viernes, 16 de marzo de 2018

CAPITULO 25





Treinta minutos más tarde, Pedro y yo caminamos en la acera para ir a cenar. Yo llevaba un ajustado mini vestido negro con mangas largas y escote de malla que Pedro había elegido. Al hombre con seguridad le gustaban los vestidos cortos. Entré primero en la parte posterior del Bentley y yo decidí antes de que Pedro se deslizara a mi lado levantar el cristal de privacidad. Sus ojos se dispararon a los míos con una mirada peligrosa.


—Paula, ¿dónde coño están tus bragas? — Mis ojos se abrieron con sorpresa, lo había notado tan pronto, y luego le di una sonrisa descarada. La falta de líneas de las medias debe haberle avisado.


—Pensé en ir directo al grano. No quiero que arruines las nuevas que acababas de comprar para mí.— Sonreí


—Ponte algo de ropa interior.— Arrojó la bolsa de La Perla para mí. Levanté una ceja.


—¿O qué, Sr. Alfonso? — Crucé mis piernas para que el vestido se moviera más arriba en mis muslos. Pedro apretó los dientes mientras sus ojos se dispararon hacia mi pierna al descubierto.


—Ropa interior, Paula—rechinó a través de sus dientes, todavía centrado en el muslo expuesto.


—No, estoy bien, gracias. — Le sonreí dulcemente. Sus ojos se dispararon a los míos, sorprendidos por mi rebeldía. Me sostuvo la mirada durante un minuto antes de que se diera cuenta de que yo no cedería.


—Eres incorregible, mujer. — Pedro se pasó una mano por el pelo y tiró del vestido más abajo en mi muslo, en un intento de cubrirme. Me sonrió en señal de triunfo y mis partes femeninas cosquillearon en anticipación al infierno yo le haría pasar esta noche sabiendo que estaba sin mis bragas.


Pedro y yo estábamos sentados en una mesa privada en el Meritage con vista al mar. Las luces de la ciudad se reflejaban brillando en el agua y el ambiente del comedor era mágico. El camarero llegó y Pedro ordenó para nosotros.


—Tomaremos el '95 Chateau Margaux con la carne Kobe y Vieiras Diver al horno. — Ordenó sin mirar el menú.


—¿Qué pasa si yo no quiero eso?


—Estás siendo hoy muy desafiante, Paula.— Él me miró pensativo.


—Estás siendo bastante controlador. — Le dije. 


Tomé un sorbo de mi vino y atrapé mi labio inferior entre los dientes mientras miraba la noche de Boston.


—¿Qué pasa, Paula?—Dijo Pedro con un toque de exasperación.


—¿A quién pertenecen esas cosas? — Mis ojos se clavaron en los suyos.


—¿Vas a volver con eso? — frunció el ceño. —Una amiga, una vieja amiga. Alguien que no ha estado en mi oficina en mucho tiempo, Paula. Me desharé de todo.— Sus ojos me imploraron que dejar el tema.


—¿Era Madeleine? — Tomé otro sorbo de mi vino para evitar sus ojos.


—Sí.—Pedro se movió en su asiento, incómodo.


—¿Por qué Madeleine deja sus cosas en tu oficina?


—Estuvimos juntos un tiempo. — Pedro me atrapo con una mirada firme.


—¿Otra de tus amantes de mierda?


—No, Madeleine y yo estuvimos comprometimos, —me dijo Pedro sin expresión. 


El aire abandonó mis pulmones en un instante. 


¿Qué? 


Yo estaba preparada para envolver mi mente alrededor del hecho de que Pedro era un ex mujeriego, playboy, y modelizer, ¿pero él había estado comprometido? De alguna manera en el fondo de mi mente había sido más fácil para mí aceptar su antigua vida cuando pensé que no les importaba, que no significaban nada. Pero por lo menos una de ellas importó.


Volví a pensar en esa noche en el baile y lo que Madeleine me había dicho.


Él no es alguien con quien construir tus sueños.


¿Qué pasó entre ellos que la hizo decir eso? ¿Qué había hecho? De repente su actitud fría y viciosa tenían sentido, estaba celosa, ella tenía un derecho sobre él. Ella tenía su corazón, por lo menos lo tuvo una vez. Y pudo haber sido la única que alguna vez lo ha hecho.


Mi respiración era superficial y pensé que podría estar al borde de un ataque de pánico.


—¿Aun sigues siendo amigo de ella?— Baje mi copa y lo miré fijamente.


—Sí, pero nosotros rompimos las cosas hace mucho tiempo.


—¿Aún la ves? — El corazón me latía tan fuerte en mis oídos que apenas podía oír mis propios pensamientos.


—Sí, trabajamos juntos en algunos negocios. Ella es una especie de inversionista, es inevitable que la vea. — Yo mordí tan fuerte mi labio inferior pensé que podría sangrar.


—Tengo que ir al baño.


— Paula.—Pedro levantó su voz en advertencia mientras yo me ponía de pie y corría al baño.


Cuando llegué allí cerré la puerta con llave y me dejé caer en el afelpado. Las lágrimas brotaron de mis ojos mientras intentaba tirar el vestido hacia abajo sobre mis muslos


—Paula.—La voz de Pedro resonó a través de la puerta mientras golpeaba con el puño. Me senté en silencio y seguí llorando. —Paula, abre la maldita puerta. — Él estaba golpeando sin cesar.


—Vete, Pedro— susurré entre sollozos.


—Abre la puerta o te juro que voy a romperla,—gruñó. Tomé unas cuantas respiraciones profundas obligándome a calmar. Me acerqué a la puerta y la abrí. Atravesó como un oso con un aspecto imprevisible, con el rostro lleno de ira. 


Me senté en el sofá y esperé a que él dijera algo.


