estaba ondulado y sexy y sólo un poco demasiado largo. Sus ojos azules acero destellaron mientras tomaba nota de mí, desde la cabeza hasta los pies-. Te ves espectacular.
-Gracias -susurre-. Tú también -mis ojos sostuvieron los suyos y pude sentir las chispas llegar a la vida entre nosotros.
Las esquinas de su boca se alzaron en una sonrisa y él tendió su brazo para mí. Le di un último vistazo a Cata, quien me dio una sonrisa radiante, y luego coloque mi brazo en el de Pedro y nos dirigimos a mi primer baile.
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