domingo, 25 de marzo de 2018
CAPITULO 55
-¿Se trata de una ocasión especial, Señor Alfonso? - Me deslicé en la parte posterior del Bentley.
Yo llevaba un top negro liso de encaje metido en una falda de cuero hasta la rodilla y botas de cuero negro. Sabía que la combinación de dulce y sexy no pasaría desapercibida para Pedro. Él me halo del asiento, hacia su regazo, presionando mis labios con los suyos.
-Para Del Frisco .- Pedro se apartó de mis labios y dio instrucciones a Parker antes de subir la pantalla de privacidad.
Sus manos fueron hasta mis muslos y apretó con fuerza.
Tocó el encaje de mis bragas y me pregunte si me las arrancaría aquí mismo en la parte posterior del coche. Él palmeó las mejillas de mi culo y las apretó mientras me besaba con fuerza mis labios.
-¿Necesito una excusa para ver a mi esposa? - murmuró contra mis labios.
-No,- dije con voz ronca en respuesta.
-Te ves esta noche muy tentadora, Señora Alfonso- Continuó amasando la carne de mis muslos con sus dedos
-¿Por qué me sigues llamando así? - Susurré contra sus labios mientras cerraba mis dedos en un puño su pelo y tiraba.
-Porque ese es tu nombre. - Besó y mordisqueó mis labios.
-Técnicamente no- Sacudiendo mi cuerpo con el suyo.
-Vamos a tener que remediar eso. Ya comencé con el papeleo. - Sostuvo mi cabeza firmemente con una de sus manos mientras me besaba.
-¿Qué? - Mi respiración salió en un jadeo, mi cerebro nublado de lujuria.
-El cambio de nombre. Empecé los trámites. Sólo tienes que firmarlo - me informó entre besos embriagadores.
-No sé si quiero cambiar mi nombre. - Seguí moviéndome encima de él.
-¿Qué? - Sus labios se apartaron de los míos en un instante.
-Yo no había pensado en eso, profesionalmente soy Paula Chaves. No sé si quiero cambiar
-Entonces no lo cambies profesionalmente, pero hazlo en lo personal.
Di un suspiro exasperada.
- Voy a pensar en ello.
-Lo harás. Eres mía y quiero que el mundo entero lo sepa. Hablando de eso, llevas tu anillo?- Levantó la mano izquierda para encontrarla vacía. Sus ojos brillaron con furia mientras me miraba
-Esta por aquí- Levanté mi mano derecha.
Apretó la mandíbula.
-No es suficientemente.- Él continuó mirando.
-Lo llevo puesto, ¿no?
-En el maldito dedo equivocado. No significa nada en ese dedo. Debe estar en la mano izquierda,Paula.- Me mordí el labio mientras mi cerebro procesa sus palabras.
-¿No quieres estar casada conmigo?- Podía ver el dolor en sus ojos azules.
-Claro que sí, lo hago- Le acaricié la sombra de la barba a lo largo de su línea de la mandíbula.
-Puedes jodidamente dejar de engañarme. No hay anillo, no vas a cambiar tu nombre, tú no vives conmigo. Las acciones hablan más fuerte que las palabras, Paula, y las tuyas son muy claras. - Me levantó de su regazo mientras el coche se detuvo en la acera del restaurante.
Parker abrió la puerta y Pedro salió, arrastrándome detrás de él, con la mano agarrado firmemente con la mía.
-No voy a dejar que te deshagas de mí. – Él me gruñó al oído mientras colocaba una mano firme sobre mi espalda.
-No es eso lo que quiero- Lo miré a los ojos implorando su comprensión. No quería que se fuera nunca de mi vida, sólo necesitaba tiempo.
Entramos en el restaurante con una luz tenue y el camarero nos llevó a la mesa que Pedro había reservado en un rincón íntimo con una vista del puerto. Me deslicé en la cabina circular y Pedro se deslizó a mi lado. Él tomó mi mano firmemente mientras ordenó un whisky para él y vino blanco para mí.
-No quiero alejarte, Pedro.- Me volví hacia él y le aprete la mano para tranquilizarlo.
-Bien, porque no tienes opción. Eres mi esposa y estoy decidido a mostrar en todos los sentidos que yo quiero todo de ti, todo el tiempo. Y eso no puede pasar si no vives conmigo.- Bajó la voz de forma seductora.
El corazón me dio un vuelco en el pecho mientras deslizaba la mano por mi muslo. El camarero se acercó y antes de que pudiera decir una palabra Pedro pidió por nosotros dos en un tono cortante.
