domingo, 18 de marzo de 2018

CAPITULO 31




Unas horas más tarde las luces se atenuaron y la cabina del avión emanaba un suave resplandor. Había estado tratando de leer en mi tablet, pero mi cerebro no podía centrarse en las palabras. Pedro estaba sentado junto a mí con su maletín abierto revisando unos informes. 


Se había quitado los lentes de contacto y se había puesto un par de gafas. Los marcos de plásticos oscuros, tenían una vibra geek-chic que lucía endiabladamente sexy en él. Vestía unos vaqueros desteñidos, las mangas ligeramente enrolladas y una camisa y un suéter, se veía delicioso. Él, junto con el vino y la tranquila soledad de la cabina, tenía mis nervios zumbando con lujuria.


Deje mi tablet sobre la mesa y me gire así podría encararlo totalmente. Él tenía un lápiz en la mano, con la punta en su boca golpeando contra sus dientes distraídamente. Mi atención fue atraída a sus suaves labios y mi ritmo cardíaco se disparó. Yo lo deseaba, y lo deseaba ahora. Me paré y luego me senté de nuevo sobre mis rodillas en el asiento. Pase suavemente mi mano de su brazo a su hombro y él se volvió dándome una suave sonrisa antes de volver a sus papeles. Mordí mi labio para reprimir un gemido cuando mi otra mano se estiró para tirar de la pluma de entre sus dedos. 


Él arqueó una ceja y una sonrisa perezosa cruzó su rostro. Dejé la pluma y los documentos en los que él había estado trabajando en la mesa frente a nosotros y luego me arrastré hasta su regazo.


—No le había visto con gafas, Sr. Alfonso.— Le di una sonrisa lujuriosa. —Me gustan.— Mis manos se levantaron para sostener su rostro y besar sus labios ligeramente. —De hecho, creo que son sexys—. Respiré en su oído y empuje mis caderas contra él sugestivamente. Sus manos se envolvieron alrededor de mi cintura y sus dedos se deslizaron bajo el dobladillo de mi camisa, susurrando a lo largo de mi carne y causando que la piel de gallina viajara a través de mi cuerpo. Mordisqueé su oreja y mis caderas se mecieron lentamente sobre él. Sus dedos se presionaron con fuerza en mi espalda baja.


—Paula—, gimió él.



—¿Sí, Pedro?— susurre otra vez. Enrede mis dedos en su cabello y sentí los sedosas mechones entre mis dedos, entonces jale suavemente mientras mis dientes tiraron del lóbulo de su oreja. Un gemido escapó de su garganta y presiono con más fuerza sus manos en mi espalda, impidiéndome mover sobre él.


—Te deseo—, murmure y deslice mi nariz a lo largo de la línea de su cuello, inhalando su embriagador aroma.


—No, Paula,— jadeo Pedro suavemente.


—¿Qué quieres decir?— Susurre y moví mis caderas contra su creciente excitación. La costura de mis vaqueros contra su endurecida longitud golpeaba justo en el lugar correcto y me estaba volviendo loca con necesidad.


—Quiero decir, no. Te deseo, pero no aquí. No antes de casarnos.


Me aparté y mi cuerpo se puso rígido ante su desaire. Arquee una ceja, necesitando una explicación.


—Quiero hacer lo honorable, Paula. No quiero que nos acostemos antes de que estemos casados.


Una risita incontrolablemente burbujeo de mí. 


—¿En serio? ¿Vas a ser todo caballeroso conmigo ahora?


Una pequeña sonrisa se dibujó en sus labios.


—Creo que ese barco ya ha zarpado—. Presione de nuevo mi cuerpo contra el suyo. —Tú me has tenido en tu cama...— Apreté mi centro en su erección, —y tu cocina...— Susurre en su oído, —tu oficina...— Tire de su oreja otra vez con mis dientes, —en la ducha de tu oficina...— Sentí su respiración atraparse. Pedro no podía negarse al sexo; yo podía sentir claramente la evidencia contra su cremallera. —También recuerdo un baño en uno de los mejores restaurantes de Boston—. Envolví mi mano alrededor de su cuello y presione mis labios en los suyos en un beso apasionado, mi lengua empujo más allá de la barrera de sus labios y se deslizo contra él. Las manos de él se escabulleron hasta la piel de mi espalda y la amasaron casi dolorosamente. 


Frotando arriba y abajo, entonces extendió una mano en la parte de atrás de mis jeans. Cuando sus dedos alcanzaron el encaje de mis bragas un gemido escapó de su garganta. Sentí sus dedos apretarse alrededor de la tela y presione sus labios en los míos con más fuerza y enterrando mi centro en su excitación. Su mano se deslizó más abajo de la parte posterior de mis vaqueros y apretó la carne de mi trasero. El gesto fue tan erótico que sentí la excitación dispararse directamente a mi núcleo. Me recosté fuera de su regazo para sacar mi camisa sobre mi cabeza. Quería sentir a Pedro. Quería la tranquilidad de que lo que estábamos haciendo era lo correcto. Necesitaba el recordatorio de que éramos realmente perfectos juntos.


—No, Paula—. Él agarro mis muñecas en sus manos con fuerza antes de que pudiera jalar de la camisa por encima de mi cabeza. —Te deseo. No tienes ni idea de cuánto te deseo ahora mismo. — Su voz salió forzada cuando él movió sus caderas debajo de mí, mostrándome cuánto me deseaba. —Pero quiero esperar más.


Mi boca cayó abierta en estado de shock. 


Entonces mis labios hicieron un puchero. 


—Eres tan terco—. Me deslicé fuera de su regazo y regrese a mi asiento.


—Solo he conocido a otra persona que lo es todavía más—. Sus ojos centellaron hacia mí y sus labios se levantaron en las esquinas. Rodé mis ojos y agarre mi tablet, desesperada por calmar la lujuria que resonaba en mi sistema y no hacerle caso al hombre increíblemente sexy y testarudo, sentado junto a mí.




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