lunes, 19 de marzo de 2018
CAPITULO 34
Treinta minutos después la diseñadora de vestidos, que se presentó como Nanette, llegó con un séquito de asistentes trayendo estantes de vestidos blancos. Levanté las cejas y me mordí el labio inferior, detestando el que tuviera tan poco tiempo para hacer una monumental elección de vestido de novia. De hecho, Pedro había dicho muy poco acerca de lo que estaba planeando, así que no tenía ni idea de qué esperar. No es que estuviera terriblemente decepcionada, estaba notoriamente indecisa; en realidad, mis sentimientos sobre nuestra relación de las pasadas semanas habían probado eso, así que estaba feliz de dejar los detalles de nuestra boda en las muy capaces manos de Pedro.
Pedro notó mi ansiedad y frotó mis hombros de modo tranquilizador.
―Vas a estar hermosa sin importar qué, Paula.
Incline la cabeza hacia atrás y cerré los ojos, tratando de relajarme.
―Tómate tú tiempo, hermosa. Regresaré en unas horas ―me besó ligeramente en los labios y después me dejó con una montaña de vestidos blancos.
Entré en la habitación extra en la que Nanette y una asistente se habían instalado. Ella era entusiasta y amigable, sin duda Pedro le había ofrecido escandalosas cantidades de dinero para hacer una visita a domicilio. Era simpática, preguntando y haciendo conversación. Una de las asistentes por otro lado era poco amigable e incluso rayaba en lo irrespetuoso.
Mi corazón daba golpes en mi pecho mientras me golpeaba la comprensión de que iba a casarme mañana, con un hombre que apenas conocía, y que a veces me volvía loca.
Tal vez yo era la loca por estar haciendo esto. Pero también sabía que nunca me había sentido así con nadie más. Pedro y yo teníamos alguna conexión irresistible… una atracción a estar juntos, algo que no podía mantenernos separados. Mientras las mariposas estaban revoloteando en mi estómago, lo supe ahora, más de lo que había sabido ayer; tenía un presentimiento, más fuerte que nunca, que esto era correcto.
Nanette me hizo revisar cuidadosamente entre los estantes de vestidos y sacar cualquiera que me quisiera probar.
Saqué los primeros del resto del montón y sacudí la cabeza inmediatamente. Eran hermosos y elegantes, pero demasiado simples. Sabía que estaba buscando algo un poco más romántico. Un gran vestido de princesa definitivamente estaba fuera, así que haya fueron cerca de la mitad de los vestidos que habían traído. Comencé a preocuparme de que no encontraría algo que me encantara después de todo. Hurgué a través de unos cuantos vestidos más y los separé tentativamente del montón. Me encontré atraída por los sencillos vestidos estilo línea-A con pequeños y hermosos detalles como adornos de cuentas y encaje.
Sonreí con satisfacción para mí misma cuando saqué unos vestidos de encaje que a Pedro le encantarían.
Escogí unos cuántos más del montón y luego indiqué con la cabeza que estaba lista para probarme algunos. La asistente me ayudo con el primer vestido y fue un no inmediato. La caída de la cintura no era favorecedora. El segundo vestido era sin tirantes, lo que no me gustó tampoco; no era el corte más favorecedor para mi ligeramente curvilínea figura. Me salté unos vestidos que eran sin tirantes y caí sobre uno intrincado de encaje y cuentas estilo línea-A atado al cuello.
La asistente me ayudó con el cierre. Era hermoso, pero se sentía demasiado quisquilloso en cierto modo, y dije mi opinión. Me volví hacia el espejo con el ceño fruncido.
―Bueno, cuando te metes en situaciones que requieren comprar vestidos de confección, las opciones son limitadas ―la asistente miró deliberadamente a mi vientre. La comprensión me iluminó al darme cuenta que ella estaba insinuando que estaba embarazada y esta era una boda a la fuerza. La fulminé con la mirada.
―Esa no es la situación, de hecho. Si no estás dispuesta a ser amable estaré feliz de llevar mi asunto a otro lado ―le sostuve la mirada en el reflejo del espejo. Sus ojos parpadearon por un momento antes de que una sonrisa de disculpa se extendiera por su rostro.
―Por supuesto, lo siento.
Nanette le lanzó una mirada de advertencia a la asistente después procedió a bajar la cremallera del vestido.
―Encontraremos algo que adores ―dijo ella con una genuina sonrisa. Sacó del gancho otro vestido que yo había elegido y me ayudó a ponérmelo. Tiró de la suave tela blanca sobre mi cuerpo y después me dio la vuelta para abrochar los botones en la espalda. Me volví hacia el espejo para mirarme, conteniendo el aliento. Las lágrimas brotaron de mis ojos mientras recorría con las manos el encaje blanco del vestido. Era intrincado e impresionante. El encaje cubría el vestido de arriba abajo, extendiéndose por un escote corazón y hacia mi clavícula donde era fino y romántico. El vestido caía en una ligera línea-A con delicadas mangas casquillo de encaje dándole un aspecto clásico.
