sábado, 17 de marzo de 2018

CAPITULO 28




Los segundos se extendían como minutos. 


Sabía que por cada minuto que no contestaba, él pensaría que mi respuesta sería no. 


¿Podría hacerlo? ¿Podría vivir con él en su casa? ¿Nos cansaríamos de vernos todas las mañanas? ¿Se aburrirá conmigo? Yo aún no estaba convencida de que él fuera del tipo monógamo.


Luego me eche un vistazo; ¿Ese había sido mi problema todo el tiempo, cierto? Dudar de mi lugar en esta relación; mi valía ante un hombre tan hermoso y adorable. Tenía que tomar su palabra, si había aprendido algo en los últimos días, eso era. Debía creer cuando él dijo que me quería aquí, en su vida, cada mañana y cada noche.


—Sí.


—¿En serio?— Sus ojos me observaban con infantil asombro. Lágrimas brotaron de mis ojos mientras enredaba mis dedos en su desordenado cabello. —Sí, Pedro— Asentí con la cabeza y tire de sus labios a los míos con ternura. Él envolvió sus manos en mi pelo y me sostuvo firmemente, besándome con un nuevo tipo de intensidad. Se apartó y sus labios se movieron contra los míos.



—Te amo tanto.— Besó mis labios ligeramente. Y luego se alejó y meneó la cabeza, riendo. Mi corazón saltó en mi garganta por un momento. ¿Se había vuelto loco? ¿Por qué se reía? Incontrolablemente ahora. Mi corazón latía más rápido—tal vez esto estaba mal, quizá era una broma. No quería casarse conmigo; yo había sido tan tonta.


Me empuje más arriba en la cama y giré mi cabeza mientras las lágrimas brotaban furiosas de mis ojos. ¿Qué tan tonta podría ser? Pedro me convertía en una idiota lloriqueante. Cuando estaba con él no sabía la diferencia entre arriba y abajo y la parte lógica de mi cerebro, cesaba de trabajar.


—Paula—. Su voz me sacó de mi niebla. —Me has hecho tan feliz. No lo merezco. Sé que soy difícil, Pau, sé que es tan jodidamente difícil estar conmigo. Pero voy a mejorar—. Se arrastró hasta mi cama y envolvió sus manos en mi pelo otra vez, jalándome hacia él. Sus labios presionando los míos hicieron que el zumbido de mi cerebro y mis terminaciones nerviosas cosquillearan con calor.


Pedro...— Tire suavemente de su cabeza de nuevo a la mía. Él sonrió una lenta y perezosa sonrisa, y mordisqueando mis labios. Le sonreí suavemente, parecía tan joven, hermoso y sin preocupaciones en ese momento. No el CEO que dirigía una empresa de mil millones de dólares, sino un hombre que lucía de su edad. 


Dulce y juguetón. 


—Realmente deseas casarte?


—Sí. Quiero casarme contigo, Paula. Quiero estar atado a ti para siempre.— Fruncí el ceño ante su declaración.


Pedro, no tenemos que contraer matrimonio para que no te deje. Yo no iba a correr esta noche. Sólo necesitaba tiempo. Ocurrió tanto esta noche...— Mis pensamientos se desvanecieron suavemente.



—No me voy a casar contigo porque tenga miedo de que corras, Paula. Tenía miedo, pero esa no es la razón por la qué quiero casarme contigo. Te quiero. Todos los días me gustaría mostrarte cuánto te amo. ¿Me dejas?— Él colocó un dedo debajo de mi barbilla y levanto mi cabeza para mirar en mis ojos.


—Te amo, Pedro, tanto.— Salte a mis rodillas y lance mis brazos alrededor de su cuello, apretando firmemente.


—Vamos a ir esta noche. Dejémoslo, vamos a ir a Aspen y nos casaremos este fin de semana,—susurró.


—¿Qué?— Me aparté en estado de shock.


—Vamos a hacerlo, Paula. No quiero esperar un momento más de lo necesario—. Sus pulgares bailaron a lo largo de la línea de mi mandíbula y alrededor de la sensible piel de mi cuello.


—¿No quieres una boda con la familia?— Mi corazón latía en mi pecho erráticamente preguntándome si podía hacer esto, si podía saltar y casarme con Pedro este fin de semana.


—No. Me refiero... No me importa. Si lo deseas, entonces lo tendremos. Todo lo que yo quiero eres tú. Cómo te atrape, no importa.


—Pero Pedro...— mis pensamientos se vieron interrumpidos otra vez. Me preguntaba si él había olvidado lo que le había dicho. Él esperó pacientemente a que yo continuara. —No puedo tener hijos—. Mi corazón cayó. Ahora no me querría. Recordaría que yo era bienes dañados. No podía darle hermosos hijos con acerados ojos azules y sedoso cabello color caramelo.


—No importa, Paula. Eres lo más importante para mí, nada más.



Lo observe cuidadosamente mientras él acariciaba mi pelo y me sonreía con una mirada suave en los ojos.


—¿Qué dices, Paula? Quieres casarte conmigo este fin de semana?


No hay comentarios:

Publicar un comentario