Le di una sonrisa de disculpa al camarero cuando él asintió y se alejó.
-Estás siendo esta noche insufrible - fui brusca con él.
-Cada noche es insoportable sin ti. - Tomó otro sorbo de whisky.
Suspiré derrotada.
-Te deseo Pedro. Sé que parece que no, pero es así - le susurré.
-Entonces dame algo, Paula. El anillo, el nombre, algo - gruñó.
-Tengo miedo, Pedro.
-¿Miedo de qué? - Se volvió y me lanzó una mirada.
-Miedo de que si saltamos de lleno en esto... que no vaya a durar. Tenemos una historia de malentendidos mutuos, y no me tomo el matrimonio a la ligera, - murmuré.
-¿Tu crees que yo lo hago? Te hablé de mi infancia, ¿crees que realmente me tomo el matrimonio a la ligera? Cuando me casé contigo era para siempre. Tengo toda la intención de mantener mi promesa - gruñó.
-¿Crees que esa no es mi intención?– Le lance en voz baja.
-Creo que estas corriendo por miedo
Mi boca se abrió en shock. Las lágrimas brotaron de mis ojos y mi corazón hizo un ruido sordo en mi pecho. Yo empecé a defenderme y luego lo pensé mejor. Dios, ¿estaba en lo cierto? ¿Estaba corriendo sin siquiera darme cuenta?
La comprensión ahogó mi respiración cuando me di cuenta de que mi mayor temor había sido este desde el principio.
No era algo que Pedro hubiese hecho, o algo que habíamos hecho juntos. Tenía miedo de que corriera de nuevo a Nikki o Madeleine en el momento en que haya un bache en el camino, a pesar de que jamás me había dado una razón para pensar eso.
Yo estaba saboteando nuestra relación, por mi propio miedo e inseguridad.
-Pedro, yo… - Justo cuando estaba a punto de contestar fuimos interrumpidos por una voz familiar.
-Pedro, encantado de verte- Los ojos de Pedro se clavaron en el borde de la mesa, cuando John Davis sonrió hacia nosotros. El hombre de la gala. El que ahora estaba con Madeleine, la ex-novia de Pedro.
Mi corazón se aceleró en mi pecho mientras mis ojos se movían alrededor del restaurante en busca de ella. Por favor, Dios, no dejes que este aquí.
-John- Pedro asintió con la cabeza.
-¿Y su encantadora compañera. Paula era?
-Sí. Mi esposa, en realidad. - Pedro me apretó la pierna debajo de la mesa. Aunque John no lo podía ver, yo sabía que estaba destinado como un gesto posesivo para mi beneficio.
-¿Esposa? No lo había escuchado. Madeleine no dijo nada.
-Fue de último minuto
-Ya veo. Bueno, felicitaciones. Me aseguraré de decirle a Madeleine la maravillosa noticia
-¿Ella está aquí? - Me las arreglé para preguntar antes de que Pedro pudiese interrumpir.
-¿Madeleine? No. Yo estoy aquí con un cliente. Felicidades de nuevo. Fue una maravilla verte, Paula. - Lanzó una sonrisa sincera hacia mí. Sonreí mientras Pedro asintió.
-No puedo creer que le dijeras- dije en voz baja mientras John se alejaba.
-¿Por qué? Es lo que eres. Estoy harto de mantenerlo en secreto.
-Mis padres ni siquiera lo saben, Pedro. Dios, ¿y si llega a sus oidos?
-Entonces creo que deberías decirles más temprano que tarde- Tomó un trago ocasional de su whisky
-Eres tan inmaduro.
-¿Por qué?- Sus ojos se dirigieron a los míos.
-Tú estás tratando de forzar las cosas
-Si eso es lo que se necesita - se encogió de hombros cuando el camarero nos trajo nuestra comida. Mantuvo su mano en mi muslo mientras tomaba un bocado de langosta. Rodé mis ojos y empujé la comida alrededor en el plato. No tenía apetito después nuestras muestras de poder constante.
-Come, Paula.
-No tengo hambre - suspiré y tome un sorbo de vino. Mi revelación anterior daba vueltas en mi cerebro.
¿Debemos vivir juntos entonces? ¿Debo usar su anillo en mi mano izquierda? ¿Debo abandonar todos los miedos que tenía y dar todo por Pedro? Estaba aterrorizada de sentir el dolor si él se alejaba.
