jueves, 15 de marzo de 2018
CAPITULO 22
—¿Así que estás saliendo con alguien, querida?
—Mamá.— Me quejé. Habían bajado a la ciudad para reunirse conmigo para el almuerzo antes de que tuviera que ir al evento de moda más tarde esa noche. Había sido una mañana muy ocupada en la oficina principal, ya que yo estaba ubicada en Boston, y no venía a Nueva York a menudo, siempre se abarrotaba mi agenda cuando estaba aquí.
—Bueno, no he oído mucho de ti desde que te mudaste. ¿No hay nadie especial, entonces?— la mire con exasperación. Acabábamos de acomodamos en una mesa en un restaurante francés.
Al parecer, para la avanzada edad de 26 ya estaba cerca de la soltería. Ella me regañaba constantemente por que necesitaba encontrar un "buen hombre" con quien establecerme.
Mientras estaba orgullosa de que su hija trabajara para el sitio web de moda más importante, ella pensaba que era sólo un escalón temporal hasta que me casara. También pensaba que debería trabajar mucho más para conseguir a ese "buen hombre" con quien establecerme. Era exasperante por decir poco.
—¿Dónde te vas a quedar?— Mi padre trató de cambiar de tema para aminorar la presión de había en mí. Poco sabía que él no estaba cambiando el tema en absoluto.
—Me voy a quedar en el apartamento de un amigo.— desvié mis ojos al menú.
—¿No está a cargo la empresa de darte algún lugar?— Mi mamá preguntó. No podía conseguir nada con esa mujer.
—Sí, pero mi amigo insistió en que me quedara en su apartamento. Es precioso. Con vistas al parque.— Tomé un sorbo de agua.
—¿Con vistas al parque? Es un amigo generoso. Yo no sabía que tenías amigos cercanos en la ciudad.— Ella me miró de cerca.
Siempre sospechosa.
—Muy cerca.— Una voz familiar se acercó detrás de mí silla y deslizó una mano por mi hombro. Mi cabeza giró en completo shock. Me quedé mirando a los ojos chispeantes de Pedro.
—¿Qué estás haciendo aquí?— Le susurré entre dientes.
—¿Es esa la manera de tratar al amigo que te prestó su ático con vistas al parque?— Se sentó en la silla junto a mí. Mis ojos se abrieron, maldiciendo el día en que nació. Él no tenía idea de cómo mi madre me interrogaría después de descubrir que había una persona especial en mi vida, además, un multimillonario con un ático con vistas al parque.
— No nos conocemos. — Mi mamá extendió su mano a Pedro, pero él llevo sus nudillos a sus labios dándole un suave beso.
—Es un placer conocerle. Pedro Alfonso, amigo de Paula de Boston
—Encantador— . Los ojos de mi madre brillaron cuando me miro. —Soy Elizabeth Chaves, la madre de Paula.— Mi padre observo con tranquilidad.
—Señor Chaves—Pedro le estrechó la mano.
—Gerardo — dijo mi padre con una sonrisa sincera.
—Paula, no dijiste que se trataba de un ático con vistas al parque. El Sr.Alfonso es muy generoso.— Los ojos de mi madre se clavaron en los míos, como si estuviera tratando de buscar respuestas en sus profundidades.
— Así es.— En ese momento, el camarero se acercó a la mesa y antes de que pudiera presentarse pregunte por la carta de cócteles. Si yo iba a sentarme a través de este almuerzo, iba a necesitar algo de ayuda.
—¿Estás segura de que quieres hacer eso Paula? Sé cuáles son los efectos del alcohol en ti, y tienes el evento de esta noche.— Apreté los dientes y lancé una mirada a Pedro por encima de mi hombro. Sus ojos brillaron con diversión.
—Mojito —Asentí con la cabeza al camarero.
—Así que, ¿cuánto tiempo han sido amigos?— Mi madre se dirigió a Pedro, sabiendo que no iba a conseguir las respuestas de mí.
— Sólo un poco. Pero se siente como si hubiese pasado mucho más tiempo.— La mano de Pedro me acarició el muslo por debajo de la mesa. Lo miré de nuevo y le retire la mano lo más discretamente posible. Este hombre sabía cómo presionar cada botón que tenía.
—Sí, Pedro y yo hemos estado menos tiempo juntos de lo que parece.— Una falsa sonrisa se extendió por mi cara.
—Entonces, ¿cómo se conocieron?— Mi madre volvió a dirigirse a Pedro.
—Paula y yo nos conocimos en la apertura de una de mis tiendas. Nos llevamos bien inmediatamente se podría decir.— La mano de Pedro apretó firmemente mi muslo. Estaba loco, como yo estaba loca por él en este momento, su toque se las arregló para enviar un hormigueo a mi centro. Le di un largo trago a mi copa y me preparé para uno de los tortuosos interrogatorios de mi madre.
