lunes, 26 de marzo de 2018

CAPITULO 58




Después de darme cuenta en el restaurante, que era yo la que estaba poniendo la tensión en nuestra relación, por mis inseguridades, decidí ir con todo por Pedro. Se lo merecía, nos lo merecíamos.


Cuando el miedo empezaba a sacar lo peor de mí, me acordaba de nuestras felices semanas en Aspen y de que íbamos a trabajar en nuestra vida juntos y sería hermoso y feliz.


- ¿Está todo bien? - Pedro pasó la mano hacia arriba y abajo de mi pierna. Estábamos en su Ashton Martin hacia la casa de su padre el domingo por la tarde.


- Estoy nerviosa - , susurré mientras me retorcía las manos en mi regazo.


- Ellos te van a amar.


- ¿Cómo lo sabes?


- Porque yo te amo. - Él me lanzó una sonrisa ladeada. - Además, yo les he dicho todo sobre ti.Están emocionados de conocerte.


- ¿No les dijiste todo lo que hemos hecho? - Levanté una ceja.


- ¿Que nos casamos? No, pero me hubiera gustado que me lo permitieras. - Él frunció el ceño.


- Tengo que decírselo a mis padres. Necesito tiempo. - Miré por la ventana viendo casas de ladrillo de gran tamaño con jardines bien cuidados y setos perfectamente simétricos al pasar.


- Pareciera como si estuviera avergonzada de nosotros. - Pedro me acarició la pierna en pequeños círculos con la punta de los dedos.


- Yo no lo estoy, Pedro. Es que nadie va a entender por qué lo hicimos tan rápido. Ni siquiera sé por qué lo hicimos tan rápido. - Puse mi mano sobre la suya y la apreté.


- Yo lo hago. Te amo. Quería hacerte mía. Te quise en mi vida para siempre. Es tan simple como eso. Y no me importa un carajo lo que piensen los demás. Me gustaría que sintieras lo mismo. - Podía sentir su dolor mezclado con la irritación.


- Lo hago, Pedro. Es sólo que es más complicado que eso - , suspiré.


- No para mí, no lo es.


- Yo sé que para ti no lo es. Nunca lo es para los hombres. 


Rodé los ojos mientras Pedro se dirigía por un largo camino, en dirección a una casa colonial de ladrillo majestuosos, columnas blancas y persianas negras.


El césped era de un vibrante tono verde y la suave pendiente se extendía a ambos lados. Es la clásico, adinerada casa de Nueva Inglaterra en el barrio clásico de ricos de Nueva Inglaterra para la familia rica clásica de Nueva Inglaterra. Las mariposas que estaban revoloteando alrededor de mi estómago saltaron a mi garganta.


- Basta de los nervios, Señora Alfonso. - Él me dio un beso suave en los labios después de poner el coche en el aparcamiento.


Me rendí a su boca y lo besé de nuevo, pasando la lengua por los labios suaves, en silencio pidiendo prolongar lo inevitable. Se retiró con una pequeña sonrisa.


- Más tarde - . La comisura de su boca se elevó en una sonrisa. Suspiré en grande.


Pedro caminó alrededor del coche y abrió la puerta, para ayudarme, y luego se acercó con la mano firmemente cerrada con la mía a los escalones de la entrada de la casa de su padre. Abrió la pesada puerta negra y, de repente, nos bombardearon.


Su hermana, Emma, corrió primero. Ella le echó los brazos alrededor del cuello de Pedro y se puso de puntillas para darle un abrazo.


- Estoy tan contenta de que estén aquí! - ella gritó y luego se volvió hacia mí y me envolvió en un fuerte abrazo. Mis ojos se abrieron un instante de sorpresa antes de poner mis brazos alrededor de su pequeño cuerpo y le di un abrazo.


- Es tan bueno conocerte! Pedro me ha hablado mucho! - Sus ojos brillantes mirándome.


- Es genial conocerte, también. - Le sonreí de verdad. Su actitud burbujeante era contagiosa y me hizo sentir un poco más a gusto.


La madre de Pedro se acercó por detrás de Emma y abrazó Pedro cálidamente, besando su mejilla.


- Estamos muy contentos de que hayas podido venir, Paula - Se volvió y me envolvió en un abrazo suave.


Yo torpemente puse mis brazos alrededor de ella, abrazar no era algo que hiciéramos a menudo en mi familia, pero me hizo sentir como en casa.


El hermano y el padre de Pedro llegaron detrás de las mujeres de la casa, y asientieron con la cabeza e intercambiaron saludos amistosos.