-Come, y luego te voy a llevar a casa, nuestra casa, y vamos a hablar de esto todo lo más posible.
Entrecerré los ojos mirándolo a él mientras apartaba mi muslo lejos para tratar de aflojar su agarre. Tenía que volver a casa y procesar todo lo que había sucedido esta noche. O tal vez era una buena idea hablar con Pedro de esto, aunque sabía cuál sería su opinión sobre el asunto.
Yo estaba más confundida que nunca.
Él sostuvo mi muslo con fuerza y deslizó la mano más arriba.
Estaba poniendo a prueba mis límites, él estaba tratando de demostrar que yo era suya en cualquier situación. Y yo no lo hubiese dejado salirse con la suya si ya no hubiera llegado al borde de mis bragas. Sus dedos frotaron a través de la tela que cubria la carne sensible y mi respiración se entrecortó.
-¿Estás loco? - Lo miré.
-Sólo contigo - dijo entre dientes y se llevó otro bocado a la boca.
Sus labios se cerraron alrededor del cubierto y mi respiración se enganchó cuando me imagine su boca bajando sobre mí. Esos labios chupando y su lengua moviéndose en un suave remolino.
Mi corazón latia frenéticamente en mi pecho cuando una ola de excitación inundo entre mis muslos.
El pulgar y los dedos siguieron presionando y amasando la carne a través del encaje.
-Dime que no te gusta y parare.
-No me gusta - Me retorcí en mi asiento y mis ojos se dirigieron a las mesas de alrededor de nosotros. Estábamos completamente ocultos de miradas indiscretas. No estaba segura de si estaba decepcionada o eufórica.
-Tu cuerpo dice lo contrario. Estas empapada, Paula - Él metió la mano debajo de la tela y pasó un dedo por la carne resbaladiza.
Mi respiración se paralizo
-Que te jodan - gemí suavemente.
-Tengo la intención de hacerle precisamente eso a mi esposa, en varias ocasiones, esta noche- Deslizó un dedo dentro de mí y comenzó a moverlo hacia atrás y adelante con movimientos lentos y deliberados.
Mi corazón se aceleró y mi respiración era rápida. Mis uñas se clavaron en la tela de sus pantalones de vestir y el duro músculo de su muslo.
-Pedro - gemí suavemente y me enfrente a él con mi pelo como cortina alrededor de mi cara escondiendo mi expresión.
-¿Está todo a su gusto, señor? – Dijo el camarero de repente educadamente.
-Todo es delicioso. Gracias.- Pedro continuaba empujando su dedo dentro y fuera de mí mientras hablaba con el camarero. Me mordí el labio para mantener la compostura y recé para que el hombre nos dejara.
-¿Puedes estar tranquila mientras yo te hago correr en la mesa, Paula?
-Oh Dios - gemí cuando el pulgar masajeo mi clítoris con dolorosa precisión y mi orgasmo inundó mi cuerpo y todas mis terminaciones nerviosas explotaron de placer.
Mi cabeza estaba en el hombro de Pedro por unos momentos en silencio mientras mi respiración se calmaba y mi cerebro caía desde lo alto.
-Te odio- le susurré cuando finalmente levanté la cabeza.
-Pero nadie puede hacer posible que te corras asi.- Deslizó su mano por debajo de mi falda y levantó los dedos a sus labios metiéndolos en su boca.
Nadie alrededor notaría la diferencia, pero sus ojos brillaban y pude ver la humedad de mi excitación brillando en sus labios. Mis terminaciones nerviosas se estremecieron de nuevo.
-¿Sabes lo que pienso, Paula?
Yo sólo seguí mirandolo.
Sacudió la cabeza y se echó a reír.
- Creo que no estás segura de si te gusta ódiarme, o si odias el hecho de que me amas. Tal vez sea ambas cosas - se encogió de hombros con una sonrisa.
Le sonreí de vuelta y le palmee la roca dura de su erección debajo de la mesa. Sus ojos se abrieron con sorpresa.
-¿Todo está bien, señor Alfonso? - Seguí frotando arriba y abajo de su longitud con firmeza, apretando mi mano en él. Pude ver la velocidad de su respiración y sus ojos se oscurecieron por la excitación.
-Vamos.- Él me arrastró por la mano fuera de la cabina.
-Yo acabo de empezar.- Le di una sonrisa irónica
Me arrastró por el restaurante con pasos firmes y seguros.
