viernes, 23 de marzo de 2018

CAPITULO 48




Con mis hombros encorvados y mientras sollozos escaparon de mi garganta caminaba por las escaleras. No tenía ni idea de lo que me depararía el futuro y si Pedro estaría en el.


Lo que sí sabía a ciencia cierta era que necesitaba Cata.


Mi cabeza giraba con la perspectiva de decirle que Pedro y yo nos habíamos casado en Aspen.


En ese momento no tenía ni idea de si me gustaría decirle.


No había visto a Parker transportar el porta trajes blanco del coche, así que no creo que él lo había traído, lo cual significaba que Cata no tendría un indicio de cuál era el secreto más monumental de mi vida.


Me acerqué a la puerta de nuestro apartamento y me detuve. 


Miré el anillo brillante en el dedo y ahogué las lágrimas en mi garganta. Lo deslicé fuera de mi dedo y lo escondí en el bolsillo de mis jeans. Me dolía el corazón al tomar el anillo, pero no sabía si tenía la fuerza emocional para ahondar en eso con Catalina.


Entré en el apartamento y encontré las pocas bolsas que yo había llevado conmigo junto a la puerta. El apartamento estaba en silencio mientras miraba alrededor por Cata. 


Caminé por el pasillo hacia su dormitorio, asomé la cabeza por la puerta y la encontré recostada en su cama con un libro.


-Hey! Cómo estuvo Aspen?-Saltó de la cama y me abrazó con fuerza.


-Está bien,- chillé.


-Dios, ¿qué pasó, Paula? ¿Estás bien?" Ella se apartó de mí y me sostuvo en los hombros. Negué con la cabeza.


-Dime- Me sentó en el borde de la cama y me abrazó con fuerza, acariciando mi cabeza mientras pasaba los dedos por mi pelo con dulzura.


Los sollozos sacudían mi cuerpo por un largo rato. Aspiré el perfume favorito de Cata y me senti como en casa con ella. Pedro había sido un interludio temporal. Cata era mi casa. Cata siempre había sido mi familia y eso jamás iba a cambiar.


Debería haber sabido que Pedro me haría necesitarlo y luego pisotearía todo mi corazón. Había sido una tontería pensar que había cambiado por mí. Cuando le dije que sí, tal vez quedé encantada al pensar que me necesitaba, y yo seguramente no había pensado seriamente casarse con un hombre que había conocido sólo por un mes.


Yo peleaba conmigo misma, si debería decirle que ahora era una mujer casada.


Finalmente me aparté y me limpié las lágrimas que picaban en mi cara. Se levantó de un salto y corrió hacia su cuarto regresando con pañuelos para mí.


-Que ocurrido en Aspen?- ella empujó suavemente.


-Fue increíble. Dios, era tan sorprendente, Catalina. Hablamos. Estábamos perfectos. Me dijo cosas. Me habló de la primera vez que me vio en la apertura de la boutique.- Una sonrisa irónica le cruzó la cara.


-Fue perfecto ... y luego no lo fue,- Mi voz se apagó con tristeza. -Yo tenía miedo de volver a casa. Tenemos un mala historia aquí, y mencione que me hubiera gustado haber podido quedarnos en Aspen para siempre y él explotó. Llegamos en una pelea monumental y yo ni siquiera sé quién es el más culpable. Tal vez no debería haber dicho nada, él no puede estar lejos de Boston,.. Él tiene una empresa Tal vez yo fui egoísta... - terminé…


-No Paula, sólo trataste de hablar con él. Se te permite decir tus preocupaciones. No debería haber reaccionado de esa manera. Pedro te jode monumentalmente en la cabeza. Estoy tan harta de él.- Las lágrimas comenzaron a arrastrarse por mis mejillas de nuevo ante sus palabras. 


Poco sabía ella que no pude haber terminado él, que estaba casada con él. Mi mano se deslizó por fuera del bolsillo de mis vaqueros y toque el anillo. Luché para tomar un respiro.


-Sólo tengo que tomar una ducha. Voy a pensar con mayor claridad después de una ducha.


-Está bien- Ella me apretó en un abrazo antes de que yo levantara y cruzara la sala de nuestro apartamento. Recogí mi equipaje en el camino y los tiré en la cama, cerré la puerta de mi habitación, y me paré frente a la cómoda. 


Deslizando el anillo de mi bolsillo, me volví hacia la cascada de luz de la tarde a través de las ventanas.


Los rayos reflejados en todas las direcciones, fragmentados y relucientes. Unas pocas lágrimas bajaban por mis mejillas. 


Me puse el anillo en la mano izquierda y lo acaricie con cariño.


Su piedra de nacimiento.


Era tan dulce y atento a pensar de todo. 


Éramos Pedro y yo, aquí en mi dedo anular, por lo que se suponía que era para una eternidad. 


Las lágrimas se bloquearon en mi garganta cuando el pensamiento cruzó por mi mente que tendré que darle un símbolo de nuestro amor a él.


Mi estómago se revolvió de pronto al pensar en una vida sin él. Me senti como que podía estar enferma de nuevo.


Deslicé el anillo de mi dedo y lo puse sobre la cómoda antes de entrar en mi cuarto de baño, y de pie bajo el chorro caliente de la ducha, rezando para que el agua me lave mi angustia


-Paula!- Cata grito momentos más tarde desde mi habitación.


