miércoles, 14 de marzo de 2018
CAPITULO 16
Si mis emociones no hubieran estado tan revueltas las últimas 24 horas, Si Pedro y yo simplemente no hubiéramos salido con un enorme cumulo emocional, si las cosas hubieran sido diferentes, tal vez no me habría marchado.
Sabía que era difícil para mí estar cerca de la gente. Tenía un momento difícil con la conexión emocional. Mi mamá tenía la culpa de eso. Ella tenía esta terrible tendencia, me alentaba a contarle todo para luego tirarlo en mi cara de nuevo en el momento adecuado. Después de años de tener el corazón roto por la persona que se suponía iba a quererme más, empecé a construir muros.
Cata era la única persona que estaba realmente cerca, porque había estado allí conmigo a pesar de todo. Fue ella la única de la escuela a quien llame a las diez de la noche cuando las cosas fueron difíciles con mamá. Ella siempre estaba allí, y sé que puedo confiar en que siempre va a estar ahí.
Pero Pedro era un playboy conocido, ¿cómo podría confiar en alguien así? Quería creer que Pedro no quería hacerme daño, que él quiso decir las cosas que dijo en medio de la pasión.
Una muy pequeña parte de mi corazón sostenía la esperanza de que él realmente se sintiera de esa manera, pero ¿por qué si se sentía así muchas de sus acciones decían lo contrario?
Yo no creo que pueda arriesgar mi corazón con él. Y sin embargo, no importa cuánto lo intentara yo no tenía la fuerza para resistirlo. La conexión que sentía con Pedro nunca la había sentido con nadie, y me aterroriza.
Caminé otra cuadra y luego paré un taxi para ir a casa. Podría haber caminado, era menos de diez minutos, pero apenas era capaz de estar de pie en este momento. Mi corazón repiqueteaba en mi pecho y mis piernas se sentían como gelatina. Cerré los ojos con fuerza y trate de mantener la imagen de una excitada Nikki Vilanova fuera de mi cabeza. Sentía como las lágrimas podrían fluir de mis ojos en cualquier momento, pero me las guarde.
Si bien una parte de mi corazón había estado sosteniendo la esperanza de que Pedro sintiera por mí lo mismo que yo sentía por él, había una igualmente pequeña parte que sabía que era un playboy, y eso cambiaba inevitablemente todos mis sentimientos.
Tomé una respiración profunda mientras estaba sentada en la parte trasera del taxi y me armé de valor para mantenerme fuerte y alejarme de Pedro con mi corazón tan intacto como fuera posible. No voy a permitir que este hombre dicte mi vida y mi felicidad. El taxi se detuvo en mi apartamento de Chandler y me baje como una mujer nueva. Sólo había conocido a Pedro Alfonso por una semana; mientras que él pudo haber tenido mis emociones en un giro en ese momento, no fue lo suficientemente largo como para tener un impacto real y duradero. Me
puse de pie en la acera, y volví la cara hacia el sol y respiré hondo. Paula Chaves estaba de vuelta, su vida ya no iba a ser dictada por el atractivo, y controlador CEO Pedro Alfonso.
Y entonces mi teléfono sonó.
La cara sexy de Pedro bailó a través de mi pantalla. Mi resolución casi se desplomo. Una parte de mí quería hundirse en la acera, o irse lejos, así Pedro no me podía encontrar. Y entonces me acordé de las tendencias de acosador de Pedro y yo sabía que no sería capaz de escapar de él.
Un mensaje de texto de Pedro brilló en la pantalla.
‘¿Dónde estás?’
Quería correr de vuelta a sus brazos y pedirle que me dé una de sus explicaciones, una que él siempre tenía. Porque en cierto modo, sería fácil hacer frente a su mal humor, a su personalidad controladora, y ser consumida por él.
Pero pensé que mi corazón no podía soportarlo.
¿Qué podría decir para que estuviese bien? ¿Existía alguna razón por la que ella estaría allí aparte de que estaba follando hasta que su cerebro se le saliera en su escritorio? Mi estómago se apretó de nuevo y lágrimas brotaron de mis ojos.
Sabía que esto iba a suceder. Sabía que me estaba enamorando de este hombre demasiado rápido y demasiado pronto y yo sabía que iba a pisotear mis emociones.
Otro texto se dibujó en mi pantalla
‘¿Está todo bien?’
Apreté los dientes y apagué mi teléfono. No podía seguir tentándome más a mí misma con Pedro. Subí las escaleras y entre en mi edificio de apartamentos.
