lunes, 12 de marzo de 2018

CAPITULO 12





Cuando volví a casa el domingo, Cata me interrogo en busca de toda la información sobre mi noche y la subsiguiente mañana que pase con Pedro. Ella rebotó por las paredes al saber que habíamos pasado tiempo entre sus sabanas y en su mostrador y luego murió un poco más cuando se enteró de que yo estaría pasando el fin de semana con él en Aspen.


‘¿Cómo está tu latte?’ Un mensaje de Pedro llego mientras yo estaba trabajando en la mesa del rincón de la cafetería el lunes por la mañana.


‘Delicioso.’ Sonreí para mis adentros.


‘Extraño el sabor de tu piel.’ Me ruborice y mire alrededor de las ocupadas mesas. Estaba segura de que alguien alrededor podría decir que estaba intercambiando sugestivos mensajes con un CEO muy caliente.


‘Extraño tus labios en mi piel... y otros lugares...’ Sonreí para mís adentros, sabiendo que lo volvería loco.


‘Paula... Estoy en una reunión.’


‘Travieso, enviando mensajes de texto cuando deberías prestar atención.’


‘No puedo dejar de pensar en tenerte otra vez en el mostrador de mi cocina.‘ Mi corazón se saltó algunos golpes.


‘Lo estoy esperando.’ 


Unos segundos después mi teléfono sonó.


—Parker estará allí en 10 minutos para recogerte, — la áspera voz de Pedro llegó por el altavoz.


—A dónde voy?


—Almuerzo, conmigo en mi oficina. Voy a tomarte sobre mi escritorio, Paula. —Mis nervios hormiguearon en anticipación.


—¿Qué pasa si tengo trabajo que hacer? —Bromeé.


—No juegues conmigo, Paula. Diez minutos. — Y con eso colgó. Una sonrisa se esparció por mi rostro mientras reuní mis notas y apague mi laptop.


Unos minutos más tarde Parker entró en la cafetería.


—Sra. Chaves. — Asintió con la cabeza y tomó mi bolso.


—Hola, Parker. —Le di una pequeña sonrisa. ¿Estaba él acostumbrado a recoger mujeres y llevarlas a Pedro para un ligue a la hora del almuerzo? No quería pensar en ello. No podía pensar, o no entraría en ese coche, y yo quería entrar en ese coche.


Me deslice en el asiento trasero del Bentley. Con la ventana de privacidad abajo decidí sondear a Parker en busca de algunas respuestas sobre su enigmático jefe. Imaginé que él tendría conocimiento de cosas que nadie más hacia. Mordí mi labio inferior cuando Parker se deslizó en el asiento del conductor y me miró a través del espejo retrovisor.


—¿Cuánto tiempo has trabajado para Pedro? — Le sonreí a Parker como si estuviera haciendo una conversación casual. Esto era cualquier cosa menos casual, yo estaba en una misión de investigación.


—Ocho años—. Parker se alejó de la acera.


Pedro hace reuniones al mediodía a menudo? — Mastique mi labio inferior, preparándome para la respuesta de Parker.


—No, Sra. Chaves—. Mis ojos se precipitaron a Parker en el espejo. No me esperaba eso. —Él es bueno trabajando, se encarga de sus empleados —. Se sentía como si Parker estuviera tratando de decirme algo más sobre Pedro. Que él tenía integridad y empatía.


—Aquí está, Sra. Chaves. — El coche se detuvo en la acera frente a la torre Hancock.


—Gracias, Parker—. Sonreí a él mientras me deslicé fuera del coche. Caminé a través de las puertas de cristal del impresionante edificio y me dirigí al puesto de seguridad.


—Derecho hasta el piso 60, Sra. Chaves — Un guardia de seguridad me escoltó a los ascensores. Entre y velozmente estuve en la planta superior del rascacielos en menos de un minuto. Mi corazón comenzó a latir en anticipación. Las puertas se abrieron en un vestíbulo brillantemente iluminado, con ventanas del piso al techo con vista a la ciudad.


La recepcionista me dio una genuina sonrisa. — Gire a la derecha, Sra Chaves. — Ella asintió con una sonrisa a un par de puertas de caoba oscuro. Me sentí incómoda al instante. ¿Sabía ella lo que yo estaba haciendo aquí? De repente me sentí como una prostituta de clase alta. En
ese instante quise dar la vuelta y correr, pero yo sabía que no lo haría. La atracción que Pedro tenía en mí era demasiado fuerte.


