sábado, 10 de marzo de 2018
CAPITULO 4
El viernes por la mañana Cata y yo estábamos sentadas bebiendo café en la isla de nuestra cocina antes de comenzar un ajetreado día. Yo había quedado con un diseñador de accesorios locales para hablar sobre las nuevas tendencias que surgieron en la semana de la moda, y Cata se preparaba para otro día de diseño.
—Sebastian me dijo que te vio en la cafetería el otro día. Creo que todavía te quiere. —Sacudí mi cabeza hacia ella—. Así que todos debemos salir esta noche. No hemos tenido una noche de fiesta desde que llegaste a la ciudad. Debemos ir a The Roxy.
No le respondí y di otro largo trago de mi café.
—Eso es todo, vamos a ir. Voy a llamar a Sebastian y que se reúna con nosotras.
Justo cuando Cata recogió el teléfono, un fuerte golpe hizo eco a través del apartamento. Cata saltó y se dirigió a la puerta. Continué bebiendo mi café y pensé en las preguntas que haría en mi entrevista de hoy.
—Paula. —La voz de Cata sonó como una campana—. Para ti. —Se deslizó en la cocina. Llevaba un florero blanco repleto de lirios calas, color púrpura oscuro. El contraste de los dos colores era impresionante.
—¿De quién es? —La emoción de Cata era palpable.
—No lo sé...—Mi voz se apagó al tocar el delicado pétalo con la punta de mis dedos.
—Paula, mira. —Cata sacó una pequeña caja azul que estaba ubicada entre los pétalos. Mis ojos se ampliaron. El perfecto azul contrastaba con las palabras Tiffany & Co, estampadas en la parte superior. Abrí lentamente la caja con dedos tentativos. Situado en medio del acolchado relleno azul de Tiffany estaba un delicado reloj de diamantes con una esfera cuadrada rodeada de diamantes pavé. La correa era al estilo de una pulsera con finos diamantes, fácilmente por un total de 2 quilates o más. Una pequeña nota estaba ubicada entre el suave tejido.
Esto me recuerda a ti.
Pedro
Me senté en silencio, las ruedas de mi cerebro congeladas en estado de shock.
—¡Paula! ¿De quién es?
—Pedro Alfonso. —Mis ojos se clavaron en el elegante reloj.
La forma en que los diamantes atrapaban la luz natural y enviaban brillantes tonos tecnicolor en todas las direcciones, era fascinante.
—Déjame ver. —Arrebató la caja de mis manos—. Paula —pronunció mi nombre en un susurro—. ¿Sabes lo mucho que esto debe haber costado? Es vintage. Probablemente de los años 40. Tiffany es conocido por sus relojes coctel de art decó. —Me miró por el rabillo de su ojo—. ¿Sucedió algo que no me estás contando? ¿Qué más ocurrió en la cafetería ese día? ¿Tuviste una cita en el baño con Pedro Alfonso? —Los ojos de Cata se abrieron como platos.
—¡Cata! ¡No! ¡No puedo creer lo que acabas de decir! —Yo siempre podía contar con Cata y sus inadecuados comentarios.
—Bueno, debiste de haber dejado algún tipo de impresión para que enviara esto. —Cata comenzó a tomar el reloj fuera de la caja.
—¡No lo saques! —Me apresuré a quitar la caja de sus manos—. No lo voy a conservar.
—¿Qué? ¿Estás bromeando?
—No puedo quedármelo, Catalina, ni siquiera sé por qué lo envió. Y yo no me quedo con un regalo así, de un hombre con el que me he encontrado exactamente dos veces. —Acaricié los diamantes del reloj amorosamente, dándome cuenta de que esta sería probablemente la única vez que sostendría un Tiffany vintage en mis manos.
—Sí, supongo que no. —Cata tenía el mismo aspecto abatido en sus ojos—. Aunque es hermoso. —Cerré la tapa de la caja y la coloqué en el mostrador de la cocina al lado de los lirios.
Más tarde esa noche, Cata y yo estábamos preparándonos para nuestra noche en The Roxy. El club fue oficialmente llamado Royale y había experimentado un cambio de imagen vanguardista, pero la mayoría aún lo llamaban por su nombre anterior. Mis pensamientos habían estado consumidos por el regalo de Pedro durante todo el día. Tuve la sensación de que no tomaría bien que yo se lo devolviera.