Cata estaba dibujando en el sofá cuando entré por la puerta.
—¿Qué pasa?— Ella me miró y luego su sonrisa se cayó cuando vio mi cara. — Paula, ¿qué pasó? ¿Estás bien?— me miró de arriba abajo.
—Estoy bien. Es Pedro. Termínanos... otra vez. — Puse mi bolso en el suelo y me acurruque en el sofá.
—Oh, cariño, ¿por qué?— Cata se sentó a mi lado, con preocupación en sus ojos.
—Primero necesito vino, mucho vino— murmuré.
—Hecho!— Cata se fue a la cocina y nos sirvió a cada una un vaso de vino tinto y luego la puse al corriente de las últimas 24 horas con Pedro.
Escuchó atentamente mientras yo divagaba durante lo que pareció una eternidad.
—Ese idiota.— Yo no podía dejar de reír. Mis emociones eran tan crudas y estaba tan revueltas, se sentía bien dejar que mi burbuja escapara por medio de las carcajadas. —Me gustó. Pensé que era diferente. Pero tal vez eso es parte de su encanto. Tal vez lo hace con todas ellas.
Mi corazón se encogió de dolor.
—Dios, no quise decir eso. Eres diferente. Él siempre sale con esas perras, rubias, cabezas huecas. Tú eres lo contrario de eso, mereces ser tratada diferente. Lo siento, Pau. Es un idiota.
Le di otra sonrisa a medias.
—Él sólo arrasa conmigo todo el tiempo. Cuando estoy con él, no puedo pensar con claridad. No soy yo misma. Sólo necesito tiempo para pensar. Nunca me he sentido así con nadie en mí vida, pero no estoy segura de que sea algo bueno. El me enloquece —. Tomé un sorbo más de mi vino para tratar de ahuyentar el dolor de mi corazón.
—Tomate tu tiempo, cariño. Sé que has estado absorbida por él. Solo dale un tiempo para sacarlo de tu sistema. Vamos a exorcizar a Pedro Alfonso de tu vida. — Sonrío y alzo su copa de vino otra vez.
Termine mi vino de un sorbo y me puse de pie para dejar el vaso en el lavaplatos antes de dirigirme a mi habitación.
Mi cabeza golpeo la almohada esa tarde y no me desperté hasta la mañana siguiente.
Mi cerebro estaba nublado mientras trataba de procesar por qué tenía otro dolor de cabeza y me sentía como si hubiera estado llorando durante horas. Y entonces recordé mi día de ayer con Pedro. Entré en el baño y abrí la ducha para tratar de lavar mi mente de los recuerdo de ayer. Todavía tenía ganas de hablar con Pedro más que nada, quería que las cosas volvieran a ser como eran, a pesar de la forma en que me enloquecía. Pero lo echaba de menos. Y entonces me acordé de que hoy era viernes, y se suponía que íbamos a ir a Aspen hoy. Con el corazón apretado, sentí el frescor de mis lágrimas correr por mi cara.
Terminé de lavar mi pelo y luego me vestí con un par de vaqueros gastados y mi sudadera de la Universidad de Massachusetts. Tome mi bolsa para sacar mi portátil y consultar mi correo electrónico, cuando encontré mi teléfono y me acordé de que lo había apagado. Sabía que tendría un aluvión de llamadas perdidas y mensajes de Pedro, y tenía claro que sería inútil resistirme.
Encendí mi teléfono y encontré 22 llamadas perdidas y 17 mensajes de textos todos de él.
Me senté con las piernas cruzadas sobre la cama y me puse a hojear los mensajes. Habían empezado ayer por la tarde y duraron toda la noche.
Pasaron de la preocupación, a exigir, hasta que finalmente en los textos más recientes de las primeras horas de la mañana estaba enojado.
En ese momento supe que no había manera y que no tendría el corazón para escuchar ninguno de sus mensajes de voz, por lo que los elimine todos. Tal vez necesitaba tiempo para calmarme. Tal vez me equivoqué en alejarme sin darle la oportunidad de explicarse, pero también sabía que estaba perdida en Pedro Alfonso y necesitaba tiempo para aclarar lo que quería en mi propia cabeza.
Arrojé mi teléfono en la cama y abrí mi laptop con la esperanza de conseguir algo de trabajo.
A mediodía me tomé un descanso del trabajo y miré mi teléfono para darme cuenta de que Pedro no había llamado en toda la mañana.
