miércoles, 14 de marzo de 2018

CAPITULO 18





El taxi se detuvo frente a su casa y respire hondo.


No había pensado en absoluto, ¿si Nikki todavía estaba allí con él? ¿Y si él no estaba ni siquiera en casa? El taxista arqueó una ceja hacia mí en el espejo retrovisor. Le di el dinero y luego salí al frío de la noche. Los copos de nieve caían alrededor de las farolas de la calle y tenía casi decidido dar la vuelta y regresar a casa. Podría cortar a través del jardín y estar en casa en diez minutos. Miré de nuevo a la puerta de Pedro y me di cuenta de que no podía irme mientras él seguía pensando que lo había usado.


Caminé por las escaleras y golpee la puerta principal. Nada. Golpeé de nuevo más fuerte. 


Me quedé mordiendo mi labio preguntándome qué hacer ahora. Ni siquiera estaba en casa, y entonces escuché un fuerte ruido procedente del interior de la casa. ¿Qué estaba pasando? ¿Y si había un intruso? O bien, ¿qué pasa si Nikki estaba allí con él? Mi estómago se retorció en nudos ante ese pensamiento. Pero yo no podía dar marcha atrás. Si lo hacía, nunca tendría el coraje de volver.


Volví a llamar y esperé. Entonces intenté girar el mando de la puerta, esperando que estuviera bloqueado. La puerta se abrió fácilmente. Con cautela entré en el vestíbulo, lista para escapar si oía la voz de Nikki desde cualquier lugar de la casa. Di un paso más en el pasillo. Pasé a la cocina y vi ropa amontonada sobre los taburetes y la isla del bar.


Estaba la chaqueta y la corbata de Pedro que tenía la noche anterior.


El corazón me dio un vuelco en el pecho. Di unos pasos más y encontré una mesa auxiliar derribada con un jarrón roto y la camisa de vestir de Pedro tirada en el suelo.


Oh Dios, Nikki estaba aquí. Él la había traído a su casa ayer por la noche, y aquí estaban sus ropas por el suelo, arrancadas en medio de la pasión. Al igual que me había hecho a mí la primera noche que pasamos juntos.


Mis entrañas se retorcieron al pensar que si daba otro paso podría encontrar un sujetador y bragas tiradas.


Me volví en línea recta hacia la puerta cuando una mano fuerte me agarró del brazo.


Me di la vuelta para encontrar a Pedro, con los ojos ardiendo sobre mí. Llevaba un par de pantalones vaqueros y nada más. Yo podría haber estado enojada con él, pero aun así me hirvió la sangre con la excitación. Lo miré a los ojos y me mordí el labio. Ahora que estaba aquí, cara a cara con él, no tenía ni idea de qué decir.


—¿Por qué estás aquí?— me pregunto Pedro con los dientes apretados. Fue entonces que me di cuenta de que en su otra mano sostenía una botella de whisky caro. 


Pedro estaba borracho.


Ahora tenía sentido, los textos enojado del jueves por la noche, su actitud fría en el teléfono el día de hoy. Había estado bebiendo todo el fin de semana.


—Quería verte.— Las lágrimas surgieron de mis ojos. Mi mundo se sentía tan fuera de control en este momento. Mis emociones estaban por todos lados. —¿Nikki está aquí?— Miré alrededor de su duro cuerpo.


—No, ¿por qué iba a estar aquí?— Él entrecerró los ojos en mí.


—Ayer por la noche. Vi ... pensé ...— mi voz se apagó mientras miraba hacia el suelo de mármol.


Pedro dejó caer el brazo y giró sobre sus talones y se dirigió a la sala de estar. Se dejó caer en el sofá con los pies sobre la mesa y tomó otro trago de la botella. Me quedé congelada en el lugar, sin saber qué hacer.


—¿Vienes a follar para después correr?—Los ojos de Pedro quemaban en los míos y luego una lenta sonrisa se dibujó en su rostro. — Porque si es así, yo probablemente estaría interesado.— Lo miré y me pare frente a él en el sofá. Ahora recordaba por qué había venido.


—No— Metí los pies debajo de la mesa de centro y crucé de brazos, mirando justo hacia él.


Las cejas de Pedro se alzaron por la sorpresa y el whisky salpico fuera de la botella y cayó en el sofá de cuero. Se recuperó y me miró a los ojos.


—Eso es muy malo, Paula. Fuiste el mejor polvo que he tenido, y he tenido un montón.— Tenía un brillo frío en los ojos. Fuego se disparó por mis venas y apreté los puños con rabia. Pedro sabía exactamente lo que me estaba haciendo y una sonrisa lenta y perezosa se dibujó en su rostro.


