lunes, 26 de marzo de 2018

CAPITULO 56




El jueves por la noche me quede con Pedro y la mañana siguiente, fui a trabajar. Me había distraído mucho toda la semana con el trabajo y como consecuencia había presentado algunos artículos temprano, así que tuve todo el día viernes para mí.


Yo estaba descansando en su hermosa casa, nuestra casa como Pedro seguía insistiendo, antes de salir a hacer recados y caminar por Newbury Street para ir de compras.


Escudriñaba en un estante de ropa en la parte trasera de una nueva boutique cuando escuché una conversación en el vestidor. Justo cuando empecé a alejarse, cierto nombre que llego a mis oídos despertó mi interés.


-Él la está usando. Pedro Alfonso no mantiene relaciones. Su dominio sobre él acabará y luego volverá. Él siempre vuelve


Mi boca se abrió y unas cuantas lágrimas de rabia se agruparon en mis ojos. Era Nikki. Tenía que ser. Conocía la voz de Madeleine y definitivamente no era ella.


Mi corazón hacia un ruido sordo en mis oídos mientras me preguntaba qué hacer. Quería correr.


Eché un vistazo a la puerta, contando los pasos hasta que pudiera estar fuera de la tienda, pero mi cerebro había dejado de funcionar. Mis pies estaban pegados al suelo.


-¿Está bien, señorita?- Un vendedor se me acerco con una mirada de preocupación. Asenti con la cabeza lentamente, pero no pude decirle que no por su expresión.


Apreté los puños mientras mi cerebro se volvió turbio. En ese momento, Nikki y su acompañante salieron de los vestidores. Ella me miró y sus ojos brillaron en el reconocimiento.


Por supuesto que sabía quién era yo. Una foto de Pedro y mía había aparecido en los blogs de chismes la mañana después de la gala.


Una sonrisa maliciosa se extendió por su cara. Ella sabía que yo había oído.


-Paula Chaves - Ella me dio una gran sonrisa. Los ojos de su compañera se posaron en los míos cuando la misma sonrisa se extendió por su cara.


-Encantada de conocerte - Su tono destilaba sarcasmo.


-No me di cuenta de que podría permitirte el lujo de comprar en Newbury, ¿o quieres comprar aquí con la cuenta de Pedro? Le gustan sus niñas impecables- Ella sonrió mientras me miraba de arriba abajo. De repente me senti poco elegante al lado de las piernas largas, delgada como un palo, de la belleza rusa de pie junto a mí.


¿Por qué no me había puesto los tacones precisamente hoy? … Porque no suelo llevar zapatos de tacón a menos que fuera una ocasión especial. No obstante me maldije a mí misma por no hacer el esfuerzo de estar tan guapa como ella lo conseguía en cualquier día.


Mi cerebro repentinamente decidió cooperar y contuve el aliento profundamente para darme fuerza


-No estoy usando la cuenta de Pedro


-¿Ah, sí? - Sus ojos se alzaron. - La fecha de vencimiento debió haber sido antes de lo que pensaba entonces. - Ella me sonrió cuando nos dirigimos al mostrador para pagar por nuestras compras.


-¿Nikki?


Ella se dio la vuelta con una mirada interesada.


-Creo que tu fecha de vencimiento ha sido hace mucho tiempo atrás.Pedro me dijo que él era sólo
uno en una larga fila de hombres que pasaban por tu cama y para la sesión de fotos. Pero le diré que dijiste hola.


-Eres una puta. Tú no eres lo suficientemente buena para Pedro. No creas que eres nada más que lo que eran cualquiera de las otras putas que han estado con él. –Sus ojos mirándome como puñales.


-¿Es por eso que me dio esto? - Levanté mi mano derecha y toque la piedra brillante. Sus ojos se posaron en él y se abrieron. - ¿Y por qué me pidió que me casara con él? ¿Y entonces me llevo a Aspen y así lo hizo? - Le lancé una sonrisa cruel y luego salí de la tienda y de la calle Newbury.


Mi corazón latia con fuerza dentro y fuera de mi pecho mientras seguía caminando, las lágrimas borraban mi visión. Tenía que salir de esta calle antes de Nikki saliera y me atrapara entre su punto de mira de nuevo.