Nos dirigimos por un pasillo atenuado, cruzamos las puertas etiquetadas como los baños antes de que Pedro abriera la puerta y nos metieramos en un pequeño armario.
-¿Qué estás haciendo? - Susurré frenéticamente.
-Voy follar a mi esposa hasta hacerle entrar en razón - Él encendió una luz baja en el armario y luego llevó la mano debajo de mi falda y arrancó el encaje delicado de mi ropa interior.
Oí la cremallera de su pantalón y luego me lancé a sus brazos.
-Hay un barra arriba de tu cabeza. Agárrate fuerte y no te sueltes - gruñó. Hice lo que me dijo y rápidamente estuve bien agarrada, Pedro empujo dentro de mí con ambas manos sosteniendo mis muslos en su férreo control.
Apreté los dientes ante la sensación abrumadora.
Pedro arrastro mi cuerpo sin descanso cuando me aferré a la barra por encima de mi cabeza.
Estaba tensa en él y tuve una extraña sensación de gravedad mientras mi cuerpo estaba suspendido alternativamente por mis manos y luego con el apoyo de su cuerpo chocando contra mí
-Tu. Te. Mudaras. Conmigo. Esta. Noche - gruñó mientras empujaba-No voy a vivir separado de mi esposa. Te di todo el tiempo que pude darte. Eres mía y quiero que todos lo sepan.
-Oh, Pedro- El gemido de placer escapó de mi garganta.
-Te mudas conmigo. Dilo.
-Pedro- Yo jadeaba.
-No - bombea más rápido, disparaba hacia mí con toda la fuerza que tenía en su cuerpo.-Te mudas a la casa, Dilo.
-Pedro, por favor. - Un ahogado gemido escapó de mi garganta.
-Dilo- rechinó entre dientes mientras su dedo apretó y tiró de mi clítoris.
-Sí, Pedro. Dios, Siiiiii - le susurré mientras mi orgasmo atravesó mi cuerpo.
-Joder, Paula - Empujaba dentro y fuera, luego su propia liberación lo golpeó cuando lo senti estremecerse dentro de mí. Su pecho se agitaba sin aliento y sus manos se deslizaban por mi torso, más allá de la carne expuesta de mis brazos hasta que llegó a mis muñecas.
Acaricio sobre la piel sensible y luego me libero lentamente de la barra.
-¿Estás bien? - susurró mientras me abrazaba contra su cuerpo.
-Mmm - suspiré poniendo mi cabeza en su hombro.
-Te amo, hermosa. - Trabajó con los pulgares sobre mis muñecas, para aliviar mis músculos.
-Mmm
-Dime que me quieres.- Su palma frotó los músculos de mi cuello
-Te amo, insufrible hombre controlador. - Yo le sonreí.
-Esa es mi chica - Se pasó una mano por el pelo.
-Vamos a terminar la cena.
Él encendió la luz y salió del armario como si tuviéramos todo el derecho de estar allí en primer lugar.
-¿Cómo sabías que el armario estaba aquí? - Susurré mientras caminábamos de regreso a la mesa tomados de la mano.
-Soy el propietario del restaurante- Esperó mientras me deslizaba en la cabina. Yo arqueé una ceja, sorprendida. Él se encogió de hombros con una sonrisa.
-Lleno de sorpresas, Sr. Alfonso
-Manteniéndote en vilo, Señora Alfonso.
Puse los ojos en blanco.
-Termina tu comida así puedo llevarte a casa.
-¿A casa? - Yo lo observe.
-Dijiste que te irías a vivir conmigo - Sus ojos brillaron mientras me miraba desafiándome.
-A pesar de que me estabas follando en un armario.
-Voy a tomar todo lo que pueda conseguir. - Me dio esa deliciosa sonrisa baja-bragas y luego tomó otro sorbo de su whisky.
-Por cierto, voy a estar haciendo paradas semanales en La Perla al paso que vas.- Pinché una vieira con mi tenedor y lo metí en mi boca.
-Con mucho gusto compraré hermosas prendas cada semana si me permites robarlas de tu cuerpo delicioso- Lanzó una sonrisa torcida hacia mí.
-Pervertido coleccionista de bragas - murmuré.
Volvió la cabeza y las comisuras de su boca se elevaron en una sonrisa divertida.
-Pervertido coleccionista de bragas, ¿Ah? A mí me gusta... - su voz se apagó cuando la alegría bailaba en sus ojos azules acerados.
-Dios, lo que haces Pedro- Rodé mis ojos mientras tomaba otro bocado
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