Supongo que había recibido el mensaje, que intencionalmente o no le había dado por no contestar el teléfono. Una parte de mí había estado esperando su llamada, porque en el fondo de mi mente quería creer que se preocupaba por mí tanto como yo lo hacía por él.
Me acosté en la cama y me acurruqué en posición fetal, tratando de olvidar el hecho de que debería haber estado a bordo de un avión para pasar un fin de semana a solas con Pedro.
El domingo por la mañana me desperté de mi tercera noche consecutiva de sueño inquieto.
Pedro no había llamado desde que me había enviado esos airados textos en las primeras horas de la mañana del viernes y yo estaba más deprimida que nunca. De algún modo, Pedro había creado su camino en mi vida y en mi corazón y yo sabía que lo quería a él allí.
Pero ahora que se había distanciado estos pocos días de mí, tal vez se había dado cuenta de que no valía la pena. Justo como yo pensé que mi vida sería más fácil sin él, tal vez él había llegado a la misma conclusión.
Mi corazón se contrajo ante el pensamiento.
Salí de la ducha con la decisión de llamar a Pedro para pedirle disculpas por alejarme de él, y para darle la oportunidad de explicarse. Se había vuelto dolorosamente obvio que había un gran agujero en mi vida sin Pedro.
Me vestí con pantalones vaqueros, una camiseta y mi chaqueta de cachemira favorita. Me tomé el tiempo para secarme el pelo y hasta me puse una capa de maquillaje. No me estaba preparando para Pedro tanto como estaba tratando de aumentar mi confianza para hablar con él. Me sentí avergonzada por ser una cobarde y dejarlo sin una explicación el jueves.
Yo había pasado de pasivo—agresiva, girando y alejándome sin dejarle explicar y eso no había resuelto nada. Me pinte los labios con mi brillo favorito frente al espejo, tomé una respiración profunda y luego me dirigí a mi teléfono.
Busque a través de las llamadas y los textos recientes una vez más para asegurarse de que no me había llamado desde el viernes por la mañana y luego marque su número.
Él no contestó. Me mordí el labio preguntándome si debería dejar un mensaje.
Decidí no hacerlo. Ni siquiera sabía si me debería molestar a llamar de nuevo. Vería mi nombre en la lista de llamadas recientes en su teléfono. ¿Debería preocuparme en dejar un mensaje de texto? Salí corriendo de mi habitación para encontrar a Cata y pedir su consejo.
La encontré con las piernas cruzadas en el sofá con su tablet y una taza de café. Sus ojos se abrieron por la sorpresa de verme vestida y maquillada, como apenas había salido de mi habitación todo el fin de semana.
—¿Qué pasa?— Ella sonrió.
Yo arqueé una ceja.
—¿Qué estás haciendo?— Me dejé caer a su lado.
—Sólo revisando mi correo electrónico.— sonrió Cata.
—Traté de llamar a Pedro— solté. Cata tosió el sorbo de café que acababa de tomar.
—¿Por qué?— La voz de Cata era estridente.
—¿Cómo que por qué?, Para darle la oportunidad de contarme su versión de los hechos. Pedir disculpas por ser una perra pasivo-agresiva.
—De acuerdo. ¿Ha llamado o algo?
—No, no desde el viernes. ¿Qué pasa Cata? estás actuando raro— Entrecerré los ojos a ella.
—Bueno...— Ella golpeó sus uñas en la parte posterior de su tablet. —Cuando empezaste a salir con Pedro, empecé a hacer algunas investigaciones. Configure una alerta en Google para él, por lo que cada día recibo un correo electrónico si está en las noticias, y lo hace, y mucho.
—El tipo acosador— le sonreí.
—Bueno...— ella se mordió el labio inferior.
—Santa mierda, Cata. ¿Qué encontraste?— Cogí la tablet de sus manos. Una foto de Pedro con su brazo alrededor de Nikki apareció a través de la pantalla. Llevaba un vestido de corte bajo y una sonrisa radiante.
Pedro lucia peligrosamente sexy como siempre.
—¿Cuando fue esto?— Miré en sus ojos. Se sentó sin palabras mirándome.— Cata, cuando fue?
Busqué la página y mis ojos se posaron en la fecha del artículo.
Ayer por la noche. Pedro había estado con Nikki anoche.
Las lágrimas surgieron de inmediato en mis ojos.
Así que por eso no había llamado, porque había estado ocupando su tiempo con Nikki. Supongo que no había significado nada más para él.
Le entregué la tablet de nuevo a Cata y me dirigí a mi habitación sin decir palabra.
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