—¿Cuál es el maldito problema, Paula?— Seguí ignorarlo. —Simplemente estábamos comprometidos hace mucho tiempo, eso es todo—me suplicaba con voz ronca.


—El problema no es que estaban comprometidos—susurré entre dientes. —El problema es que aún la ves; sigues siendo amigo de ella. — Rechine los dientes de rabia.


—Tengo que hacerlo, ella es una parte de mi compañía. Y somos amigos, ella siempre ha estado ahí para mí— La voz de Pedro se suavizó.


—No me importa. Tu jodido pasado sigue apareciendo mordiéndome el culo, y ni siquiera me dices que era tu novia después de que ella afiló sus garras contra mí, la noche del baile— Escupí con furia.


—Lo siento, por no habértelo dicho, pero ella no significa nada para mí. No es más que una amiga que apenas veo, ella está saliendo con alguien más, ambos hemos cambiado. He seguido adelante contigo.—Se dejó caer de rodillas y me levantó la barbilla para que lo mirara a los ojos.


—¿Así que tengo que aceptar que Madeleine este en tu vida, pero tú te pones todo hombre de las cavernas sobre Sebastian?— Lo miré. 


Apretó los dientes con rabia.


—No es lo mismo, Paula. Él todavía te quiere.—Sus ojos destellaron fuego enojado conmigo.


—Es lo mismo. Estabas comprometido con ella, Pedro. Solías follar en tu oficina, y creo que todavía siente algo por ti. —Mis ojos destellaban cuando lo mire.


—No, los dos hemos cambiado. Ella tiene otra persona, y yo te tengo a ti. — La yema de su pulgar limpió una lágrima de mi mejilla con ternura.


—Te digo que ella todavía tiene sentimientos por ti. Las cosas que dijo aquella noche en el baile...— Aparté la vista de él.


—Bueno, yo no tengo sentimientos por ella. Tú eres para mí. Y Sebastian tenía sus manos sobre ti esa noche en el club. Eres mía, Paula. — Él me tomó en sus brazos y me dio la vuelta para mirar a los espejos con su pecho contra mi espalda. —No quiero las manos de ningún otro hombre sobre ti. ¿Ves esto? — Apartó mi pelo de mi cuello para mostrar el moretón que había dejado en mí. —Este es mi marca en ti, la que dice que eres mía. — Sostuvo firmemente mi cintura contra él y podía sentir su dura erección contra mi trasero. Sabía que debería estar enojada por sus divagaciones neandertales, Pero yo estaba loca de lujuria por él también. Me restregué contra él y mis ojos se reunieron con los suyos en el reflejo del espejo.


Él me dio la vuelta en un instante y llevó mis labios a los suyos en un beso feroz. Me levantó el vestido corto por encima de las caderas y empujó su mano en mi dolorido centro. Frotó en círculos ásperos y me pellizcó el manojo de sensibles nervios y gemí en su boca. Me levantó por el culo para colocarme sobre el mostrador y se desabrochó el botón y bajo la cremallera de sus pantalones rápidamente antes de empujar dentro de mí.


Él se apretó contra mí, con una mano sobre el mostrador para hacer palanca y la otra con fuerza alrededor de mi cuello para mantener mi cabeza en su lugar mientras me besaba y mordisqueaba.


—Estoy tan fuera de control por ti, Paula. Me haces enloquecer,—dijo apretando sus dientes mientras golpeaba dentro de mí. Yo arqueé mi espalda y moví mis caderas para encontrarme con su ritmo tan frenético. —Eres mía. No quiero las manos de nadie sobre ti, sólo las mía.


—Sí—suspiré.


—Dilo. Di que eres jodidamente mía… — El sudor brillaba en su frente y envolví mis dedos en su pelo en la parte posterior de su cuello.


—Soy tuya, Pedro.


—Para siempre. Eres mía para siempre. —Golpeó más fuerte. Se sentía como si me estaba castigando, recordándome que yo era sólo suya.


—Sí, — jade y Pedro gimió y entonces se impulsó aún más dentro de mí mientras yo me arqueaba y caía por el acantilado en frenético placer. Mi cuerpo temblaba por la pasión y el esfuerzo; repleta de erótica felicidad. Pedro se inclinó sobre mi cuerpo y respiro entrecortadamente mientras su cabello humedecido por el sudor me hacía cosquillas en la frente.


—No te vayas. Te amo, Paula — Mi corazón dejó de latir y mis dedos se cerraron alrededor de sus hombros.


Me senté en silencio, no podía decir ni una palabra. Pedro me había dado un polvo áspero y sucio en el baño de uno de los restaurantes más lujosos de Boston y ahora ¿él me estaba diciendo que me amaba?


Él continuó jadeando y no pareció darse cuenta de que yo no le había contestado.


Sostuve su cuerpo apretado al mío mientras mi mente zumbaba en la ansiedad. ¿Amaba a Pedro? ¿Podemos amarnos? Ni siquiera sabía si estábamos hechos el uno para el otro.


Me moví fuera de su abrazo en el tocador para romper la conexión. Había demasiado que tomar en cuenta, y necesitaba no estar tocando su delicioso cuerpo cuando lo estaba considerando.


Me miró a los ojos con una sonrisa lenta y me besó tiernamente en los labios. Le devolví la sonrisa para tranquilizarlo, y luego en silencio salté desde el mostrador y enderecé mi vestido.


Pedro cerró la cremallera de sus pantalones de nuevo. Me incorporé y me mire en el espejo para asegurarme de no parecer que había sido follada cada centímetro de mí en el baño.


—¿Lista? — Él sonrió, pasó un brazo alrededor de mi cintura y me besó en el pelo. Pude ver su gesto en el espejo y mi ansiedad se duplicó.



No hay comentarios:

Publicar un comentario