Estaba corriendo un cepillo por mi largo cabello oscuro cuando Catalina dio un paso detrás de mí.
—Tengo el vestido perfecto para ti. —Empujó un vestido plateado obscenamente corto en mis manos.
—No lo creo. ¡Voy a estar tirando de él hacia abajo toda la noche por miedo a mostrar mis bienes a todo el mundo en la sala!
—¡Ese es el punto, Paula! Si quieres hacerte notar, tienes que ser un poco más atrevida.
—¿Quién dice que quiero hacerme notar? —murmuré. Catalina sólo sonrió y empujó el vestido en mis brazos. Tiré del ceñido vestido sobre mi cabeza y lo contoneé abajo sobre mis caderas. Me miré en el espejo con una sensación de incertidumbre.
—Oh, Paula… es perfecto. —Ella empujó mi pelo detrás de mis hombros para resaltar los tirantes halter adornados.
Había una sexy abertura en las lentejuelas en la parte superior, lo que hacía imposible usar un sostén. La arrugada gasa y satén abrazaban mis curvas y terminaban en la mitad del muslo. Me volteé para encontrar que la parte de atrás estaba abierta. Alisé con mis manos la suave tela y suspiré.
Era perfecto. Todavía me temía que estaría tirando el vestido hacia abajo toda la noche, pero no usar algo tan hermoso sería una pena.
—Está bien. Lo llevaré.
—Hurra —Aplaudió Cata—. Ahora abordemos ese desorden de pelo en tu cabeza.
—¿Qué? ¿Qué ocurre con mi pelo? Siempre lo llevo liso —me quejé.
—Exactamente, por eso vamos a darle algunas suaves ondas esta noche —suspiré y me desplomé en la silla frente al tocador mientras Catalina corría por su rizador.
—Dibujé la línea en el lápiz labial. No lo voy a usar, Cata. —La observé en el espejo una vez que ella había regresado.
—Brillo de labios. Por lo menos brillo de labios. —Negoció Cata.
—Bien. —Le sonreí a su reflejo.
Dos horas más tarde nos acabábamos de instalar en una esquina del club. Era un elegante espacio que recorría la línea entre discoteca y un moderno salón. La pista de baile era grande y estaba llena de personas, pero había pequeños rincones con sillas de gran tamaño y sofás ubicados alrededor de la habitación. Sebastian se había reunido con nosotras fuera y nos había pedido bebidas.
—Vamos a bailar, Paula —Cata intentó arrastrarme a la pista de baile por el codo.
—Oh, no. Necesito algunas bebidas primero. —Como si fuera una señal, una camarera llegó.
—Las bebidas son de la casa esta noche —dijo con una sonrisa.
—¿En serio? —Los ojos de Sebastian se iluminaron inmediatamente
—¿Según quién? —Miró Cata a la camarera.
—Órdenes del jefe. —Se encogió de hombros. Vodka de arándano para Cata y para mí, y una cerveza para Sebastian. Cats me introdujo en el vodka de arándanos hace unos años y aprendí rápidamente que bajaba como jugo y me dejaba con una resaca traidora a la mañana siguiente y a veces con algunos puntos en blanco en mi memoria de la noche anterior.
—Así que ¿qué vas a hacer con el reloj? —Cata tomó un sorbo de su bebida.
—Lo voy a devolver. Dudo que le guste, pero no lo voy a conservar.
—¡Dile que yo lo guardo! —bromeó Cata.
—¿Qué reloj? —Sebastian entrecerró los ojos. Cata saltó a la oportunidad de informarle sobre el regalo que había llegado para mí esta mañana.
—Me tomé la libertad de hacer un poco de investigación en tu nombre. —Me miró de nuevo Cata—. Vale mucho, Paula. Como, $12.000 calculando por lo bajo. —Me atraganté con mi vodka de arándano y mis entrañas quemaron mientras la bebida se derramó alrededor de mi sistema.
—¿$12.000? —tosió Sebastian.
—No, él no gastaría tanto. De ninguna manera —sacudí mi cabeza.
—Sí, así es. Es un multimillonario, Paula. Doce mil dólares no es ni siquiera una gota de agua para él. Sin embargo, plantea la cuestión del significado detrás de esto. ¿Todavía ninguna idea?
—No —sacudí mi cabeza, aún confundida por Pedro Alfonso y su extravagante regalo.
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