-¿Qué?- Salté de la ducha y se até una toalla alrededor de mi cuerpo, me encontré en mi habitación


-¿Qué es esto?- Los ojos de Cata eran del tamaño de platos. 


Sostuvo mi anillo entre los dedos. Me mordí el labio inferior con firmeza, deseando que el dolor auto infligido sirviera para distraerme de los pensamientos que giran en mi cabeza.


-Mi anillo de bodas- murmuré.


-¿Te casaste?- Cata seguía gritando.


-Dios, Cata. Tranquila.- Apreté los párpados con fuerza, tratando yo misma de entender cómo hacer para salir de esta situación. Oí el resoplido de Cate a través del cuarto


-¿Tú y Pedro se casaron?- Cata susurró. 


Asentí con la cabeza en la confirmación.


-Cierra la maldita boca- Se dejó caer en la cama con el anillo todavía firmemente sujeto entre sus dedos. Abrí los ojos lentamente para coger su reacción. Tenía los ojos como dardos en mí, con mi anillo en su palma. Me dejé caer en la cama al lado de ella con desaliento.


-Bueno, esto da un nuevo giro a las cosas, ¿no?- Pasó el anillo entre los dedos.-Ese hombre tiene un gusto impecable en la joyería,- susurró ella, pensativa.


-Cata- gemí. 


Ella se encogió de hombros.


-Entonces, ¿qué vas a hacer?- Me entregó el anillo de nuevo.


-No lo sé. Siento no haberte dicho. Por el momento todo se siente como un sueño, yo ni siquiera sé si era real. Era tan hermoso en Aspen. Estábamos tan perfecto, pero Boston jode todo en nosotros- Me acupe con el anillo entre los dedos.


-Está bien. Quiero decir, eres una perra por casarse sin mí... oh, Dios mío, ¿tenías un vestido? ¿No me digas que fuiste a la justicia de la paz?- Ella me lanzó una mirada horrorizada. Una risa burbujeó fuera de mi garganta. Se sentia tan bien liberar parte de la tensión que se había acumulado en los últimos días.


-No, no hubo juez de paz y sí, tenía un vestido blanco. Era hermoso- Mi corazón se hinchó con el recuerdo-Hubo incluso un fotógrafo-Mis entrañas retorcidas por el dolor que sin duda vendría cuando llegamos a las pruebas de nuevo.


-Gracias a Dios. Todavía eres una perra por hacerlo sin mí


-Lo sé. Lo siento, Cata.- Miré a sus ojos con tristeza.


-Lo siento, Paula. Yo soy la perra por hacer que esto se trate de mí- Ella me envolvió en un abrazo de nuevo. -¿Lo vas a llamar?- Ella se apartó mientras me limpiaba más lágrimas de mis ojos.


-No lo sé. Creo que necesita tiempo. Él sólo me dejó aquí. Él Ni siquiera me preguntó. No creo que él me quiera- Un sollozo escapó de mi garganta y me arrugué en una pelota incoherente frente a Cata. Me frotó la espalda suavemente.


-No se iba a casar contigo y de repente no te quiere, Paula. Sólo tienes cosas a través de las cuales trabajar. Tu no te casas con alguien después de conocerlos durante un mes sin tener algunas cosas por las que trabajar- Me acarició el pelo mojado. -Tal vez deberías consultarlo con la almohada esta noche. Tal vez ambos necesitan tiempo para pensar. Llámalo mañana.- Ella sonrió y me empujó fuera de la cama. 


-¿Puedo cocinar algo?


-No, tengo un nudo en el estómago. Yo no creo que pueda comer- Respiré hondo y agarre los pantalones del pijama y una camiseta y me dirigí al cuarto de baño.


Me paré frente al espejo y miré a la chica rota devolviéndome la mirada. Pedro me había llamado Señora Alfonso toda la semana, y mi estómago me había dado vueltas deliciosamente todo el tiempo. Lo amaba mucho, pero sólo porque amas a alguien no significa que son buenos para ti.


Yo arqueé mi cuello en el espejo y toqué el lugar donde Pedro había dejado un moretón la semana pasada. El lugar estaba limpio, la carne de color rosa. Era como si nunca hubiera pasado nada. Las lágrimas corrían por mis mejillas al recordar.


Me cepille el pelo y luego me puse los pantalones de pijama y una camisa antes de acurrucarme en la cama y abrazar la almohada con fuerza. Los pensamientos se arremolinaban como vi el anillo brillar a la luz de la cómoda. Mi corazón duele al recordarlo dándomelo a mí.


Somos nosotros. Tú y yo, siempre.


Mi cuerpo se estremeció de dolor al recordar sus palabras.


¿Vas a ponértelo? ¿Para mí?


Un sollozo ahogado salio de mi garganta y me tapé la boca con la mano y corrí hacia el cuarto de baño. Me lancé sobre el lavamanos, pero mi estómago estaba vacío. Yo no tenía nada que saliera de mi interior. Mi cuerpo estaba literalmente enfermo al pensar que Pedro me había dejado aquí sin una palabra


-Lo lamento mucho, Pedro.- Susurré en la habitación vacía. 


La vida sin Pedro iba a ser hueca y dolorosa. 


Hice mi camino de regreso a mi habitación y me tiré en la cama en posición fetal, y caí en un sueño inquieto. Ni siquiera podía escapar de él en mis sueños.



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