viernes, 9 de marzo de 2018

CAPITULO 2




La noche estaba llegando a su fin mientras estaba de pie junto a las ventanas con vistas al puerto. Cata estaba golpeando codos y haciendo contactos con otras personas en la industria, y yo estaba esperando que regresara a mí, así podríamos volver a casa. Sólo había estado en la ciudad unos días y había estado matándome tratando de desempacar. Quedarse hasta tarde una noche de lunes no sonaba como una muy buena manera de empezar una semana ocupada.


—Gran vista, — murmuro una voz profunda junto a mí. Salte en estado de shock y algunas gotas de champagne salpicaron el borde de mi vaso y aterrizaron en el traje de diseño color gris del extraño. Mis ojos siguieron la solapa hasta ese guapo rostro con el que había chocado miradas antes.


—Oh Dios mío, lo siento, — deje mi vaso en el piso y rebusque en mi bolso un pañuelo de papel para limpiar el desastre. Pedro Alfonso miro la chaqueta y la irritación cruzo su rostro antes de que él pusiera su mano sobre mi brazo.


—Está bien, — la mirada de Pedro se encontró con la mía.


—Lo siento, tendré que pagar la limpieza. Si usted me envía la factura. Aquí... —Me incliné para hurgar en mi bolso algo para escribir. Pedro Alfonso me había aturdido, mortificado y embrollado.


—Yo lo tengo. De verdad, — él apretó mi brazo y sus ojos brillaron con una intensidad que nunca antes había visto. Mi corazón se aceleró y mis palmas hormiguearon. Miró hacia arriba y hacia abajo de nuevo, como si quisiera inspeccionarme con ojo crítico.


Pedro Alfonso, —me tendió su mano.


—Paula Chaves, — tomé su mano en la mía. Él sostuvo la mía con fuerza, unos latidos más de lo necesario, mientras sus ojos parecían penetrar en mi alma. El aire crujía con energía entre nosotros y me pregunté si él también lo sentía. 


No quería dejar ir su mano. Quería correr mis dedos por su pelo perfectamente revuelto. Quería colocar mi otra mano a lo largo del ángulo de su fuerte mandíbula y sentir la barba bajo mis dedos.


—Oye Paula, estás lista? Todos los que son alguien han venido y se han ido, —Catalina rebotó hacia mí y luego se congeló en seco cuando vio a Pedro y su agarre sobre mis manos. —Uh... Hola, soy Catalina Evans, —ella extendió su mano a Pedro. Sus ojos se posaron lejos de los míos y él asintió con la cabeza en dirección a ella.


—Bueno Paula, a pesar del hecho de que has arruinado mi traje favorito, espero poder verte de nuevo, —Pedro me dedicó una media sonrisa. —Sra. Evans—, asintió hacia Cata entonces me soltó la mano y con eso Pedro Alfonso se había ido. Me quedé estupefacta de pie con mi corazón latiendo furiosamente en mi pecho.


—Bueno, eso fue intenso, —Cata se giró para seguirlo con los ojos.


—Sí, — el aliento que estaba sosteniendo salió de mi pecho. 


Sentí alivio, en parte de que él se hubiera ido y yo pudiera respirar de nuevo y un anhelo por su regreso y por vivir dentro de las chispas de energía que rebotaron entre nosotros.


—Así que ¿qué dijo? —me miró Cata.


—Nada—, fruncí el ceño, tratando de discernir lo que había pasado.


— ¿Nada? —Cata arqueó una ceja hacia mí como si estuviera ocultando información.



—Realmente, nada. Su nombre. Dijo que era una gran vista. Realmente, nada, —mis ojos se dirigieron hacia el camino que él había tomado en retirada.


—Bueno, él es algo no es cierto?— dijo Cata con nostalgia.


—Cierto, — sacudí la intensa energía que él pareció dejar atrás. 


— ¿Lista? — Enrolle mi brazo en el de Catalina y nos dirigimos a la puerta, con el frío de Nueva Inglaterra más allá de la noche.




No hay comentarios:

Publicar un comentario