Mis ojos brillaron de rabia y acerque mi mano a su mejilla sin afeitar antes de que siquiera pudiera pensar.


Los ojos de Pedro se abrieron con sorpresa antes de que estrellara la botella de whisky en la mesa de cristal con tanta fuerza que pensé que se iba a romper. Me agarró del brazo y me puso en su regazo a horcajadas sobre él. Sus dedos se clavaron en la carne de mis muslos tan fuerte que sabía que me iba a dejar moretones. Sus ojos brillaron peligrosamente antes de retorcer una mano en mi pelo con fuerza y tirar de mis labios a los suyos. La lujuria se disparó a través de mi cuerpo y de repente tenia mis brazos alrededor de su cuello y lo atraje hacia mí, y le di un beso en su totalidad. Nuestras lenguas se enredaron una con la otra y mi núcleo presionaba en su endurecida excitación.


Me sentía totalmente consumida por él en ese momento. Estaba envuelta alrededor de Pedro, en cuerpo y alma. De repente, el dolor y la rabia que había sentido en los últimos días desaparecieron y mi corazón se calmó con sólo tenerlo en mis brazos otra vez. Pedro sostuvo mi cuerpo con tanta fuerza que sentía como si estuviera tratando de consumirme, tratando de que nos fundiéramos en uno solo. Me eché hacia atrás y levante mi camisa sobre mis hombros, luego presione mis labios contra los suyos de nuevo. Pasé los dedos por su cabello, que lucía como si él hubiese corrido sus propios dedos a través de el en frustración una y mil veces en las últimas 24 horas. Pedro comenzó a besarme a lo largo de la curva de mi cuello y en mi hombro, deslizando la tira del sujetador por mi brazo. Sus dedos trabajaban la correa de los vaqueros y arquee mi cabeza hacia atrás, dándole acceso a mi cuerpo. Se sentía tan bien, se sentía tan cálido, tan bien, pero él me había hecho daño. Los últimos días volvieron de nuevo a mi cerebro.


De repente, no podía pensar más allá del dolor que había sentido, el dolor que me causo. Y el hecho de que ni siquiera había llamado desde el
viernes. Mi corazón había sufrido por él todo el fin de semana, y luego se rompió en mil pedazos cuando vi la foto de él con Nikki.


—Espera, Pedro. Para—. Lo empujé en el pecho y me alejé.


Me levanté y busqué mi camisa en el suelo. Me la pase por encima de mi cabeza y lo miré a los ojos. Ellos brillaban con ira y juró que en ese momento yo no sabía que podría decir él. Sabía que nunca me haría daño físicamente, pero emocionalmente, podría ser brutal. Me lamí los labios hinchados y sus ojos brillaron ante eso, observándome como un gato que mira a un ratón. Mi respiración se enganchó y las chispas se encendieron entre nosotros. Apasionadas e intensas chispas que eran como combustible.


—Vas a dejarlo, entonces.— Él inclinó la cabeza hacia un lado y cogió la botella de whisky de nuevo.


Negué con la cabeza, confundida. ¿Hacia follado y corrido de él? ¿Lo había lastimado tanto como él me había hecho daño a mí? Mi estómago se encogió de dolor ante la idea.


—No quise decir eso Pedro, es sólo que... me haces daño — Mi voz se apagó.


—No se supone que tienes que correr, Paula. ¡Ni siquiera me das una oportunidad!— dijo entre dientes.


— Tú no trataste muy duro de ponerte en contacto conmigo.— le dije.


—Yo lo hice. Llamé y llamé. Te envié un mensaje. Cuando no respondiste fui a tu casa, pero Cata no me dejó entrar. Ella amenazó con arrancarme las pelotas y hacérmelas tragar. Dijo que iba a llamar a la policía si volvía. Joder, lo intente, Paula. Ni siquiera sé por qué estabas enojada conmigo.


—¿Tú fuistes?


— Sí. Y esperé afuera. Pensé que si Cata no me dejaba entrar, podía esperar hasta que salieras. Pero nunca saliste.


— Le dije a Cata que no quería volver a verte.— Mi mente trataba de procesar lo que él había dicho. ¿Por qué Cata no me había dicho que él había ido?—Estaba tan enojada. Yo la vi y no podía pensar con claridad. Todo lo que podía pensar era en lo que habían...— Aspiré una bocanada de aire, recordando lo que había visto en el Hancock ese día.


—¿De qué estás hablando?— Una mirada oscura cruzó por sus ojos.