Me detuve por un momento antes de golpear suavemente la puerta.


—Siga, — la voz clara y confiada llegó desde el interior de la oficina. Abrí la puerta lentamente y me asome. Él estaba sentado detrás de un gran escritorio caoba e inmediatamente me sentí nerviosa. ¿Qué estaba haciendo aquí? Tenía casi decidido girar sobre mis talones y correr tan lejos de Pedro Afonso como mis pies me pudieran llevar. En ese instante supe que Pedro no era sólo un buen tiempo y buen sexo, sino que también se deslizaba en mi corazón y yo no sería capaz de soportar que él se alejara y lo aplastara.


—Paula—. Pedro se levantó y cerró el espacio entre nosotros con unos rápidos pasos. La energía se desató entre nosotros y mi corazón comenzó a aletear en mi pecho.


—Te ves hermosa—. Él acarició mi cuello mientras deslizaba la chaqueta fuera de mis hombros. —Lo suficientemente buena para comer. — Arrastró su lengua encima de la curva de mi cuello, rozando mi oreja con sus dientes. Mi corazón comenzó a latir con fuerza y mi estómago se apretó en excitación. Me guió hasta los ventanales con vistas a las calles de la ciudad y el río más allá.


—Tienes la mejor vista del edificio—. Sonreí.


—Debería, teniendo en cuenta que poseo el lugar. — Sus brazos se apretaron alrededor de mi cintura.


— Eres dueño de El Hancock?— Me volví a mirarlo por encima del hombro.


—Sí—. Él deslizó sus manos a lo largo de mi caja torácica y rozó con sus dedos debajo de mis pechos.


—Es impresionante—. Observe a Boston expuesto ante nosotros.


—Eres impresionante—. Él levantó mi camisa sobre mi cabeza. Me quedé mirando la ciudad en mis vaqueros y sujetador mientras los dedos de Pedro bajaban por la curva de mi columna vertebral. Rápidamente desabrochó el botón de mis jeans y deslizó el denim sobre mis caderas.


—Me encantas en encaje—. Pedro tocó el delicado tejido de mi ropa interior. Me gire en sus brazos y empecé a aflojar la corbata y a desabrochar los botones de su camisa. Mis ojos se precipitaron a la puerta de su oficina y preocupada atrape mi labio inferior entre mis dientes.


—Paredes insonorizadas, Paula. Puedes gritar tan fuerte como quieras. — Una sonrisa sexy y torcida jugo a través de sus labios.


Pedro remonto círculos sobre mi hombro mientras sus ojos ardían en los míos. Mariposas saltaron en mi estómago cuando su camisa colgó abierta y su pecho tonificado fue revelado. 


Tracé con mis dedos el borde de sus pantalones antes de desabrochar el botón y deslizar la tela sobre sus estrechas caderas. Cayó hasta sus tobillos y yo descubrí que una vez más él no llevaba nada debajo. ¿Qué pasaba con este hombre? Se quedó delante de mí, la corbata suelta con su camisa entreabierta y nada más. 


Moví mis dedos a lo largo de su endurecida longitud y sus caderas se sacudieron y aspiro una rápida respiración. Caí sobre mis rodillas delante de los ventanales y remonte su longitud con mi lengua.


—Paula—. Sus dedos se deslizaron en mi pelo y apretaron. 


Lo mire través de mis pestañas mientras trabajaba su excitación. Sus ojos estaban fijos en mí mientras jadeaba y movía sus caderas lentamente con mi ritmo.


—Eres tan jodidamente hermosa. — Se quitó la corbata y dejo que su camisa se reuniera con el resto en el piso y luego me tiro a su cuerpo. Mis pezones se endurecieron instantáneamente al contacto. Él desabrochó mi sujetador en un instante y dejó que el tejido se deslizara por mis brazos. 


Envolvió una mano alrededor de mi cuello y tiró de mis labios a los suyos.


—Necesito ser dentro de ti—. Agarró el borde de mis braguitas y las arrancó, entonces me golpeó contra el frío vidrio de las ventanas y alzó mis piernas alrededor de su cintura. Sus dedos se clavaron en mi trasero y el dolor y el placer de esto tenía mi núcleo palpitando con necesidad. Se hundió en mí con un duro movimiento y me penetro contra las ventanas con vistas a la ciudad.