- Todo el mundo. Esta es Paula. Paula, mi mamá Clara, Emma, Dario, y mi padre Julio. - Pedro apretó mi mano.


- Hola - , dije en voz baja


- Vamos a salir a la terraza. La comida está casi lista. - La madre de Pedro puso una mano en el hombro de Emma y empujó a cada uno a través del vestibulo y hacia las puertas francesas en el extremo opuesto de la casa.


- ¿Puedo ayudarle en algo? - Me ofrecí.


- No, en lo absoluto, Paula. - La madre de Pedro sonrió mientras colocaba una mano sobre mi hombro. - Sólo asegúrate de que este hijo mío te da algo de beber.


- ¿Qué quieres, amor? - Pedro pasó un brazo alrededor de mi hombro y me dio un beso en la parte superior de mi cabeza. Los ojos de Clara parpadearon con deleite.


- Que tienes? - Levanté la vista hacia él.


- Una cerveza


Arrugue la nariz y sacudí la cabeza.


- Tenemos vino o limonada - , ofrecido Clara.


- Vino estará bien. - Yo le sonreí a Pedro.


- Por supuesto. Voy a traerlo para ti. - Él me guió por las puertas francesas hacia la terraza.


Me senté junto a Emma y ella inmediatamente me preguntó acerca de mi trabajo. Sabía por Pedro que estaba interesada en la moda, así que no me sorprendió.


Pedro dice que eres una editora de moda.


- Sí, yo trabajo en Trend29.


- Oh, me encanta ese sitio! Estoy un poco adicta a las compras. Pedro dijo que nos llevaremos muy bien!


Me reí de su exuberancia. Charlamos un rato sobre la moda y su futuro. Ella se inscribió en la Universidad de Boston en marketing con la esperanza de tener algún día una bouique. Le dije que Cata era una diseñadora, y sorprendentemente había oído hablar de ella. Emma estaba más arriba en la escena de la moda de lo que pensaba.


Pedro coloco un vaso de vino tinto en frente de mí, cuando su padre sacaba brochetas de carne y mariscos a la parrilla. La madre de Pedro trajo un surtido de cosas a la mesa y todo se sirvió al estilo familiar.


El tiempo se sentia ligeramente frio en el aire, pero todavía estaba lo suficientemente caliente para disfrutar de los últimos días de otoño antes de que entrara el invierno. La madre de Pedro nos preguntó cómo nos habíamos conocido entonces le dijimos que había sido en un baile de caridad que Pedro y yo habíamos asistido.


Ella explicó que ella estaba involucrada con la caridad por Pedro que era un partidario generoso.


Todo estaba delicioso y el vino me había aflojado lo suficiente como para disfrutar de la conversación.


La familia de Pedro me dio una sensación cálida y difusa, eran precisamente el tipo de familia que siempre había soñado con tener. Aunque las cosas no fueron siempre mal en mi propia familia, a menudo me sentia sola como hija única y mis padres fueron más reservados. No es el tipo de
familia que desbordaba de amor y cariño como la de Carter parecía ser.


La mano de Pedro acarició mi muslo bajo la mesa y me lanzaba una mirada sexy de vez en cuando.


El amor se mostraba en sus ojos, parecía el feliz, se veía como el Pedro despreocupado que había visto en la foto en su escritorio en Aspen.


Cuando la conversación se dirigió a los Medias Rojas, Pedro se inclinó y me susurró al oído.


- Déjame darte un paseo. - Su respiración se apoderó de mi piel y mis terminaciones nerviosas se estremecieron. Agarró mi mano y me levantó caminando por la casa. Él me llevó directamente a las escaleras fuera del vestíbulo y arqueé una ceja.


- ¿Qué pasa con la sala de estar? O la cocina? - Me reí.


- Realmente sólo quería mostrarte mi habitación - , dijo. Esas pocas palabras estremecieron directamente entre mis piernas. La excitación palpitaba a través de mis venas y tenía la cabeza zumbando con la anticipación.


El vino que sin duda tenía en mi cuerpo me tambalea al borde de la lujuria.


Me condujo por las escaleras y por el largo pasillo hasta la última habitación de la izquierda. Abrió la puerta y entramos en una habitación de color azul marino de buen gusto, con suelos de madera clara y toques blancos.


Caminé alrededor de la habitación, la mano de Pedro se abrazó con fuerza a la mía. Las dos ventanas en la pared del fondo daban la vista al extenso jardín trasero y tenía una vista de la familia cariñosa todos sentados alrededor de la mesa del patio, riendo, sonriendo e intercambiando historias. 