— ¿Así que usted es propietario de un negocio, entonces?— Pregunto mi madre.
—Entre otras cosas.— Pedro le dio su encantadora sonrisa torcida.
—Bueno, es maravilloso escuchar a alguien que llame a Paula por su nombre completo.— Mi madre se había enamorado de Pedro. Sus ojos estaban todos soñadores y tenía una gran sonrisa en su cara.
— Hermoso nombre para una hermosa chica.— Pedro sonrió. Puse mis ojos en blanco. Yo había perdido la batalla antes de haber comenzado.
Mi madre se pasó el resto del almuerzo hechizada por Pedro. Ella nunca tuvo una oportunidad de resistir el encanto de Pedro. Lo sorprendente es que de alguna manera lo hacía con mi papá también. Hablaron de fútbol universitario y de la pesca y el whisky caro.
Pedro prometió enviarle una botella de su favorito que había importado de Escocia.
—Fue un placer conocerte, Pedro— Juro que mi madre le pestañeó. Como la romántica empedernida que era.
— Un placer conocerla, señora Chaves. — Pedro le dio un beso en la mejilla.
— Tú y Paula deberían venir a visitarnos al norte del estado pronto, nos encantaría tenerte en casa,— mi madre se dirigió exclusivamente Pedro.
—Nos encantaría ir— . Pedro deslizó su brazo alrededor de mi cintura. Yo nunca sería capaz de luchar contra las preguntas de mi madre ahora.
Si ella tenía alguna duda de que Pedro era algo más que un amigo, sin duda ahora no; Pedro se había asegurado de eso.
Ella se inclinó para darme un abrazo un poco apretado y me susurró al oído: —Es maravilloso, Paula.— Allí estaba toda soñadora sobre Pedro Alfonso de nuevo. Puse los ojos en blanco y me aparte para darle a mi padre un abrazo.
— Cuídate mucho, Paula.— Mi padre me palmeó la espalda. Pedro le hizo señas a un taxi y fueron a la estación de tren para volver a casa.
Comencé a caminar hacia la oficina, en la calle 57 y sin decirle una palabra a Pedro.
Se acercó en silencio a mi lado durante algunos pasos antes de coger mi brazo y girarme hacia él.
—¿No me vas saludar con un beso?— Pedro colocó un beso en mis labios y me pasó los dedos por la parte de atrás de mi cuello.
Me alejé rápidamente
—¿Cuál era el trato Pedro? — Me crucé de brazos y lo mire.
Una amplia sonrisa se dibujó en su rostro
— Eres linda cuando estás enojada.— Me acarició el labio inferior con la yema del pulgar.
Resoplé con exasperación.
— ¿Es por eso que me haces enojar todo el tiempo?
— Es curioso. Vine a ser tu escolta esta noche.— Sonrió.
—Te lo dije, no necesito un escolta.— Me mantuve firme ante él. Si él hubiese venido a acompañarme esta noche no en plan de vigilarme, habría sido mucho más receptiva.
Pero nada más lejos de Pedro para abordar cualquier cosa de una manera convencional.
— No, dijiste que no querías a Parker. — Pedro pasó la lengua por sus labios cuando sus ojos se dirigieron a la parte superior de mi vestido directamente a mi escote expuesto.
Puse mis manos en mis caderas. No sabía qué hacer con este hombre? Si no me estaba volviendo loca de ira, me estaba volviendo loca de lujuria. Y entonces me di cuenta de que tal vez me volvía loca de lujuria porque me volvía loca de ira. Tomé una respiración profunda ante ese totalmente jodido pensamiento y bajé los brazos en señal de derrota.
—¿Cómo sabías dónde estaba? ¿Investigación?— Puse los ojos en blanco.
—Nunca revelo mis fuentes.— Él sonrió, una sonrisa diabólica. —Vamos a mi casa para prepararnos. — Pedro recorrió con su dedo a lo
largo del escote en V de mi vestido sugestivamente. Rodé mis ojos mientras Pedro tomaba mi mano y me llevaba al Bentley estacionado en la acera.
—Hola, Parker.— Me deslicé en el asiento trasero.
— Es bueno verla Sra. Chaves.— Parker me dio una genuina sonrisa por el espejo. Los ojos de Pedro se estrecharon en un destello de ira cuando miro a los ojos de Parker por el espejo retrovisor y, simultáneamente, levantó el cristal de privacidad.
—¿Celoso, Sr. Alfonso?— Mis ojos bailaban con diversión.
— No por ahora.— La mandíbula de Pedro se apretó cuando me agarró por la parte superior del muslo posesivamente.
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