Mis uñas se enterraron en su espalda y él gimió y entro en mí con estocadas rápidas y medidas. Tiré mi cabeza hacia atrás y Pedro atacó mi cuello, raspando la carne con sus dientes. Una mano se plantó con firmeza sobre el vidrio al lado de mi cabeza en busca de apoyo y otra se apoderó de mi cuello. Él golpeo en mí implacablemente y el calor de su cuerpo delante y el frío de los paneles de vidrio contra mi espalda, estaba intensificando mi excitación y causando que mis terminaciones nerviosas zumbaran.


—Es sólo tú y yo, —gruño Pedro a través de sus dientes. Sentí una aceleración en la boca de mi estómago y supe que estaba cerca. —Dilo—Movió su mano sobre mi cadera y se aferró a mí con fuerza.


—Tú y yo, — jadeé y sentí que mi núcleo comenzó a apretar.


—Un momento, Paula. Espera por mí—. Pedro golpeó más duro. Mis uñas se clavaron en su carne y corrieron por su espalda.


—No puedo—. Jadeé y empujé mis caderas contra él más fuerte.


—Ahora, Paula. — Mi orgasmo me atravesó y enterré mis dientes en su hombro, cegada por la sobrecogedora sensación. La mano de Pedro se clavó en la carne de mi cadera mientras gruñía las últimas estocadas de su orgasmo. Su cabeza aterrizó en mi hombro y yo me aferre a su piel resbaladiza por el sudor esperando recuperar mi respiración. Habíamos empañado las ventanas y mi cuerpo se deslizó contra los cristales frescos. Pedro dio un paso atrás, todavía dentro de mí y se sentó en su silla conmigo a horcajadas sobre él. Mi corazón comenzó a calmarse y me moví en su regazo para acomodarme.


—Has mucho de eso y te tomo otra vez sobre mi escritorio, Paula.


Mis cejas se arquearon en sorpresa y la comisura de los labios de Pedro se levantó en una seductora sonrisa. 


Lentamente me puse de pie y encontré mis vaqueros para vestirme. Pedro deslizó sus pantalones sobre sus caderas, tiró de su camiseta y la abotono. Alcanzo mi sujetador y me lo pasó y guardo el encaje hecho jirones que antiguamente eran mis bragas. Arquee una ceja hacia él.


—No me va a quedar ninguna braga si continúas a este ritmo—. Deslicé mi sujetador sobre mis brazos y lo sujete.


—Te voy a comprar más.— Sonrió y se sentó en su silla, ajustándose la corbata.


Me senté en la mesa frente a él y coloqué mis pies a cada lado de sus caderas. Él se deslizó entre mis piernas y corrió sus manos calientes encima de mis muslos revestidos de jean.


—Me gusta que te guste esto. — Sus dedos jugaron con la piel justo por encima de la cintura de mis vaqueros. Pasé mis dedos por su cabello y tire juguetonamente.


—Y que te guste esto—. Pedro se puede ser controlador en todos los aspectos de su vida, pero en este momento me sentí como si yo tuviera el control. Me senté elevada por encima de él y sus ojos brillaron hacia mí a través de oscuras pestañas. Mi corazón dio un vuelco en mi pecho cuando la energía zumbó entre nosotros. Me empujo más fuerte contra él y baje mi cabeza para presionar mis labios en los suyos. Me estaba enamorando de Pedro Alfonso y tenía el presentimiento de que él pisotearía mi corazón.


—Acompáñeme a cenar esta noche—.Pedro envolvió un brazo alrededor de mi cintura y besó la parte superior de mi cabeza, unos minutos más tarde cuando salía de su oficina.


—¿Qué hay en el menú?—Le sonreí.


—Te hare algo—. Los brazos de Pedro me rodearon.


—Vas a cocinar?


—Por supuesto, por qué la sorpresa, Señorita Chaves?— Una sonrisa torcida se dibujó en su rostro.


—Bueno, después del desayuno...— Me estremecí.


—Ocurre que el desayuno no es mi fuerte—. Me dio un apretón juguetón en el trasero.


—¿Cuál es tu fuerte, chef?


—Simplemente ve a mi casa a las siete. — Él golpeó mi trasero cuando entre en el ascensor. 


Me di la vuelta y sonreí ante la sexy sonrisa que se extendía a través de su cara. Las puertas del ascensor se cerraron y suspiré felizmente. Este hombre me volvía loca de ira y de placer pero yo sabía que no tenía oportunidad de alejarme de él.




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