Esto hizo a mi corazón hincharse de alegría.


- Me encanta tu familia. - Envolví mis brazos alrededor de su cintura y apoyé la cabeza en su hombro.


- Sabía que lo harías. - Me besó en la cabeza. - Ellos te aman también.


- ¿Cómo lo sabes?


- Se lo que digo. Creo que Emma y mamá te aman más que a mí. - Se alejó con una sonrisa y me dio un beso en los labios. Deslizó sus manos por mi espalda baja y las cerró por encima de la parte baja de mi espalda. El gesto era dulce pero todavía lo suficientemente sugerente como para hacer que la sangre se espese en mis venas.


Puse mis manos por debajo su camisa y las pasé a lo largo de su suave piel. Explorando y acariciando mientras me mecía con un suave ritmo.


- Te amo.- Levanté la vista hacia él con una sonrisa suave.


- Yo también te amo - dijo con voz ronca antes de bajar sus labios y besarme lentamente.


Nuestras lenguas danzaban juntas, buscando y acariciando. Mantuve una mano bajo su camisa acariciando su pecho y la otra la deslicé hacia arriba afuera de su torso para enredarme en su pelo y tirar de sus labios más firme a los míos.


Nosotros nos estuvimos besando como adolescentes en su habitación durante un buen rato antes de que él se apartara.


-Sabes... - Apoyó la frente contra la mía. - Nunca he tenido a una chica aquí. - Deslizó sus grandes manos sobre la curva de mi culo y me acarició suavemente.


Sus suaves dedos amasando provocando la excitación que amortiguaba entre mis muslos. El vino sin duda me hace mucho más susceptibles a la seducción de lo normal, si eso fuera posible.


- Nunca, Señor Alfonso? - Me levantó una ceja, sorprendido.


- No fue por falta de intentos. - Él me dio una sonrisa diabólica. Sus manos se deslizaron más abajo en las mejillas de mi culo y tiró de la tela de mi vestido para que pudiera acariciar la parte superior de mis muslos.


Pedro - , le susurré en su cuello. La cabeza me daba vueltas por la necesidad. No podía pensar con claridad aunque quisiera.


Él capturó mis labios con los suyos llevándonos a la gran cama. Me empujó para sentarme sin romper el contacto de nuestros labios.


Mi cuello se estiró para encontrarse con su suave boca mientras sostenía sus manos detrás de mi cabeza, y se inclinó, presionando sus labios con los míos. Mi cuerpo se arqueó para recibirlo y yo sabía que era una imagen erótica que estaría estampada en mi cerebro para siempre.


- Eres tan hermosa - . Una mano acarició la curva de mi cuello y palmeó la carne de mi pecho a través la tela de mi vestido. Yo gemía y arqueaba el cuello más atrás con placer.
- ¿Te he dicho hoy que soy el hombre más afortunado del mundo cuando dijiste que sí? - Sus labios murmuraban contra los míos.


Gemí en respuesta y envolví mis dedos alrededor de su cuello, presionando sus labios a los míos.


Se apartó de mí y cogió el dobladillo de mi vestido. 


- Hasta el fondo, hermosos.- Levanté la parte inferior de la cama y Pedro quitó el tejido de mi cuerpo.


Mi cabello se derramó alrededor de mis hombros y Pedro bajó el vestido empuño con ambas manos mi pelo, tirando de mis labios a los suyos.


- Aquí no, Pedro - susurré.


- Definitivamente aquí - , gruñó.


Mi respiración se elevó cuando agarré el dobladillo de su camisa y se la pase sobre su cabeza, rompiendo el contacto de nuestros labios por un momento. Nuestras bocas se estrellaron juntas de nuevo mientras mis dedos buscaban el botón de sus pantalones vaqueros.


Tiré de la cremallera y sus ojos estaban cargados de lujuria cuando su grueso erección fue revelada. Siempre me dejaba sin aliento cuando me recordaba que él no era un hombre que le gustaba llevar ropa interior. Tiré sus pantalones hacia abajo lo suficiente para liberar su erección antes de envolver mi mano alrededor de él y lo cubría con mi boca.


Pedro gimió y arqueó sus caderas hacia mí, cuando una de sus manos se enredó en mi cabello, sosteniendo mi cabeza suavemente, mientras con la otra amasaba mis pechos.


Me pasó la lengua por el pezón a través del encaje de mi sujetador, haciendo que se endurezca la punta adolorida. Mi boca se movía arriba y abajo de su longitud y arremolinaba la lengua cada vez que llegaba a la cabeza hinchada.