—No juegues conmigo, Pedro. Vi a Nikki salir de tu oficina.— Lo miré.


—¡Joder!—. Se pasó una mano por el pelo.


—Eso es exactamente lo que me pareció— le escupí.


—Eso no es lo que pasó.— Apretó la mandíbula.


—¿En serio? ¿Por qué si no iba ella a estar fuera de tu oficina vestida, toda cachonda con el pelo revuelto por haber tenido sexo?— Los ojos de Pedro se abrieron con sorpresa y luego brillaron con diversión.


—¿Celosa, Paula?— Los ojos de Pedro bailaban. 


Lo miré y agarre mi bolsa del suelo para salir.


—Espera, no te voy a mentir. Ella quería.— Pedro se puso de pie y su mano se acercó a mí y luego se detuvo. Crucé los brazos y arquee una ceja. —Ella vino esperando que pasara algo y no lo consiguió, Paula. Le pedí a Parker que la llevara a casa. Te lo dije, ni siquiera íbamos en serio, para empezar. Nikki sólo mantiene gente a su alrededor que puedan beneficiarla, de alguna manera, y colgarse de algunos de esos brazos en los eventos de la industria para mantenerse en la prensa.


Mire hacia el suelo, para procesar lo que estaba diciendo.


—Tienes que decirme que soy yo para ti, Pedro. Si soy solo una chica que se ve lo bastante bien en tu brazo, una chica para follar, tienes que dejarme ir. Yo no puedo ser eso.


—Paula, no...— Sus ojos brillaban con una mirada de sorpresa y dolor. —¿Es eso lo que crees que quiero?— Aparté los ojos de él y apreté los dientes, deseando que las lágrimas no empezaran a caer de mis ojos.


— Eso no es lo que es. No para mí. Eres.... Yo... no hay nadie más que tú. Sólo tú y yo.— Él puso sus manos sobre mis hombros y agachó la cabeza para mirarme a los ojos. Me alisó el pelo de la cara con ternura y me miró a los ojos durante unos latidos.


— Ella no me gusta— le susurré.


—A mí tampoco.— Pedro envolvió sus brazos alrededor de mí y me apretó en un fuerte abrazo.


—Todo lo que podía pensar era en ti y ella en tu oficina, como si hubieran... y luego vi la foto de ustedes juntos anoche...— un sollozo escapó de mi garganta.


— Por Dios—. Se pasó una mano por el pelo. — Anoche fue una cosa de última hora. Cuando Aspen no sucedió... Pensé en ir a distraerme de ti... Yo no quería verla, pero ella estaba allí. Cuando un fotógrafo se acercó lo utilizó a su favor y poso. Justo después de tomar la foto me fui.


Me dejé caer en el sofá, dejando que sus palabras penetraran en mí.


—Lo siento, Paula.— Él me llevó a su regazo y me frotó la espalda.


—Te extrañé mucho.— Un nudo se formó en mi garganta y yo era incapaz de sostenerlo por más tiempo. Las lágrimas brotaron de mis ojos y con ellas se liberó toda la agitación que se había estado gestando a fuego lento la semana pasada.


—No creo que se supone deba ser tan difícil, Pedro.


—¿Qué quieres decir?


—Tú y yo. He estado tan mal. Si yo estaba en lo cierto, no debería haber sido tan difícil.— Metí la cabeza en su cuello


— No, Paula. No, creo que si es difícil ahora es porque es lo correcto. Nunca he sentido esto por nadie. Era tan fácil antes, porque mantenía fuera mis sentimientos, pero contigo, no puedo. Nunca he conocido a nadie como tú. Eres hermosa, inteligente y tenaz. Nunca he estado tan atraído por nadie en mi vida. Es difícil porque estamos rompiendo muros, pero una vez que estén abajo, haremos que valga la pena. — Pedro tomó mi cara entre sus manos y limpió mis lágrimas con las yemas de los pulgares.


Asentí con la cabeza y olfatee su aroma.


—Quédate esta noche, ¿de acuerdo? Nada físico, sólo tú y yo. No quiero dejarte ir, Paula.


Asentí con la cabeza otra vez y Pedro me cogió y me llevó por las escaleras a su dormitorio.


Me sentía emocionalmente agotada y me acurruque bajo las sábanas, envolví mis brazos y piernas alrededor del cuerpo de Pedro. Él pasó un brazo por encima de mí y trazó pequeños círculos a lo largo de mi espalda a través de mi camisa. Aspiró profundamente en mi cabello y suspiró.


—No me dejes de nuevo, Paula— susurró en voz baja. 


Suspiré y caí en el mejor sueño que había tenido en tres noches.




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