Entre en una tienda de café y me lancé en una silla, la bolsa cayó al suelo a mi lado. De repente estaba demasiado cansada para hacer otra cosa más que volver a casa y acurrucarse en la cama


Me acerqué al mostrador y pedí un de latte de soja y vainilla, volví a mi asiento para esperar escuchar mi nombre.


Mi cabeza se arremolinó y mi estómago se anudó mientras mi cerebro revisó el encuentro con Nikki. ¿Él siempre vuelve a ella? Ciertamente lo parecía. ¿Él todavía tiene contacto con ella? Él había dicho que no quería volver a verla, pero ¿cuánto tiempo puede permanecer un ex mujeriego lejos de una chica impresionante como esa?


Un camarero trajo mi latte y lo puso sobre la mesa frente a mí con una sonrisa.


-Gracias - Le di una sonrisa de disculpa. Había estado tan inmersa en mis pensamientos que debió haberme llamando por mi nombre.


Puse mis dos manos alrededor de la taza caliente y respiré profundamente. El rico aroma que por lo general traia una sensación de calma a mi sistema de repente hacia sacudir mi estómago. Sólo la idea de beberlo hizo subir la bilis a mi garganta. Mi estómago era un nudo desde el enfrentamiento
con Nikki y mi mente se negaba a calmarse.


Saque mi botella de agua de mi bolso tome largos tragos hasta vaciar el contenido. Tomé unas cuantas respiraciones profundas y cerré los ojos, tratando de olvidar las palabras que Nikki había dicho en el vestuario.


Respira, Paula. Respira.


Traté de recordarme a mí misma que me había casado. No podía dejar que el miedo nos saboteara.


Cogí mi latte y tomé un sorbo, orando para que el líquido caliente calmara mis nervios. Mi estómago se revolvió y puse el café abajo de nuevo. Temía que si tomaba otro sorbo estaría enferma por todo el suelo.


Si la idea de mi amado cafe tenía mi estómago en un giro, claramente la situación con Nikki había llegado a mucho más de lo que pensaba. Rodé mis ojos, la perra esa del infierno no sólo había arruinado mi viaje de compras, ahora tambien había arruinado mi café


Cogí las bolsas de la compra, dejé mi bebida en la mesa y salí de la cafetería para regresar a la casa de Pedro


Había dicho que iba a tratar de llegar a casa temprano para que pudiéramos pasar la tarde juntos, pero secretamente esperaba que pudiera colarme por lo menos una siesta de una hora antes de que él llegara a casa.


Caminé por la acera fuera de la casa de Pedro y mi cerebro vagaba cuando registré el camión de mudanzas afuera con hombres fornidos transportando cajas por la acera.


Di unos cuantos pasos más y mis ojos se abrieron con sorpresa al verlos llevando cajas por la puerta de Pedro. Mi sangre hirvió inmediatamente. Yo aún no había tomado una decisión sobre irme a vivir con él. Al parecer, Pedro había tomado mi asentamiento en la agonía de la pasión en serio. Debo esperar menos de ese hombre. Pedro Alfonso nunca debia ser subestimado.


Le di a los de la mudanza una sonrisa amable cuando yo pateé la puerta y me dirigí a la oficina de Pedro. Tuve el placer de encontrarle en casa, trabajando y al teléfono.


Entré por la puerta de su oficina con firme determinación. 


Los ojos de Pedro se abrieron con sorpresa mientras continuaba la conversación telefónica.


Entrecerré los ojos en él y un pequeño indicio de sonrisa se dibujó en su boca una vez que se dio cuenta de la fuente de mi enojo.


Me incliné hacia abajo hacia su cuerpo, deliberadamente dándole una visión clara de la parte superior de mi escote, y presioné mis labios firmemente contra los de él, con la cabeza contra la mía con tanta fuerza que estaba segura de mis labios lo lastimarian.


Este fue un beso enojado y yo quería que él lo supiera.


Me aparté y mordí con mis dientes a lo largo de su labio inferior.


Le vi una mueca de dolor cuando solté.


Lamí mis labios y probé el más mínimo indicio de sangre. 