- Tengo que estar dentro de ti. - Empujó mi cuerpo en la cama y encerró mis dos muñecas por encima de mi cabeza, en una de sus grandes manos.


Yo gemía y me retorcía bajo su cuerpo glorioso mientras sus ojos me aprecian. La excitación inundaba entre mis piernas y un nudo caliente de necesidad aterrizó directamente en mi vientre mientras sus ojos me inspeccionaban.


Él tiró de la tela de mis bragas por las piernas y las desechó en el suelo cerca de sus pies.


- Envuelve tus piernas alrededor de mi cintura. - Sostuvo mis muslos entre sus manos amasando la carne. La dura mezclilla de sus vaqueros entre mis muslos duplicó mi excitación y tiré de su cuerpo apretandolodo al mío cuando yo encerré mis tobillos a su alrededor.


Senti su erección cerca entre mis piernas y mi respiración le elevó mientras lo miraba. Pasó las manos arriba y abajo de los muslos y se balanceaba en mí suavemente y con cuidado.


- Eres tan hermosa - Se inclinó sobre mí y me chupó un pezón a través de la tela de encaje. Mi aliento se atascó en mi garganta y me arqueé contra él.


- Y tan receptiva. - Él tomó su erección con una mano y la deslizó entre mis pliegues resbaladizos, balanceándose arriba y abajo, burlándose y acariciando la carne resbaladiza.


- Puedes estar en silencio, Paula?


Asentí con la cabeza en respuesta.


- Si no es así, todo el mundo sabrá lo que estamos haciendo aquí. - Continuó para deslizarse hacia arriba y abajo de mi centro, recogiendo la humedad y difundiéndola de vuelta. Mi corazón latia con fuerza en mis oídos cuando un suave gemido escapó de mi garganta.


- Puedo estar tranquila - Mi mano se acercó para amasar mi pecho.


- A la mierda - . Los ojos de Pedro brillaron al ver mi mano, ya que presiona y pellizcaba la carne sensible. Luego se metió en mí, llenándome completamente y causando quitarme la respiración. Yo arqueé mi espalda y apreté mis piernas alrededor de su cuerpo, deslizándolo más profundo.


Sus manos se clavaron en mis caderas y continuó moviéndose dentro y fuera de mí, a veces lento y profundo y otras veces rápido y superficial. Sus ojos estaban fijos en los míos mientras su respiración se intensificó y él me empujó a un estado de dicha. Mis ojos finalmente se cerraron y me mordí los labios para no gemir.


Apretó las manos en mis caderas como su ritmo se aceleró


- Te sientes tan jodidamente bien, Paula. Toda húmeda, caliente y apretada. ¿Puedes sentir lo bien que estamos juntos? ¿Cómo de perfecto somos follando?- Continuó su empuje y un pequeño gemido escapó de mi garganta.


- Siiiiii -  le susurré en medio del placer.


- Te quiero en mi vida siempre. No importa qué, nunca voy querer dejarte en mi vida. Vive conmigo, toma mi nombre, usa mi anillo, yo soy tuyo para siempre -, murmuró entre dientes.


- Sí, Pedro, Sí - gemí. Una de sus manos se deslizó alrededor de entre mis piernas para masajear mi clítoris, enviándome a caer por el precipicio del placer.


Mi orgasmo atravesó mi cuerpo, haciendo que mis piernas se pusieran flácidas, si mis tobillos no estuviesen encerrados en su cintura mis piernas se hubieran caído al suelo. Pedro se deslizó dentro y fuera de mí con dos largos golpes más antes de alcanzar su propia liberación. 


Sus hermosos ojos azules en los míos mientras su orgasmo lo atravesaba.


Su rostro se contrajo en un hermoso gesto de placer mientras me acariciaba a través de su orgasmo lentamente para disminuir después. Se inclinó sobre mi cuerpo, colocándose a ambos lados de mi torso con sus antebrazos.


Él capturó mis labios en su boca dándome suaves besos y mordiscos.


- No puedo tener suficiente de ti. - Me acarició un par de veces más con una sonrisa ladeada mientras mi respiración volvía a la normalidad. Una sonrisa saciada se extendió por mi cara mientras le aparté el pelo suave de la frente.


-Te ves completamente follada, Señora Alfonso. - Sus ojos brillaban con diversión.


- Ciertamente lo estoy. - Le sonreí. Deslizó ambas manos arriba y abajo de mi torso, prolongado el palpitante placer a través de mi cuerpo. Suspiré contenta. Continuaba besando y chupando mi labio inferior.


- Tenemos que volver - , le susurré.