Di la vuelta frente al espejo para ver la espalda. Mientras que el frente estaba completamente cubierto, la espalda estaba casi descubierta por completo. La tela bajaba hasta mi espalda baja, ese lugar favorito en el que a Pedro le gustaba entrelazar sus manos cuando me abrazaba contra él. La curva de mi espalda estaba a la vista hasta donde el encaje se encontraba con las mangas casquillo y se conectaba a la parte superior de mis omóplatos con unos delicados botones. El vestido tenía una pequeña cola de encaje que se amontonaba bajo mis pies. Era deslumbrante, intrincado, sexy y sencillo; era todo lo que estaba buscando.
Las lágrimas sofocaban mi garganta cuando asentí con la cabeza a Nanette.
―Perfecto ―su reflejo estaba sonriente tras de mí.
―Sí ―susurré mientras limpiaba una lágrima de mi mejilla―. Es perfecto ―sonreí y di vueltas frente al espejo de nuevo. Y a Pedro le encantaría.
―A mí también me gusta. Fue hecho para ti ―Nanette sonrió felizmente―. Sólo tomaremos unas medidas para comprobar el largo, asegurarnos de que no necesite ajustarse. ¿Tienes los zapatos que usarás?
―No ―mis ojos mostraron decepción. Me había olvidado por completo de los zapatos.
―No te preocupes, querida. He traído conmigo algunas muestras. Tengo un par en mente que será perfecto para este vestido ―hizo señas a la asistente―. Los Manolos ―hizo un ademán para que se fuera antes de ponerse de rodillas y mantenerse ocupada con la cinta métrica.
Miré mi reflejo en el espejo mientras mis manos se deslizaban por la tela. Imaginé la reacción de Pedro la primera vez que lo viera. Lo imaginé esperándome al final de algún tipo de pasillo improvisado, dado que ni siquiera estaba segura de lo que él había planeado.
Nunca estuve segura de que el matrimonio estuviera necesariamente en mi destino, supe desde una temprana edad que los niños ciertamente no estarían, pero cuando Pedro me dijo esas palabras, arrodillado frente a mí, me había rendido completamente al hecho de que mi futuro estaba con él.
Mi corazón se hinchó por el recuerdo. Quería recorrer mis dedos por su cabello por el resto de mi vida. Mirar sus ojos azul acerado, despertarme viendo esa sonrisa torcida, lo amaba con todo mi corazón, total y completamente. No podía estar lejos de Pedro porque no estaba destinada a hacerlo. Me había consumido desde el primer día y yo lo había consumido a él… estábamos destinados a pasar nuestras vidas el uno con el otro. Ha sido escabroso, y estaba segura de que continuaríamos enfrentando baches en el camino, pero también sabía que vivir sin él en mi vida ya no era una opción.
La asistente regresó sosteniendo un par de zapatillas de satín blancas con delicadas cuentas de cristal que se extendían a lo largo de la punta. Tenían una hermosa vibra clásica que sería perfecta para el vestido. Me las puse y ella tomó unas medidas más para el dobladillo.
―Todo listo. Sólo reduciré el largo y será perfecto. Sólo me llevará una hora ―le sonrió a mi reflejo en el espejo. Asentí y la asistente me ayudó a quitarme el vestido. A decir verdad no estaba lista para quitármelo, quería usarlo por días… era tan hermoso. Suspiré melancólicamente y rocé mis dedos a lo largo del vestido una vez más antes de salir de la habitación.
Me dirigí a la cocina para tomar una botella de agua antes de darme cuenta que ni siquiera sabía el precio del vestido.
Había estado tan inmersa en su belleza, que ni siquiera había visto la etiqueta. Mi estómago dio vueltas por los nervios al recordar algunas de las otras etiquetas de precio.
Podía pagar el bajo costo de cinco dígitos si lo ponía en mi tarjeta de crédito, aunque estaría pagando por él durante meses y meses, sin embargo, valdría tanto la pena. ¿Pero y si el costo era elevado? Sabía que los vestidos de novia de diseñador podrían costar $25,000 o más. Me mordí el labio inferior y recé porque este no fuera el caso.
Regresé disparada al cuarto de huéspedes donde la diseñadora estaba trabajando.
―Disculpa, olvidé preguntar, ¿cuánto cuesta el vestido?
Nanette levantó la vista con una sonrisa tranquilizadora.
―No hay de qué preocuparse, Señorita Chaves. Ya ha sido arreglado.
―Oh, bueno, ¿cuánto era de todos modos? ¿Sólo para que yo sepa? ―podía encontrar otro vestido que estuviera dentro de mi presupuesto si se necesitaba.
―Me han informado que me guarde el total para mí misma, Señorita. También que no había límite de precio, y que usted no debía saber el total porque, y cito, “ella es lo suficientemente testaruda para caminar por el altar desnuda si piensa que el vestido está fuera de su rango de precio” ―la mujer sonrió amablemente.
Me mofé y puse los ojos en blanco por el hecho de que Pedro se las hubiera arreglado para permanecer un paso delante de mí. Ahora nunca sabría si el vestido estaba muy por debajo de mi presupuesto, o estratosféricamente sobre él. Rechiné los dientes y juré hacerlo pagar por avergonzarme y ser más listo que yo todo en uno.
―Bien, gracias, supongo, por su ayuda ―le sonreí.
―No, gracias a usted, Señorita Chaves ―sonrió. Apreté los dientes y supe en ese instante que el vestido estaba muy por encima de mi presupuesto.
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