Pues bien, Pedro podría necesitar una reprimenda.


Lo miré a los ojos y su mirada brillo llena de ira y lujuria. 


Pedro iba a aprender a no obligarme a hacer cosas que yo no quería cuando estaba en medio de un orgasmo.


Caí de rodillas delante de él y le abri las piernas. Su excitación era ya intensa y la acaricié contra la lana suave. 


Abrí el botón y baje la cremallera rápidamente, liberándolo de sus pantalones. Sus ojos se abrieron de nuevo mientras su respiración se entrecortaba.


Lo tomé en mis manos y apreté alrededor, acariciando y agitando el pulgar sobre la cabeza. Su respiración se enganchó mientras seguía acariciando.


Pedro se estableció en el ritmo y logró continuar con su conversación telefónica en un tono cortante.


Una sonrisa se dibujó en mis labios cuando hicimos contacto visual y luego incliné mi cabeza y lo meti en mi boca. Un pequeño gemido ahogado salió de encima de mí y escuché murmurar a Pedro por teléfono, sus palabras eran casi indescifrables ahora.


Chupé tan fuerte como pude mientras mi boca se levantó cuan largo era, con la mano apretada alrededor de la base. Lo acaricié aspirando y suavizado con mi lengua, bordeando y agitando la cabeza antes de unir mis mejillas y chupar de nuevo.


Las caderas de Pedro se movieron hacia mí cuando uno de sus puños agarro mi pelo en la nuca. No estaba segura de si estaba tratando de controlar mi ritmo para tratar de mantener el control de la conversación telefónica considerando las circunstancias en las que se encontraba.


Sus caderas comenzaron a empujar violentamente. Me aparté y lo dejé salir con una sonrisa.


Sus ojos se posaron en mí para ver qué me pasaba y luego una mirada furiosa, llena de lujuria descendió sobre sus brillantes azules.


Pude ver su mandíbula apretarse cuando presiono los dientes con frustración. Le di una sonrisa timida cuando me incliné más en su escritorio y pase los dedos por unos papeles distraídamente, el dobladillo de mi vestido de liga estaba a la mitad del muslo. Crucé mis tobillos y mientras los
balanceaba hacia atrás y adelante antes de que su mano acariciara mi muslo mientras continuaba la conversación telefónica.


Justo cuando estaba empezando a relajarse y asumir que su ira ante mi venganza había pasado, los dedos de Pedro se engancharon en mis bragas y paso por encima y alrededor de mí y luego empujó dos dedos dentro de mí.


Un sorprendido gemido escapó de mi garganta, mientras mi cabeza cayó sobre la mesa. No me esperaba esto en lo más mínimo. Pedro todavía murmuraba por teléfono mientras bombeaba sus dedos dentro y fuera de mí.


Dudé entre quitar los dedos de mi cuerpo y salir de allí cerrando la puerta detrás de mí, o darle paso al placer de estar montado su mano.


Mis párpados se cerraron mientras Pedro se frotaba círculos firmes alrededor de la carne sensible.


Mi respiración salía de manera desiguales mientras Pedro me acariciaba, cuando mi gemido se hizo
demasiado fuerte, detuvo sus dedos como recordatorio para mantener tranquila teniendo en cuenta que estaba en medio de una llamada de negocios.


Movió los dedos de nuevo y en mi cuerpo se fue construyendo el orgasmo que estaba justo en el borde. En el momento que estaba a punto de caer, Pedro sacó los dedos completamente fuera de mí. Gemí de frustración por la pérdida de contacto.


Me di la vuelta y sus ojos ardían en los míos con una intensa lujuria. Me mordí el labio inferior con ira. Se suponía que debía negarle un orgasmo para darle una lección, y no al revés.


Ahora yo estaba demasiado herida hasta incluso para pensar con claridad.


Me levanté de la mesa justo en frente de la silla abriendo mis piernas, un pie apoyado en cada uno de sus muslos.


Los ojos de Pedro parpadearon cuando me miro, y luego mi cuerpo ante él, a mi expuesto centro que ya dolía por la excitación. Yo arqueé mi espalda, empujando el pecho hacia fuera, mientras sus manos se deslizaban por mi pierna, acaricio detrás de mí rodilla y luego continúo por mi muslo.