- Estoy seguro de que saben lo que hemos estado haciendo. La evidencia es clara en tu cara.


Me sonrojé profundamente mientras Pedro deslizaba la yema del pulgar por mi mejilla con una sonrisa.


Pedro! - La voz de Emma se hizo eco por el pasillo. Mis ojos se abrieron con horror. Me besó por última vez en los labios y luego se retiró de mí, inclinándose para pasarme mi vestido y luego tirar su camisa sobre su cabeza. Me apresuré tiré mi vestido y mis ojos se movían por todo el piso en busca de mi ropa interior.


En ese momento se abrió la puerta de Pedro y su hermana asomó la cabeza. La sonrisa se cayó de su rostro, sustituida con una sonrisa descarada.


- ¿Qué ha estado ocurre aquí? - Ella arqueó una ceja.


- Nos dirigimos hacia abajo. - Pedro tomó mi mano entre las suyas y me acompañó hasta la puerta.


Emma abrió la puerta del todo y se cruzó de brazos, evaluándonos.


- Tú estuviste aquí durante mucho tiempo. - Ella no nos iba a dejar que nos fuéramos con tanta facilidad. Emma y Pedro echaron una mirada hacia abajo mientras mis ojos se clavaron en el suelo detrás de mí en busca de mi ropa interior.


- ¿Qué quieres que te diga, Emma? Que folle hasta arriba en mi habitación?


Mi cabeza se giró hacia él. Esta situación no podía ser peor.


- Si se trata de la verdad - se encogió de hombros con una sonrisa.


Tiré mi mano de Pedro y lo pellizque en el brazo.


- Ouch - . Agarró su brazo con una mueca de dolor.


- Lindo anillo Paula. ¿Es de Pedro? - Los ojos de Emma se clavaron en mí con el más leve atisbo de sonrisa en su rostro.


- Uh, sí. - Sostuve el anillo de bodas en mi mano derecha, sorprendida por la pregunta directa.


Pedro había insis􀆟do en que me lo pusiera, pero yo había insistido en que no lo llevaría en la mano izquierda hasta el momento adecuado para hacer el anuncio a nuestras familias.


- Me encanta. ¿Es la piedra de nacimiento de Pedro? - Emma se acercó y tendió la mano. Puse mi mano en la suya y ella lo inspeccionó, luego sus ojos se dispararon a Pedro y ella levantó las cejas.


- Sí, lo es. Aguamarina - . Me mordí el labio inferior. Senti que había algo más pasaba aquí de lo que yo sabía.


- Vamos. - Pedro agarró mi mano de la de Emma y se dirigió a la puerta de su dormitorio hacia abajo con el resto de la familia.


Caminamos de regreso al patio donde Dario estaba. Emma se unió a nosotros mientras me bebía el resto de mi vino con nerviosismo.


Pedro estaba con una cadera apoyada en la barandilla de la terraza y un brazo colgando de mi hombro mientras hablaba con su hermano. Cuando Dario y Emma se metieron en una discusión me incliné más cerca de Pedro.


- ¿Qué fue eso allá arriba?


- ¿Qué? - Tomó un largo trago de su cerveza.


- Con el anillo 


- Emma sabe que estamos casados. O al menos ella sabe que te lo he pedido - , respondió.


- ¿Qué?


- Le dije a ella hace años que quería usar piedras de nacimiento en un anillo de compromiso.



Pedro- gemí. - ¿Podrá decirle a tus padres?


- Nah. Esperará para nosotros. Ella me puede torturar, mientras tanto, pero no voy a decir nada.


Él me abrazó más cerca de él. Miré de nuevo a la mesa y encontré los ojos de Emma enterrados en nosotros, una sonrisa bailando en sus ojos. Coloqué la cabeza en el pecho de Pedro, avergonzada de que ella lo sabía.


- Lindas bragas, hermano mayor. No sabía que el rosa era tu color. - Dario se echó hacia atrás en su silla y cogió el tejido de encaje del bolsillo de Pedro.


Me atraganté con el vino cuando el hermano de Pedro colgaba mi ropa interior de su dedo.


Y el día había comenzado tan bien...


Cerré los ojos de la mortificación. Tal vez había alguna desventaja ser parte de una familia unida, después de todo.


- Vete a la mierda. - Pedro le quitó las bragas de las manos a su hermano y lo metió bien adentro en el bolsillo. Su hermano se agarraba el estómago de la risa, cuando Pedro sonrió negando con la cabeza.


Qué introducción tan memorable que había tenido con la familia de Pedro. Ni siquiera podía soportar pensar en la impresión que les había dejado.