miércoles, 28 de marzo de 2018

CAPITULO 65




—¿Paula Chaves?— la enfermera llamó desde la puerta abierta. 


Sonreí y me dirigí a ella.


Después de pesarme y tomar mis signos vitales me dejó con mis desenfrenados pensamientos corriendo mientras esperaba a ver al doctor. Dios, no quiero estar aquí y no quiero estar sola. Mi corazón golpeo en mi pecho y mis palmas sudaban.


Después de lo que parecía una eternidad, la puerta se abrió y suaves pasos entraron en la habitación. Solté un suspiro y levante mi mirada para encontrarme con el único hombre que yo quería en la habitación conmigo desde el principio.


Pedro—. Las lágrimas surgieron de mis ojos y me levante y envolví mis brazos alrededor de su cuello.


—Nena— susurró en mi oído y frotó mi espalda.


—¿Cómo lo sabias?


—Cata me llamó—. Se alejó y me dio una suave sonrisa ladeada. —¿Estás bien?— Él me guió a la mesa de nuevo y me senté.


—Sí. Estoy nerviosa. Estoy tan asustada con mi historia...— Las lágrimas se vertieron y corrieron por mis mejillas a borbotones. —Tengo miedo de que algo malo podría haber pasado.


—No, nena. No, todo va a estar bien. Este bebé es un milagro. Todo será perfecto.— Él me abrazó y frotó mi espalda.


—Estoy tan contenta de que estés aquí—, susurre en su pecho


—Yo también, Paula. Te quiero muchísimo. Sé que cuando me lo dijiste no reaccioné bien, estaba tan sorprendido... —él calló.


—Ahora está bien. ¿Podemos hablar más tarde?— Mis lágrimas se disminuyeron y limpié los senderos húmedos de mi cara.


—Por supuesto, lo que quieras—. Pedro me pasó un pañuelo justo cuando otra vez se abrió la puerta y entró el médico.


—Hola, Paula—. El doctor me estrechó la mano con una sonrisa. —¿Y tú eres el padre?— Miró expectante a Pedro. Mi aliento quedo atrapado en mi garganta y recé para no tener una reacción adversa a la palabra.


—Lo soy. Pedro Alfonso.— Ella sonrió. Y yo solté un suspiro de alivio.


—Doctora Burke. Gusto en conocerlos.


Ella hizo las preguntas rutinarias y determinó que yo estaba aproximadamente de cuatro semanas.


Después de todo habíamos concebido alrededor del día de nuestra boda. Dijo que podíamos esperar a que el bebé llegara a finales del próximo julio. Mi corazón dio un tirón ante el pensamiento de que antes de que terminara el próximo verano tendríamos un bebé en nuestros brazos.


Pedro sostuvo mi mano firmemente a través de la cita entera y toda mi inquietud y preocupación se escabullo. Él estaba allí cuando lo necesitaba. Le puede haber llevado un par de días en llegar, pero él estaba aquí y eso es lo que importa. 


Aquí es donde más lo necesitaba.


Pedro le hizo al doctor un montón de preguntas. 


Aparentemente él pensó que yo debería estar reposando en la cama durante los próximos ocho meses. La Dra. Burke le aseguro con una sonrisa indulgente que yo podría tener mi vida normal. Le dije que yo había tenido más de unas cuantas copas de vino en el último mes antes de descubrir que estábamos esperando. Ella me aseguró que estaba muy bien, era más probable que no hubiese daño. También explicó que probablemente era el medicamento para la migraña que había estado tomando que resistió con el control de natalidad, aunque explicó que ella había dado a luz a más de unos pocos bebés que habían desafiado las probabilidades del control de natalidad.


Ella salió de la habitación y dejó una pequeña burbuja llena de felicidad en su estela.


—¿Lista, cariño?— Pedro me ayudó a bajar de la mesa. Me levante de puntillas y le di un suave beso en los labios.


—Estoy lista—, sonreí.


—Bien. Yo también. — Él sostuvo mi mano mientras caminábamos fuera de la oficina y en el aire frío de noviembre. —¿Quieres venir a casa conmigo? ¿A Beacon Street?—preguntó después de que él me había acomodado en el asiento trasero del Bentley.




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