Pasó un dedo por mi carne hinchada, mi aliento se entrecorto. Mis pezones se endurecieron y dolían por la excitación. De repente Pedro ladró una orden por teléfono y lo cerro de golpe en el escritorio.


-Estas en un buen lío, Paula


-Por favor - dije en voz baja mientras se paraba delante de mí, su erección de repente se deslizó entre mis pliegues húmedos.


-¿Qué quieres? - Apretó más fuerte dentro de la carne hinchada y gruñó.


-A ti. Joder, Ya.


-¿Tienes algo en mente, Paula- Empujó dentro de mí, mi culo rebotando sobre el escritorio.


Pedro llevo sus dos manos a mis caderas, sosteniéndome con fuerza. Yo sabía que tendría moretones en la mañana.


-Sí


-¿Tienes algo que decirme? - Continuó golpeando dentro y fuera de mí, nuestros cuerpos meciéndose contra la madera de la mesa.


-Sí - suspiré.


-¿Y bien? - Apretó los dientes mientras amasa la carne de mi pecho a través de mi vestido con una sola mano.


-La mudanza. Yo no estoy de acuerdo...- las palabras salieron irregulares.


-Por supuesto que sí. Creo que tus palabras exactas fueron:- Sí, Pedro. Dios, Siiiii. - Su mano se deslizó a lo largo de mi muslo y enganchó mi pierna alrededor de sus caderas. La sensación que recorría mi cuerpo provocó un hormigueo en erupción.


-No - jadeé.


-Sí


-No. Dios, Pedro - Yo gemía y me retorcía debajo de él.


-Demasiado tarde. Tus cosas ya están aquí. Tú. Vives. Aquí. Fin de la discusión.


Al igual que mi cuerpo empezó a temblar con la liberación, Pedro se retiró por completo. Di un grito ahogado por la pérdida.


-Pedro - gemí y apreté los ojos cerrándolos por el dolor de la pérdida de mi orgasmo.


-Dímelo. Sé una buena chica y di que vives conmigo.


-¿Tengo alguna opción? - Me mordí el labio mientras mi cuerpo se movía en la búsqueda de la fricción.


-No- Movió su longitud de arriba abajo de mi entrada negándole a mi cuerpo lo que necesita para enviarme al abismo.


Gruñí en frustración.


-Te odio - le susurré entre dientes.


-Lo sé, pero yo te amo lo suficiente por nosotros dos. ¿Eso es un sí, Señora Alfonso - Pedro continuó burlándose en mi entrada sin deslizarse dentro.


-Sí, Joder- le dije con los dientes apretados. Le oí reír y luego se enterró de nuevo en mí con toda su fuerza.


-Te amo - Dijo con una sonrisa mientras trabajaba dentro y fuera de mí.


-Te odio


-No, no lo haces.


-Lo sé.


-Buena chica - Su pulgar masajeaba mi clítoris mientras empujaba dentro y fuera de mí y caí de bruces más adentro del acantilado. Mi cabeza echada hacia atrás y mi cuerpo atormentado con respiraciones jadeantes placenteras.


Pedro golpeó una vez más y luego llegó a su propia liberación mientras gemía, su orgasmo lo estremeció. Frenó sus movimientos y puso la mano sobre la mesa a ambos lados de mi cuerpo, flotando sobre mí sin descansar plenamente.


-Eres increíble.


-Tú eres un jodido del control. - Deseé que mi ritmo cardíaco volviera a la normalidad.


Él se echo a reir con su cuerpo largo y delgado cernido sobre mí. Llevó sus labios a los míos y me besó con ternura -largo, lento y prolongado- . Puse una mano a lo largo de su mandíbula y la otra la enrede en su pelo rebelde.


-Te amo- susurré mientras me aparté para recuperar el aliento.


-Lo sé.


Me recosté sobre la mesa y dí un par de respiraciones más, deseando que el oxígeno llegara para llenar mis pulmones.


-Fue un final increíble para un día estresante, Señora Alfonso


Una sonrisa levantó las comisuras de mi boca. 


De hecho, El recuerdo de Nikki se había ido.



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